Leer historias de terror para no dormir crea adicción. El miedo produce una reacción extrema en el cerebro, el cual deja de pensar racionalmente y empieza a experimentar una profunda sensación de euforia. Las historias de miedo y cuentos de terror provocan una emoción tan intensa que estimula todos los sentidos a gran escala, por ese motivo generan adicción.
Fobias raras:
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El elemento del suspense narrativo, que es una característica de las mejores historias de miedo, también es clave para conseguir que el lector se quede sin aliento y no sea capaz de despegar los ojos del texto hasta llegar al punto final.
Te presentamos a continuación 41 historias aterradoras que te producirán escalofríos y que no podrás quitarte de la cabeza una vez las termines…
La selección de historias para no dormir que encontrarás a continuación se ha realizado pensando en incluir todos los elementos más representativos de este género literario: apariciones fantasmales, monstruos, vampiros, mensajes del más allá, casas encantadas, objetos malditos, seres que regresan de la tumba…, sin olvidar el terror psicológico y el hecho de que el propio ser humano puede convertirse en el ser más horripilante de todos.
Aunque la mayoría de las historias de miedo incluidas a continuación son relativamente modernas, tampoco faltan en la selección algunas historias de terror para no dormir de los maestros del género, así como leyendas que se remontan a la noche de los tiempos.
Aquí encontrarás historias de miedo cortas para no dormir, historias de terror largas, historias de miedo para contar, cuentos de terror reales, cuentos de miedo cortos para niños, historias de terror españolas e historias de terror universales. Y, también incluimos algunas historias de miedo en vídeo para adultos y para los más pequeños.
Con estas 34 historias terroríficas está asegurado el insomnio. No podrás parar hasta conocer el reconfortante o fatídico desenlace. Deja que el misterio y la expectación se apoderen de ti…
Algunas de las siguientes historias de terror cortas para no dormir son historias aparentemente reales y otras son leyendas urbanas muy populares en países como Francia, Japón, México y Estados Unidos.
Esta clase de relatos cortos de miedo se basan a menudo en alguna superstición local, aunque son muchos los que acaban creyendo que se trata de historias de terror reales para no dormir.
Existen pocas construcciones en el mundo que hayan sido testigo de historias de terror reales, pero esta es una de ellas. Entre las montañas de Dublín fue hallado un antiquísimo sepulcro que data aproximadamente del periodo 4500 al 2000 antes de Cristo. Muchos siglos más tarde, el magnate Connolly adquirió este terreno, sobre el cual levantó un ostentoso pabellón de caza. Tras su muerte, el sitio pasó a ser el exclusivo lugar de reunión del Hellfire Club, una sociedad de adinerados hedonistas. Todavía hoy se pueden observar en el lugar los escombros de la lúgubre construcción donde se llevaban a cabo todo tipo de actos perversos.
Era una noche como cualquier otra en el Hellfire Club. Las apuestas, vicios, fiestas y orgías no podían faltar, aun en medio de una fría noche tormentosa. A la puerta del lugar se acercó un hombre enigmático que habría sido sorprendido por el temporal. Aquel viajero envuelto con el manto de la noche podía costear una partida de póquer mientras recuperaba fuerzas al calor de la lumbre.
Nada parecía perturbarle, pero esa misma calma misteriosa hacía que todos se preguntasen su identidad. Aquel extraño visitante no revelaría mayores detalles, salvo que le complacería jugar esa noche al póquer. Los más diestros jugadores vieron en aquella insinuación la posibilidad de ganarle dinero suficiente. Rápidamente las onerosas apuestas caerían sobre la mesa, incluyendo la del viajero.
La tormenta continuaba copiosa, mientras la suerte rodeaba a aquel enigmático hombre. El jugador a su derecha buscaba la forma de sacar ventaja del juego intentando distraer al forastero, pero este apenas conversaba.
Para ver si podía realizar alguna artimaña a su favor, el socio del club hizo un extraño tropiezo dejando caer al suelo una de sus cartas y, al agacharse debajo de la mesa, solo emitió un grito aterrador. No podía creer lo que veía: las extremidades inferiores del viajero eran pezuñas de cabra en lugar de pies.
Al advertir con el alarido, todo el club quedó a la expectativa, posando sus miradas en el enigmático forastero. El Príncipe de las Tinieblas hizo la revelación de su presencia en el Hellfire Club, el sitio en el que, durante años, se le había rendido culto en medio de los más pecaminosos encuentros de sus socios.
Poco se supo de cómo terminó aquella noche. Lo que sí se sabe y aún se comenta es que, a la mañana siguiente, solo quedaron los vestigios humeantes de la edificación. Y trazando un camino de salida, quedaron plasmadas en la tierra las huellas de herraduras de un par de patas de cabra.
El profesor de matemáticas les había puesto un examen sorpresa a última hora y la clase habían terminado más tarde de lo habitual. Las sombras ya cubrían las calles de Tokio cuando las gemelas Sakura y Keiko emprendieron el regreso a casa. Iban hablando animadamente y, apenas sin pensarlo, torcieron por una calle angosta para acortar el trayecto. Ya habían avanzado algunos metros cuando repararon en la escasa iluminación del lugar y en que eran las únicas transeúntes.
De improviso, una mujer salió de entre las sombras de un portal y empezó a andar hacia ellas. La desconocida lucía una larga cabellera negra, un abrigo oscuro y la mitad inferior de su rostro estaba cubierta por una mascarilla quirúrgica. Esto último no inquietó a Sakura y Keiko, pues antes del coronavirus muchos japoneses habitualmente optaban por usar mascarillas para evitar resfriados y otras enfermedades.
La mujer se detuvo ante ellas y preguntó: «¿Soy hermosa?». Las chicas sonrieron con alivio al considerar que la desconocida era inofensiva y Sakura se adelantó para responder: «Sí».
Entonces se quitó la mascarilla, dejando a la vista las horribles heridas que partían de la comisura de su boca y que la transformaban en una macabra sonrisa de oreja a oreja. «¿Y ahora?», preguntó de nuevo. Sakura gritó horrorizada mientras Keiko permanecía inmóvil, incapaz de reaccionar.
Con un rápido movimiento, la desconocida extrajo unas grandes y afiladas tijeras de debajo de su abrigo y abrió la garganta de Sakura. La sangre, que brotó a borbotones, salpicó a Keiko, que al fin reaccionó y empezó a correr en dirección contraria.
Pero aquella mujer se materializó frente a ella. Y volvió a hacerlo cada vez que Keiko intentaba evitarla y escapar. «¿Soy hermosa?», preguntaba el yokai (espíritu demoníaco) cuando se le aparecía delante.
Desesperada, Keiko decidió contestarle afirmativamente. El espectro le dedicó entonces la mueca más macabra y metió las tijeras en la boca de la chica cortándole la comisura de los labios y la carne de las mejillas, dibujando en su rostro una sonrisa sangrienta tan terrorífica como la suya.
El día en el que Sophie cumplió 9 años sus padres le regalaron un cachorro llamado Rocky. Era un pastor alemán muy cariñoso y juguetón que enseguida cautivó a la pequeña. Sus padres siempre estaban muy ocupados con sus compromisos sociales y la única compañía de Sophie eran los sirvientes que trabajaban en la enorme mansión.
Sin embargo, todo cambió con la llegada de Rocky. Niña y perro se hicieron inseparables. Rocky creció rápidamente y se convirtió en el guardián más fiel, por lo que Sophie se sentía a salvo junto a él. El perro dormía junto a la cama de la pequeña, sobre la alfombra. Cuando ella despertaba agitada debido a una pesadilla (lo que, por desgracia, solía suceder a menudo) alargaba su brazo y buscaba el cuerpo de Rocky con la mano. Él la lamía con cariño y Sophie se tranquilizaba de inmediato.
Así transcurrieron las cosas hasta que, una noche, la niña despertó gritando tras sufrir una pesadilla particularmente intensa. Escuchó que Rocky gruñía y sacó el brazo de debajo de las sábanas. En unos instantes sintió los lametones sobre su piel, que se prolongaron durante muchos minutos, y concilió de nuevo el sueño.
Por la mañana, cuando encendió la luz tras despertarse, contempló un espectáculo dantesco: Rocky estaba encima de un charco de sangre. Su cabeza colgaba, prácticamente seccionada, y sus tripas cubrían la alfombra. En la pared, junto a la cama, estaba escrito con sangre: «No solo los perros lamen».
Una criada encontró a Sophie aovillada en un rincón de la habitación. Se restregaba las manos desquiciada y repetía una y otra vez: «¿Quién lamió mi mano?, ¿quién lamió mi mano?, ¿quién lamió mi mano?». Poco después la encerraron en un sanatorio.
Luisa era una hermosa mexicana de origen indígena. Muchos hombres suspiraban por acariciar su aterciopelada piel blanca, enredar sus cabellos rizados y oscuros como la noche y besar sus labios de fresa, pero ella rechazaba a todos los pretendientes. No obstante, un caballero español de la alta sociedad, Don Nuño de Montes-Claros, consiguió conquistar su corazón.
Él le explicó que, debido a la diferencia de clases, no era posible formalizar su relación, por eso escaparon juntos y se instalaron en una casita en un lugar apartado. Durante seis años Luisa vivió allí y Don Nuño la visitaba regularmente. Tuvieron tres hijos con los cabellos rubios y rizados. Transcurrido ese tiempo, las visitas del caballero empezaron a escasear y Luisa cayó en una depresión.
Una noche, decidió seguir el carruaje de Don Nuño. El vehículo se detuvo ante una lujosa mansión donde se celebraba una gran fiesta. Luisa preguntó al lacayo que estaba en la puerta y este le dijo: «Se está festejando la boda de Don Nuño». Luego, a través de una ventana, ella misma contempló a la feliz pareja mientras se besaban.
Enloquecida, corrió de vuelta a su casita y apuñaló a sus tres hijos. Después se dirigió al río con un manto ensangrentado y, al reparar en lo que había hecho, gritó: «¡Ay, mis hijos!». Se arrojó a las aguas y se convirtió en un mito.
Desde entonces, muchos aseguran haber visto a La Llorona deambulando por los parques y las calles de Ciudad de México. El espectro se lamenta eternamente por la muerte de sus hijos emitiendo un grito escalofriante: «¡Ay, mis hijos!».
Huyendo del acelerado ritmo de vida de la gran ciudad, una pareja decidió trasladarse con sus dos hijos a una casita de campo, la cual se encontraba muy cerca del pueblo donde habían nacido. La casa había estado deshabitada durante muchos años y necesitaba algunos arreglos, pero el reducido precio terminó de convencerles.
Los hijos, un niño de 10 y una niña de 6, se instalaron cada uno en una habitación y estaban felices por poder disponer de su propio espacio. Sin embargo, algo muy extraño sucedió durante la primera noche. Mientras todos dormían, la niña salió de su cama y se detuvo en una de las esquinas de la habitación. Comenzó a arañar la pared de madera mientras susurraba repetidamente: «¡Ayúdame!».
La pequeña Elisa ya había sufrido algún episodio de sonambulismo con anterioridad, por lo que los padres no se preocuparon en un primer momento. Como medida de precaución decidieron que los niños durmieran en la misma habitación.
A partir de entonces, Elisa empezó a levantarse todas las noches, después de que su hermano conciliara el sueño. Se dirigía al otro dormitorio y arañaba la misma pared mientras repetía: «¡Ayúdame!». Aparte de este comportamiento obsesivo, la niña se volvió muy retraída y siempre estaba triste.
Tras preguntar en el pueblo, los padres descubrieron que en la casa habían vivido un hombre y su hija. Al parecer, la niña se había perdido en el bosque y su padre se suicidó poco después.
Preocupados y asustados, los padres de Elisa tomaron la decisión de retirar algunos de los paneles de madera que cubrían la pared y que su hija arañaba. Detrás de ellos encontraron un pequeño esqueleto con las manos atadas.
Toda antología de relatos de miedo debe incluir algunas de las obras de los auténticos maestros del género, como Edgar Allan Poe y H. P. Lovecraft, especialistas natos en el difícil arte de contar historias de terror para no dormir, que han servido de inspiración a muchos de los autores contemporáneos.
Al tratarse de cuentos de terror largos, se ha elaborado a continuación un resumen de sus historias de miedo largas más representativas:
The statement of Randolph Carter, también conocido como La decisión de Randolph Carter, es un cuento de horror de H. P. Lovecraft publicado en 1920. El personaje de Randolph Carter, que estudia el ocultismo, representa al propio escritor estadounidense y aparece en diversas de sus obras.
Resumen:
El narrador de este cuento de terror es Randolph Carter, quien explica lo sucedido en el cementerio de Big Cypress Swamp. Tras encontrar cierta información en un libro misterioso escrito en árabe, el ocultista Harley Warren, amigo de Carter, descubre que en el interior de una de las criptas de este cementerio hay una especie de pasadizo que conduce al mundo subterráneo, donde habitan criaturas demoníacas.
Los dos amigos llegan al cementerio alrededor de la medianoche y levantan una pesada losa. Unas escaleras de piedra descienden hacia las tinieblas. Warren insiste en que Carter permanezca en el exterior y él baja alumbrándose con una linterna, aunque siguen en contacto a través de un cable telefónico.
Algunos minutos después, Warren habla por el teléfono y afirma estar viendo algo asombroso y a la vez monstruoso. Luego, con un tono de voz más apremiante, le ordena a Carter que vuelva a colocar la losa y se marche.
Carter escucha por última vez a su intrépido amigo cuando éste grita con terror y exclama: «¡Son legiones!». Tras unos instantes de silencio, una voz monstruosa grita: «¡Insensato! ¡Warren ya está muerto!».
The signal-man (1866) está considerado como uno de los mejores cuentos victorianos de fantasmas, además de un claro ejemplo de relato de horror psicológico. Dos acontecimientos reales inspiraron a Charles Dickens: el choque de varios trenes en el túnel de Clayton (Reino Unido) en 1861 y el descarrilamiento de un tren en Staplehurst, en 1865, en el que viajaba el escritor británico.
Resumen:
Los protagonistas de esta historia de terror son el mismo narrador y el guardavías, un hombre que debe pasar toda la noche en una caseta a pocos metros de la boca de un túnel. La primera vez que el narrador ve al guardavías lo llama desde arriba de la hondonada: «¡Eh, oiga! ¡Ahí abajo!», palabras que inquietan visiblemente al hombre.
El narrador vuelve a visitarlo a la noche siguiente y, más confiado, el guardavías le confiesa el motivo de su desasosiego: un espectro se aparece en las vías del tren, cerca de la boca del túnel. Solo él puede verlo y oírlo cuando grita: «¡Eh, oiga! ¡Ahí abajo! ¡Cuidado!». No logra contemplar su rostro, pues lo oculta con el brazo izquierdo mientras agita el derecho.
Tras la aparición del espectro siempre ocurre alguna desgracia. Después de la primera ocasión se produjo un accidente ferroviario y murieron varias personas, mientras que, tras la segunda, murió una joven pasajera.
Lo que más aterroriza al guardavías es que ha visto al fantasma por tercera vez y no sabe qué nuevo horror se avecina. Se despiden y el narrador, escéptico, se aleja pensando en que aquel hombre necesitaría ayuda médica.
Al día siguiente, mientras está paseando, el narrador ve a varias personas cerca del túnel. Le informan de que una locomotora ha arrollado al guardavías, a pesar de que el maquinista le avisó agitando el brazo derecho y gritándole: «¡Eh, oiga! ¡Ahí abajo! ¡Cuidado!».
The monkey’s paw es un relato de terror que W. W. Jacobs escribió en 1902. Stephen King se inspiró en él para su novela Cementerio de animales. Varias versiones de este cuento han aparecido en diferentes series televisivas: en Historias para no dormir, en Cuentos de la cripta e incluso en Los Simpson.
Resumen:
Los White son una familia inglesa compuesta por el padre, la madre y su hijo Herbert. La historia comienza con la visita del sargento Morris, un amigo de juventud del señor White. Mientras conversan, el militar empieza a recordar varias anécdotas y entonces menciona la pata de mono disecada que llegó hasta sus manos en la India.
Les explica que la pata de mono fue hechizada por un faquir y que funciona como un talismán, pues es capaz de conceder tres deseos. Él ya pidió sus deseos y no guarda un grato recuerdo del asunto, por lo que desea deshacerse de ella.
La arroja a la chimenea para evitar que pueda dañar a más gente, pero el señor White la rescata y entrega unos billetes a su amigo para formalizar la compra. Piden el primer deseo: doscientas libras para saldar la hipoteca. Parece que la pata de mono se mueve durante unos segundos, pero no ocurre nada más.
Durante el día siguiente reciben una terrible noticia: mientras trabajaba, su hijo ha quedado atrapado en una de las máquinas de la fábrica y ha fallecido. Recibirán como compensación doscientas libras.
La señora White queda tan afectada que convence a su marido para que pida un segundo deseo: que su hijo vuelva a la vida. En efecto, durante la noche llama a la puerta lo que queda del cuerpo de Herbert, destrozado por la maquinaria.
Mientras su mujer se dispone a abrir, el señor White pide un tercer deseo. Cuando la puerta se abre, no queda rastro de su hijo.
The facts in the case of Monsieur Valdemar, también conocido como El extraño caso del señor Valdemar, es un cuento de terror de Edgar Allan Poe que se publicó por primera vez en 1845. Causó polémica porque muchos lectores creyeron que estaba basado en hechos reales y que se trataba de un reportaje periodístico en lugar de una historia de ficción.
Resumen:
El narrador de esta historia de miedo es un médico que desea mantenerse en el anonimato, por lo que solo indica que se llama P. El doctor P., que es un experto en hipnosis, propone un interesante experimento a su amigo, el señor Valdemar, que está enfermo de tuberculosis: desea hipnotizarlo cuando se encuentre al borde de la muerte.
Valdemar accede y, pocas horas antes de su muerte, P. lo hipnotiza con éxito. Pasan los días y su cuerpo se va poniendo rígido, su rostro adquiere una expresión cadavérica y su carne empieza a descomponerse, pero el señor Valdemar sigue respondiendo a las preguntas del doctor. Su voz sepulcral parece proceder del más allá cuando afirma: «Estoy muerto».
Después de pasar siete meses en este estado, el moribundo suplica que lo dejen en paz y P. decide sacarlo del trance hipnótico. En el instante en el que es «liberado», el cuerpo de Valdemar se descompone en una masa viscosa y casi líquida que se derrama sobre la cama.
“Les mille et un fantômes” o “Los mil y un fantasmas” es una recopilación de relatos de terror de Alexandre Dumas, publicado por primera vez en París en 1849. Por la extensión de algunos de los cuentos, como “El testamento de M. de Chauvelin”, “La mujer del collar de terciopelo” y “Los matrimonios del tío Olifo”, la edición constaba de dos volúmenes. Posteriormente, esos mismos cuentos fueron publicados individualmente, dejando condensado en un solo cuerpo las historias de terror más cortas.
Resumen:
Como resultado de sus viajes por el norte de África, oriente próximo y Europa, Dumas tuvo la oportunidad de escuchar varias historias terroríficas que logró hilvanar en una sola historia a manera de cuentos en una temporada de cacería en Fontenay-aux-Roses. El mismo Dumas comienza narrando la primera historia de horror, para luego, noche a noche, cederle lugar en la narración a otros personajes de la historia. Todas giran en torno a eventos sobrenaturales relacionados con la muerte. Y hasta con el mismísimo Satanás.
En el primer cuento narra cómo él mismo pasa a ser testigo en la investigación de un homicidio. El perpetrador había pasado junto a él con las manos bañadas en sangre. Su aspecto impresionante llamó la atención de todo el pueblo, dando cuenta del horripilante crimen que seguramente había cometido.
Llamó a la puerta de una casa y de inmediato preguntó por el señor, quien era nada más y nada menos que el alcalde del pueblo. Jacquemin, el asesino, no solo confesaría su fechoría, sino que tenía que contar el evento sobrenatural ocurrido tras haber degollado a su esposa. Era su intención enterrar la cabeza y el cuerpo de su esposa en la bodega donde llevó a cabo el asesinato, pero fueron los mismos restos mortales los que le dejaron fuera de sí.
–“Cogí, pues, la cabeza, o mejor dicho, la cabeza me cogió. Mire”, dijo Jacquemin al inspector y el alcalde en el lugar de los hechos. Era notorio el mordisco que la cabeza, aún viva, le había propinado al asesino. Y no solo eso, de sus labios todavía pudieron salir algunas palabras para increparlo: “¡Miserable, yo era inocente!”.
La extraña confesión envió directamente a la cárcel a Jacquemin, quien parecía feliz con aquel veredicto. Tras algunas otras charlas con los compañeros de cacería, intentando descifrar lo que había ocurrido con la cabeza de la esposa de Jacquemin, solo podía saberse que todos, en algún momento, habrían tenido algún encuentro sobrenatural post mortem. Algunos de ellos, involucraban cabezas que hablaban. En el narrador solo podía hacerse eco un pensamiento: “que, en efecto, aquellas cabezas todavía vivían”.
En España, muchas historias de terror para no dormir se han acumulado tras siglos de cultura a lo largo de toda su geografía, transformándose en mitos que acaban transmitiéndose de generación en generación.
Las leyendas de terror españolas que se detallan a continuación son historias reales de miedo que fueron documentadas en su momento por diversos medios de comunicación.
La noche del 27 de setiembre de 1934, mientras los residentes del edificio situado en la calle Anselmo Gascón de Gotor número 2 ya dormían, resonaron unas estridentes carcajadas en la escalera, entre los pisos primero y segundo. Aquella fue la primera vez que se manifestó el duende parlante.
El 15 de noviembre, la misteriosa entidad se dirigió a Pascuala Alcober, el ama de llaves que trabajaba para la familia Grijalba, residentes en el segundo piso. La joven, de 16 años, afirmó que la siniestra voz masculina le había hablado desde el interior de la chimenea de la cocina. Decía: «¡Ya estoy aquí!».
Las actividades del duende se intensificaron y varios de los inquilinos presentaron denuncias, por lo que intervinieron las autoridades. Se levantó el suelo de la cocina, se inspeccionaron los techos e incluso se derribó la «chimenea encantada».
No se encontró nada, pero un policía oyó al duende decir: «No se molesten, solo son 78 centímetros». Otro agente del orden le preguntó: «¿Qué quieres, hombre?», a lo que el ente respondió: «Nada. No soy hombre».
Medios extranjeros tan prestigiosos como el periódico The Times, The Washington Post o la BBC se interesaron por el fenómeno. También acudieron al inmueble videntes famosos, así como la médium Asunción Jiménez Álvarez, que preparó una sesión de espiritismo para contactar con el duende parlante.
Durante la sesión, la espiritista entró en trance y de su boca surgió una voz varonil e ininteligible. En aquel instante sufrió un colapso y falleció.
En diciembre de 1934, la voz del ente desapareció. Su último mensaje fue: «¡Voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa!». El edificio fue derribado en los años 70 y actualmente existe un bloque de apartamentos en su lugar llamado «Edificio Duende».
La Santa Compaña es una de las historias de terror para no dormir más popular en Galicia. Incluso, hay quienes aseguran haber visto la fúnebre procesión pasar en otras regiones al norte de España. Santiago, quien había escuchado alguna vez de esta leyenda, fue de visita la pequeña aldea gallega donde vivía su abuelo. Ya de avanzada edad, estaba postrado, esperando el abrazo de su querido nieto.
Hubo una algarabía entre los vecinos del lugar cuando se enteraron de la visita de Santiago. Al llegar a la casa de su abuelo, ambos se dieron el anhelado abrazo. Adentrada la noche y sin poder aún conciliar el sueño, Santiago salió a tomar aire fresco por las angostas calles de la aldea. Se escuchaba un cántico en la lejanía, similar a los entonados en la misa. No se parecía a la algarabía que más temprano hubo por su llegada. Además, se percibía un penetrante aroma a cera quemada.
Curioso, encaminó su paso hacia aquellas voces graves y enigmáticas que se oían en medio de la espesura de la noche. El clima cambió: un frío indescriptible se colaba a través de su piel hasta helarle los huesos. Con el corazón acelerado, Santiago pensó que sería mejor volver, pero la curiosidad no le dejaba, así que prefirió agazaparse entre algunos arbustos y esperar a ver qué sucedía. Para su sorpresa, un coro de apariencia espectral se acercaba en su dirección.
Aquella procesión fantasmagórica estaba encabezada por un hombre demacrado, quien alzaba con una mano una cruz, mientras que en la otra llevaba un cubo de agua. Apenas podía entenderse la cadencia del rezo del rosario recitada por los cadavéricos penitentes, formados en dos filas tras la cruz. Estaban vestidos con sotanas negras y blancas, mientras que sus cráneos se hundían en las capuchas cónicas de su misterioso ropaje. Además, llevaban velas encendidas en sus huesudas manos alumbrando tenuemente el recorrido.
Motivado por una fuerza mística, Santiago siguió sigiloso la espectral caravana. El terror se apoderó de él cuando la marcha continuó su curso hasta el pueblo, deteniéndose luego en la puerta de la casa de su abuelo. El anciano, inexplicablemente, caminó hasta la procesión, donde uno de los espectros le concedió una vela. Su abuelo se unió a la fila y, de inmediato, desaparecieron en medio de la niebla de la noche. El portador del crucifijo cayó al suelo por un momento hasta que logró incorporarse para continuar sin rumbo fijo. Parecía un muerto viviente agotado por el menester de las procesiones nocturnas.
Agitado, Santiago irrumpió en la casa de su abuelo, encontrándole sin vida en su cama. En ese momento comprendió que aquello que había visto era la Santa Compaña reclamando la presencia de su abuelo a sus filas. A partir de entonces formaría parte de la fantasmagórica procesión que camina eternamente en busca de nuevas almas.
Son muchas las leyendas y las historias de terror reales que han nacido en torno al Barranco de Badajoz, también conocido como Chamoco, situado en Güímar (Tenerife). Diversos testigos aseguran haber presenciado fenómenos paranormales: apariciones de luces y de figuras luminosas durante la noche e incluso avistamientos de ovnis.
Una de las historias que se ha transmitido de generación en generación es la de «la niña de las peras». La tradición popular la sitúa a finales del siglo XIX. Según la leyenda, una niña de 5 años fue al barranco a buscar frutas y no regresó hasta veinte años después, aunque ella seguía teniendo la misma edad.
Sus padres habían envejecido veinte años, pero para ella no pasaron más que unas pocas horas. Explicó que se había entretenido jugando con unos seres que vestían de blanco, quienes vivían en el interior de una cueva que conducía a otro valle.
Otra de la leyendas se sitúa en 1912. En esta ocasión, dos mineros se encontraban excavando en una de las numerosas cuevas que tiene el barranco y, tras desprenderse una sección del muro, descubrieron la existencia de una amplia galería. Tras internarse en ella, se encontraron con dos seres luminosos, quienes les mostraron dónde debían cavar para encontrar agua.
Muchos curiosos acuden al barranco atraídos por sus leyendas y acampan durante la noche. En 1991, un grupo de aventureros afirmó haber oído una especie de aleteo sobre sus cabezas y contemplaron atónitos a unos seres alados. El fotógrafo Teyo Bermejo formaba parte de esa expedición y consiguió hacer una fotografía.
En los relatos de terror reales que han escrito algunos testigos aseguran haber oído murmullos de voces, desprendimientos de rocas y haber vislumbrado esferas de luz blanca que danzan con despreocupación entre la vegetación del barranco.
Esta historia de terror real se remonta al siglo XVI. En el año 1550, un estudiante portugués llamado Andrés de Proaza empezó a demostrar un gran talento en las clases de anatomía que se impartían en la Universidad de Valladolid. A pesar de tener solo 22 años, también llamó la atención de sus maestros por los conocimientos que poseía.
Durante el curso desapareció un niño de 9 años de edad, que fue visto por última vez cerca de la casa del estudiante. Algunos de sus vecinos denunciaron haber escuchado llantos y gritos, por lo que las autoridades entraron en la vivienda.
En el sótano encontraron al niño descuartizado, además de restos de animales y una gran cantidad de material médico. Andrés de Proaza confesó el crimen y explicó que poseía un sillón que le permitía contactar con el diablo y, a través de él, obtenía una mayor sabiduría médica.
Según comentó, el sillón había sido un regalo de un nigromante. Además, advirtió de que solo los médicos podían sentarse en él, pues cualquier otra persona moriría a los 3 días. El estudiante murió en la horca y el sillón fue guardado en un almacén de la Universidad de Valladolid.
Años después, dos hombres murieron tras haber tomado asiento en el llamado Sillón del Diablo y su leyenda fue cobrando fuerza. En la actualidad, el sillón está expuesto en el Museo Provincial de Valladolid y se mantiene la prohibición de sentarse en él.
El Cortijo Jurado fue construido a mediados del siglo XIX por la familia Heredia, en el barrio de Campanillas (Málaga). El edificio, que hoy en día se encuentra bastante deteriorado, es de estilo neogótico, cuenta con una capilla, establo, torre, sótano y una extensa red de pasadizos. La propiedad cambió de manos a lo largo de los años y actualmente está a la venta por 16 millones de euros.
Son muchos los acontecimientos inquietantes que han tenido lugar en el Cortijo Jurado, los cuales han ido alimentando su leyenda y han propiciado la aparición de diversas historias de terror para no dormir.
Tras la muerte del patriarca de los Heredia, a principios del siglo XX se produjo la desaparición de diversas jóvenes en la zona. Algunos de sus cuerpos aparecieron cerca del cortijo y presentaban signos de rituales satánicos.
Un joven trabajador de 18 años del cortijo, Manuel Martín, decidió explorar uno de los pasadizos subterráneos que estaba abandonado y afirmó haber encontrado huesos y máquinas de tortura. Sin embargo, nadie le creyó en aquel entonces.
Más tarde, durante la Guerra Civil, el edificio se utilizó como hospital y sus sótanos se convirtieron en calabozos. Además, se produjeron muchos fusilamientos en la zona. Los lamentos de los enfermos, torturados y muertos se han grabado en numerosas psicofonías realizadas por diversos investigadores de fenómenos paranormales.
También hay testigos que aseguran haber visto figuras y luces extrañas. Otros sucesos perturbadores son los que se produjeron durante la grabación de un cortometraje en el cortijo, en el año 2000.
Algunos miembros del equipo aseguraron sentir presencias, las cámaras dejaban de funcionar porque se descargaban las baterías sin motivo y las imágenes y los discos duros sufrían desperfectos o se borraban completamente.
Este vídeo muestra una de las psicofonías:
Las historias de terror cortas para niños están pensadas para que los más pequeños de la casa disfruten con la fantasía y el misterio que caracterizan a las leyendas de miedo para niños, pero sin provocarles ningún temor ni pesadillas.
Por otra parte, muchos cuentos de terror cortos para niños incluyen una moraleja o enseñanza educativa. Sin duda, para conseguir que una fiesta de Halloween o de pijamas sea más divertida y exitosa, las historias de miedo para niños no pueden faltar.
Las siguientes historias de miedo cortas para niños ayudan a inculcar valores positivos:
Entre los cuentos de terror para niños es conocido el de Xóchitl y las monedas de oro. Una fresca noche de octubre, Xóchitl bajó por las escaleras de la casa de sus padres en Córdoba, Veracruz. Como en la casona también vivía varios sirvientes, la niña no se sorprendió cuando escuchó unos ruidos al subir de nuevo a su habitación. Sin embargo, le llamó poderosamente la atención sentir un corto correteo, como unos pasitos infantiles al final del corredor de su cuarto. Curiosa, se dirigió al final del pasillo a ver qué sucedía.
Escondida tras una de las largas cortinas de los ventanales observó a un niño con vestiduras relucientes abriendo un agujero en la pared. El chiquillo tenía un aspecto fantasmagórico, pero eso no asustó a Xóchitl, quien no le quitaba el ojo de encima, pues estaba maravillada con lo que hacía el pequeño. A medida que el infantil espectro continuaba abriendo el orificio en la pared, introducía en ella un sinfín de monedas de oro que salían de entre sus manos. El fantasma se esfumó, dejando aquel tesoro en el agujero, que se había cerrado mágicamente.
Al salir de detrás de la cortina, Xóchitl se dio cuenta de que estaba acompañada. Ana, una de las sirvientas, había sido también testigo de aquel suceso del más allá.
–“Niña Xóchitl, le prometo guardar el secreto de lo que hemos visto esta noche. Pero también le propongo que, como cómplices, mañana busquemos ese tesoro que está tras la pared”, le dijo la criada.
–“Sí, Ana. No le contaremos a nadie nuestro secreto. Tomaremos esas monedas y serán solo nuestras”, respondió la niña.
A la noche siguiente, cuando todos dormían en la casona, Xóchitl y Ana se encontraron en el oscuro pasillo a la luz de una lánguida vela. Al iluminar el agujero, este se abrió mágicamente.
Por su pequeña talla, Xóchitl pudo meterse en el hueco, de manera que podría recoger fácilmente las monedas de oro que el niño había dejado allí la noche anterior. Mientras tanto, Ana sostenía la vela e iba almacenando las monedas en su mandil. Al ser tan cuantioso el tesoro, Ana y Xóchitl repitieron el procedimiento varias noches consecutivas.
Como ya era habitual, se encontraron en el pasillo por la noche. El candil apenas emanaba luz, mientras que Xóchitl sacaba y sacaba monedas. Ana empezó a sentir escalofríos, aterrada porque la vela estaba a punto de consumirse.
–¡Niña Xóchitl, salga, salga del agujero! ¡Ya tenemos suficiente por hoy!
Al levantarse para salir, Xóchitl se percató de que se le había caído la última de las monedas, por lo que se inclinó de nuevo para buscarla dentro del agujero, cegada por su codicia y sin escuchar los desesperados ruegos de Ana para que saliera. La vela se extinguió por completo y, en medio de la oscuridad, el agujero de la pared se cerró para siempre.
Desde entonces, y solo por las noches, se escuchan al otro lado de la pared los sollozos ahogados de una niña mientras parece juguetear con una moneda en un bucle infinito.
Enrique recordaba muy bien la canción que solía cantarle su abuela cuando era más pequeño: «Duérmete niño, duérmete ya, que viene el Coco y te comerá». Fue ella quien le explicó que el Coco es una criatura que vive en las sombras y que se alimenta de las pesadillas que sufren los niños.
Sin embargo, cuando un niño se empeña en desobedecer a los mayores, el Coco surge de las sombras y se hace visible. Sujeta al pequeño con sus largos y retorcidos dedos y lo arrastra hasta el mundo de la oscuridad, de donde nadie ha conseguido regresar.
La primera vez que la abuela le contó aquella historia de miedo para niños, Enrique sintió tanto terror que no consiguió dormir en toda la noche. No obstante, ahora ya tenía diez años y no creía en esos cuentos.
Sus padres le habían ordenado ir a dormir pronto, pero él había decidido que sería mucho más divertido quedarse en la cama leyendo cómics, alumbrándose con una linterna. Acababan de sonar las once cuando sintió un temblor debajo de la cama e, increíblemente, esta se inclinó, provocando que Enrique cayera sobre la alfombra.
En aquel momento vio al Coco, cuyos largos y esqueléticos brazos surgían de un hueco debajo de su cama. La criatura lo sujetó por las piernas y empezó a tirar de él, arrastrándole hacia las tinieblas.
Afortunadamente, Enrique vio que la linterna había caído también sobre la alfombra. Estiró su brazo y consiguió cogerla. Entonces la encendió, justo frente al monstruo, y este desapareció en la oscuridad del hueco. A partir de aquella noche, nunca más desobedeció a sus padres.
Isabel se puso muy triste cuando sus padres le dijeron que tenían que mudarse. «Estaremos en una casa más grande y muy cerca de la playa», le explicaron. Sin embargo, allí no conocería a nadie y eso la incomodaba. A decir verdad, le daba miedo empezar en otra escuela y hacer nuevos amigos.
El día señalado llegaron a la casa nueva y, aunque había permanecido deshabitada durante algunos años, le pareció bonita. Mientras sus padres organizaban las cosas en el piso de abajo, ella fue inspeccionando las habitaciones y descubrió la buhardilla.
Sin duda, aquella habitación había sido la de una niña. Encontró algunos juguetes polvorientos sobre una estantería y una casa de muñecas. ¡Siempre había deseado tener una! Abrió las ventanas para espirar en el interior y contempló a los miembros de la familia en su pequeño mundo: los padres y una hija.
Muy contenta, decidió que esa sería su habitación. Por la mañana, tras despertarse, abrió las ventanas de la casita y descubrió a un gato durmiendo sobre la cama de la niña. «Qué raro, ayer no lo vi…», pensó.
Más tarde, mientras estaba desayunando, su madre entró con un gatito en brazos y comentó que lo había encontrado en la puerta. A Isabel se le cayó la cuchara debido a la sorpresa. Luego abrazó al gato y se hicieron inseparables.
Llegó el día de empezar en la nueva escuela. Antes de salir, hizo unos mimos al gato y miró la casa de muñecas. Había aparecido otra figura: una niña con dos trenzas pelirrojas que estaba tomando de la mano a la otra niña.
Aquel día conoció a su nueva mejor amiga y supo que allí sería muy feliz.
«Mamá, hay un monstruo en el armario», decía Irene a su madre, pero ella nunca la creía, solo comentaba que tenía demasiada imaginación. Por las noches, después de que ella le diera un beso y apagara la luz, empezaban a surgir extraños ruidos del interior del armario empotrado que había en su habitación.
Primero oía lo que parecían gruñidos apagados, como si estuvieran muy lejos, pero poco a poco se iban acercando. Luego escuchaba golpes en la puerta del armario, como si el monstruo pidiera permiso para entrar.
Aquello no podía continuar así. Irene tomó la decisión de que había que afrontar los miedos y solucionar el asunto. La noche siguiente simuló acostarse, pero salió de la cama en cuanto su madre se marchó. Se puso la chaqueta por encima del pijama, tomó su espada de pirata y abrió la puerta del armario.
Tras respirar profundamente entró en el interior y, de improviso, sintió una corriente de aire. Apartó la ropa que estaba colgada y vio una abertura en el fondo. Avanzó, se asomó y descubrió un pequeño pueblo entre los árboles de un bosque. Al fondo se distinguía el mar y un barco pirata. Aquel lugar le pareció familiar…
En ese instante sintió una zarpa sobre su hombro e Irene dio un respingo. «Todo lo que existe aquí es fruto de tu imaginación», dijo el monstruo peludo sonriendo y mostrando dos hileras de dientes. «Tenía muchas ganas de conocerte, por eso llamaba a tu puerta», le explicó.
Desde entonces, Irene y su nuevo amigo vivieron grandes aventuras explorando aquel lugar mágico donde sus fantasías se hacían realidad.
Aquel verano, mientras su padre estaba ocupado con un importante viaje de negocios, Raquel tuvo que quedarse en la granja de los abuelos. Quería a sus abuelos, pero odiaba aquel sitio. Pasar un mes en ese lugar apestoso y con tantos animales ruidosos era una auténtica pesadilla para ella.
Cada día se despertaba cuando cantaba el gallo y ya no conseguía volver a dormir. Luego oía el mugido de las vacas, que esperaban con impaciencia que la abuela fuera a ordeñarlas. Pero lo peor eran los gruñidos de los cerdos, que no paraban de hacer «¡oing, oing!» mientras se revolcaban por el barro.
Raquel era una niña muy presumida y en la granja no podía ponerse los vestidos que más le gustaban, pues se mancharían. Además, siempre debía ir con botas porque había mucho barro.
Un día, la abuela la convenció para que diera de comer a las gallinas. Mientras se acercaba al gallinero, Raquel oyó unas voces: «Esa niña está demasiado consentida», decían. Miró en el gallinero y solo vio a las gallinas, pero estaba segura de haberlo escuchado…
Esa noche, después de que los abuelos se acostaran, decidió salir a investigar. Tomó una linterna y llegó al establo. Se sorprendió mucho cuando vio a todos los animales reunidos y hablando de ella: «Tenemos que darle una lección», decían. «La empujaremos para que caiga dentro de la pocilga», opinaron los cerdos, y el burro comentó que le daría una coz.
Aunque en un primer momento se asustó mucho, aquel suceso hizo reflexionar a Raquel y empezó a tratar con más respeto a todos los animales.
Las siguientes historias de miedo cortas para contar están pensadas para amenizar la velada, por ejemplo en reuniones de grupo en una excursión o campamento.
Lo más recomendable es escenificar adecuadamente las historias de miedo para contar, preparando el ambiente con velas o una hoguera, cuidando la entonación de la voz, añadiendo ruidos de fondo, e incluso contando con la colaboración de otra persona que sobresalte a los oyentes posando una mano sobre su hombro en el momento más crucial.
Cristina estaba muy contenta. Le había salido un trabajo como canguro en la casa de una familia adinerada. Solo tendría que ocuparse de dos niños de 9 a 12 y le pagarían 100 euros. Con ese dinero ya podría comprarse el ordenador portátil que tanto necesitaba para realizar los trabajos universitarios.
Llegó puntualmente y los padres le presentaron a sus hijos, un niño y una niña de 9 y 7 años respectivamente. Le parecieron un encanto. Los padres se marcharon a cenar y Cristina puso una película de Disney. A las diez, como le habían dicho, subieron al piso de arriba para que los niños se acostaran.
Su habitación estaba en la buhardilla, aunque no había ventanas. Era grande y había muchos juguetes en las estanterías, pero Cristina sintió un escalofrío al reparar en una muñeca Barbie que tenía la cabellera y media cara quemadas.
Mientras los niños dormían, la canguro se quedó en el salón repasando unos apuntes. A las once sonó el teléfono y Cristina se sobresaltó. Contestó y solo escuchó una respiración. Iba a colgar cuando los niños empezaron a gritar.
Marcó el número de la policía, pero se fue la luz y el aparato dejó de funcionar. Buscó el móvil dentro de su bolso y no lo encontró. Pensó en salir corriendo, pero al final decidió coger un cuchillo de la cocina y subir a la buhardilla.
Entró en la habitación y palpó las camas: los niños no estaban. Fue entonces cuando unas fuertes manos tiraron de sus tobillos y la arrastraron hacia atrás. Sintió que unos dientes desgarraban su carne y justo volvió la luz. Lo último que pudo ver fueron los colmillos de la niña acercándose a su cuello. Lo último que oyó fueron las palabras de sus padres desde la puerta: «Terminad la cena, niños. No dejéis ni una gota».
Mivek y Sanza estaban profundamente enamorados. Él era un hombre joven, guapo y valiente, mientras que ella era la más bonita de la tribu en la que ambos habían nacido en Zaire. Mivek le había prometido a Sanza que la haría su esposa, así que para, demostrar su gallardía a toda la tribu, se aventuró a ir de cacería solo en la selva tropical. Su objetivo era capturar un par de aves exóticas que liberarían el día de su boda.
Tanto jóvenes como ancianos estaban a la expectativa, pues la selva ocultaba peligros inimaginables. Pero el mayor terror de todos era una extraña criatura que, según las historias de miedo de Zaire, habitaba en el corazón de la selva. Se trataba del Biloko, un ser espeluznante que despreciaba la vida. Sus potentes garras y afilados dientes destrozaban a cualquiera que se atreviera a pasar por la selva tropical de Zaire.
Mivek se despidió de todos, pero, en especial, abrazó a Sanza como si se despidiera de ella para siempre. Sanza, con el corazón entristecido por lo que percibió, esperó hasta la noche para seguir el rastro de su amado Mivek a través de la selva tropical. En plena oscuridad, caminó sigilosamente siguiendo las huellas de su prometido.
En medio de la selva, Sanza vio el brillo de los ojos y los temibles colmillos de un ser espantoso. Sus garras poderosas y afilados dientes dejaban ver la sed de sangre que tenía esa noche el Biloko. Despavorida, corrió entre la poblada selva, hasta que su corazón no aguantó más el terror.
Mivek escuchó un alarido terrorífico que venía de la profundo selva. Aquel tono de voz era inconfundible: se trataba de Sanza. El joven corrió tan rápido como pudo exclamando:
–¡Sanza! ¡Sanza! ¡Voy a por ti!
Pero sus gritos para tranquilizar a la joven fueron apagados por una fuerte garra que le cogió por la garganta. El Biloko no podía dejarlo salir vivo de la jungla. Con sus garras descuartizó el cuerpo del joven, mientras lo iba devorando ávidamente con sus feroces fauces.
Esa noche, los habitantes de la tribu de Sanza y Mivek escucharon los gritos despavoridos del joven mientras era descuartizado. En la madrugada, vieron aparecer la silueta de Sanza, quien parecía haber perdido totalmente el sentido. Al preguntarle, la joven, con la mirada perdida, solo repetía: “Biloko, Biloko”. Los lugareños entendieron que Sanza jamás podría recuperarse después de haberse topado con aquel monstruo que todavía hoy habita la selva zaireña.
Natalia despertó sudorosa tras sufrir una pesadilla. Carlos, su antiguo amante, la estaba persiguiendo últimamente en sueños. Se preguntó si sería debido a los remordimientos, pero lo que más le preocupaba era que llegara a gritar su nombre y su marido sospechara algo. Por suerte, el esposo seguía durmiendo como un tronco.
Se puso una bata sobre el camisón y salió al jardín. Tras unos meses sin jardinero, los parterres de flores estaban descuidados, llenos de hojarasca y malas hierbas. Avanzó bordeando la piscina mientras las ráfagas de viento aullaban y sintió un escalofrío al ver los setos. Recordó las rudas manos de Carlos sobre su piel y sus ávidos besos. Se había sentido tan sola durante el verano mientras su marido estaba de viaje…
De repente, le embargó una sensación de inquietud, como si alguien la estuviera observando desde las sombras. Algo rozó su tobillo y soltó un chillido. Se tambaleó, perdió el equilibrio y cayó en la piscina.
El agua estaba muy fría. Comenzó a nadar hacia el borde, pero algo se enredó en su pierna derecha. ¡No conseguía liberarse! Un grito de terror surgió de su garganta unos segundos antes de que algo empujara su cabeza bajo el agua.
Entonces sintió unas manos rodeándole la cintura, la caricia de un cuerpo muerto y frío que, sin embargo, era familiar. Era Carlos, que la arrastraba hacia el fondo mientras le susurraba: «Ahora estaremos juntos, amor. Me lo debes».
Su marido encontró el cadáver por la mañana. La policía concluyó que una pierna de Natalia se había enredado con la manguera, pero nadie descubrió que había otro cuerpo reposando bajo los setos. Ella misma había matado y enterrado a Carlos, el jardinero, para que no le contara nada a su marido, pero su amante nunca la olvidó.
Era viernes noche y, después de pasar toda la semana concentrado en los estudios, Raúl tenía ganas de salir. Había quedado con dos amigos en la discoteca, pero en el último momento le dieron esquinazo porque les salió un plan mejor. No obstante, decidió ir de todas formas, ya conocería allí a alguien.
Mientras conducía la moto empezó a llover. Aparcó en un callejón lateral, bajo unos balcones y ató la scooter a una farola. Cuando se giró para dirigirse a la entrada de la discoteca vio a una chica que le estaba observando. Llevaba un vestido de verano, totalmente empapado y por su rostro corrían lágrimas negras debido al rímel.
Se acercó a ella y, al ver que temblaba por el frío, Raúl le ofreció su chaqueta. La chica sonrió y accedió a entrar con él en el local. Pasaron toda la noche hablando y no salieron hasta las cinco de la madrugada. Él la acompañó hasta su casa y, al despedirse, ella le dio un beso en la mejilla.
Raúl estuvo todo el día siguiente pensando en la chica y al final decidió presentarse en su casa. Abrió una mujer mayor y le preguntó por su hija. «Hace tres años que murió en un accidente de moto», le explicó.
El chico pensó que se trataba de una broma macabra, pero la señora le enseñó unas fotografías e incluso le propuso ir juntos al cementerio. Sobre la lápida de la joven encontraron la chaqueta que Raúl le había prestado la noche anterior.
Una de sus compañeras se había puesto enferma y Amparo había tenido que hacer un turno y medio en el supermercado. Llegó a casa cuando iban a dar las diez de la noche. Estaba tan cansada que solo comió una manzana y se preparó para acostarse. Salía de la ducha cuando llamaron a la puerta con cuatro golpes secos.
Se puso una bata, abrió y quedó sorprendida al ver a una niña de unos siete años. Era rubia, con los cabellos largos y rizados, y llevaba lo que parecía un uniforme de colegio con su nombre: Verónica. «Señora, me he perdido», le dijo. Preocupada, Amparo comentó que debían avisar a la policía, pero la niña le pidió algo para comer.
Tras cenar, a Verónica se le cerraban los ojos y Amparo la acostó en la cama del cuarto de invitados. Por la mañana, cuando entró en la habitación para despertarla, la niña había desaparecido.
Amparo fue a la comisaría, pero no había ninguna niña desaparecida de esas características. Entonces, recordando el uniforme que vestía Verónica, pensó en que podía ser el que utilizaban en el hospicio para niños huérfanos.
«Tuvimos una niña llamada Verónica, pero hace dos años que murió», dijo sor Piedad mostrándole una foto. Era ella, tal como la había visto.
Esa noche, Amparo volvió a oír los cuatro golpes en su puerta. La niña le pidió de nuevo comida y la mujer se la sirvió. Después quiso acostarse. Durante la noche, Amparo entró en la habitación y, al tocar la sábana, el cuerpo de Verónica se desvaneció.
Solo quedó una hoja de papel con un mensaje escrito con letra infantil: «Gracias por la comida y por cuidarme. Ahora tengo que llevarme a las personas que no quisieron ayudarme».
Algunas historias de miedo para no dormir son universales y se pueden encontrar en diversos países y culturas, aunque es posible que existan varias versiones que cambian ligeramente. Un claro ejemplo de ello es la leyenda de la chica de la curva, que es muy antigua y todo el mundo ha escuchado alguna vez. Una particularidad de estas leyendas tan famosas es que hay quien cree que son historias reales de terror.
Esta historia de terror se encuentra entre los cuentos de miedo para no dormir más clásicos. Antiguamente, la mujer se aparecía ante un caballo o carruaje mientras éste circulaba por un sendero del bosque. Les pedía que la dejaran montar sobre un caballo o subirse al carruaje, hasta que, en un momento dado, les avisaba sobre algún peligro y desaparecía.
En las versiones modernas hay más variaciones. La autoestopista es un ser fantasmal que tiene apariencia femenina, normalmente es una chica joven, aunque también puede ser una niña o una adolescente. Incluso hay versiones en la que se trata de una novia vestida para la ocasión, y al final se sabe que murió tras casarse.
Al ver a la autoestopista, el conductor detiene el coche y ella ocupa el asiento de atrás. Cuando se acercan a una curva peligrosa de la carretera, la chica le avisa del peligro y desaparece. Después, el conductor descubre que justo en ese lugar había muerto una mujer en un trágico accidente.
En otras variaciones más macabras, la chica no avisa del peligro y mueren todos (excepto quien está contando la historia), o el conductor se asusta al ver que la joven desaparece, pierde el control del vehículo y acaba sufriendo un accidente mortal.
El personaje de Slenderman fue creado por Víctor Surge en el año 2009 para participar en un concurso de Photoshop. Es un ser que mide de dos a cuatro metros de altura, sin facciones en la cara, con extremidades y dedos muy largos, y seis tentáculos que surgen de su espalda. Siempre viste con traje negro, camisa blanca y corbata negra.
Tiene el poder de la invisibilidad y sus víctimas son los adolescentes y jóvenes adictos a los móviles, tabletas y ordenadores, quienes visitan asiduamente las páginas web que recopilan los mejores relatos de terror.
Slenderman se convirtió rápidamente en un personaje de estas historias terroríficas y se hizo viral. Nació en Internet y pasó a formar parte de la cultura popular, al alcance del mundo entero gracias a la red. Fue tal su repercusión que algunos jóvenes llegaron a creer en su existencia.
Así ocurrió en el caso de Annisa Weier y Morgan Geyser, dos niñas de doce años con pocos amigos pero con mucha imaginación, residentes en Wisconsin. El 31 de mayo del 2014, mientras simulaban jugar al escondite en un parque, apuñalaron 19 veces a una compañera del colegio, Payton Leutner.
Por suerte, la víctima logró arrastrarse hasta la carretera y fue trasladada con urgencia al hospital, donde consiguieron salvarle la vida. Las niñas declararon que lo habían hecho para probar la existencia de Slenderman y llegar a conocerlo, lo que solo es posible conseguir matando a alguien.
La leyenda de la Dama de Blanco es una de las historias de terror más antiguas que se conocen y se encuentra presente en varias culturas. Se trata del fantasma de una mujer que viste de blanco y que suele aparecer en zonas rurales o deambulando por las calles de algún pueblo.
Por lo general, tras las apariciones de este espectro hay una historia dramática: la pérdida del marido o de los hijos, la traición de algún ser querido o el deseo de venganza.
Durante la Edad Media, la aparición de la Dama de Blanco presagiaba que alguien cercano iba a morir. En la tradición inglesa, sin embargo, el espectro de esta mujer custodia un tesoro, pues murió sin haber podido decir a nadie dónde estaba escondido.
En Gales, la Dama de Blanco también es la guardiana de un tesoro. Según esta versión de la leyenda, un valiente caballero se acercó a ella y fue recompensado con la mitad del tesoro, pero él intentó llevárselo todo. Entonces la mujer lo mató utilizando su poder sobrenatural.
En España también existe una curiosa versión de la Dama de Blanco. La protagonista es Elena, quien fue amante del rey Felipe II y murió en extrañas circunstancias. Varios testigos aseguran haber visto su fantasma paseando por el tejado de la Casa de las Siete Chimeneas durante la noche, en la céntrica Plaza del Rey de Madrid.
Francisco era un joven piloto destacado en la Base Aérea de Albacete. Una mañana, partió a un curso de especialización que duraba un semestre. Pasaron los días hasta que tuvo que regresar a su destacamento.
Al llegar a la base militar, solo pensaba en relajarse y tomar un trago con su amigo Luis, el soldado asignado a la atención del bar del asentamiento. Francisco no podía estar más contento. Luis estaba en la puerta del bar y le invitó a pasar para que le contara cómo le había ido. Las horas pasaron y la charla se amenizaba al son de los tragos.
Francisco notó que solo estaban ellos en el bar, mucho mejor, pues así podrían conversar a sus anchas. Adentrada la noche, se despidieron con unas sonrisas y quedando para verse de nuevo al día siguiente.
A pasar por delante del bar a la tarde del día siguiente, Francisco se quedó extrañado al verlo cerrado. Le pareció muy raro, pues Luis siempre había sido puntual para abrir. Se asomó por las ventanas, pero no podía entender qué había pasado. Las mesas, las sillas, la barra y los otros muebles estaban cubiertos por telas polvorientas y roídas, como si llevaran allí varios meses. En el centro del bar había unas cintas grabadas con un aviso: “No pasar”.
Conmocionado, Francisco se dirigió a un oficial y le preguntó qué había pasado esa mañana en el bar y dónde estaba Luis.
–¿De qué hablas, Francisco? El bar lleva cerrado meses. Creí que ya lo sabías.
–¡Imposible! Anoche Luis y yo estuvimos brindando ahí dentro y quedamos en seguir conversando esta tarde.
–¿Estás borracho? Eso no puede ser…
–¿Acaso me ves con ánimos de bromear?
–¿Pero no te has enterado de lo que ocurrió en la cantina con Luis?
–No. ¿De qué me hablas?
–Luis se voló los sesos con un arma de reglamento hace tres meses. Desde entonces, nos quedamos sin cantina. Se suicidó en medio del bar justo cuando todos nos habíamos retirado a nuestras habitaciones.
Atónito y confundido, Francisco no podía parar de pensar en cómo era posible que le hubiera ocurrido aquello que parecía sacado de una de las historias de terror reales que se cuentan para asustar a los niños pequeños. Nunca volvió a ser el mismo.
Otro de los relatos de terror más populares es el del riñón robado. Se suele contar que es algo que le sucedió a un familiar o a un amigo de un conocido y muchos llegan a creer que se trata de una historia de miedo real, pero lo cierto es que nunca se ha denunciado ante las autoridades el robo de un riñón.
Suele tener lugar en escenarios muy turísticos y exóticos, como en Florida, Brasil o Bangkok, aunque también existe la versión española. El protagonista es un hombre joven que, tras ser seducido por una hermosa mujer, acaba siendo drogado y queda inconsciente.
Despierta un día después y descubre con terror que tiene una horrible cicatriz a la altura de los riñones. Incluso es posible que encuentre una nota, en la que le explican que su riñón está en poder de una organización de ladrones de órganos.
En otras versiones, el hombre entra en el probador de una tienda y allí mismo lo secuestran para extraerle el riñón. La pareja, novia o mujer acude a la policía para denunciar su desaparición y las autoridades consiguen llegar a tiempo para impedir la extracción del órgano.
También existe una versión de esta historia de miedo en la que la víctima es un niño, que es secuestrado en un supermercado o en un parque de atracciones.
Sin duda, la realidad puede ser mucho más aterradora que la ficción. Es una prueba de ello que muchas películas y novelas de horror se inspiren en historias de terror verdaderas y en leyendas de miedo reales.
El hecho de que sean ciertas hace que las siguientes historias de terror reales cortas resulten mucho más inquietantes:
Los vecinos del pintoresco pueblo de Galipán, ubicado en el Cerro Ávila, a lado del estado Vargas, en Venezuela, vieron cómo se asentaba en una finca cercana el Dr. Gottfried August Knoche. El prominente doctor alemán y su esposa se mudarían a la hacienda Buena Vista, lugar que ahora está en ruinas, pero que todavía puede ser visitado por aquellos interesados en las historias de terror reales.
Corría la década de 1880 cuando el Dr. Knoche se estableció en la hacienda que, retirada de los ojos curiosos de los vecinos, rápidamente sería señalada como un lugar donde ocurrían enigmáticos hechos. El médico, reconocido y admirado por ser tanto fundador como director del Hospital San Juan de Dios, gestaba en su laboratorio privado un místico secreto.
Para los vecinos del lugar se convirtió en costumbre ver carretas con cadáveres no reclamados que el Dr. Knoche compraba para hacer sus experimentos. La lúgubre procesión era constante en los escarpados caminos que van de Caracas a Galipán. ¿Qué clase de experimentos hacía el Dr. Knoche con esos cadáveres anónimos?
Pronto los rumores se esparcieron sobre los hallazgos científicos del galeno alemán. Todo apunta a que se trataba de un extraordinario elixir que, al aplicarlo como un suero intravenoso, detenía el proceso de descomposición de cadáveres.
La historia quedó ratificada cuando, un día, en la puerta de la hacienda Buena Vista, el mismo doctor colocó a un perro y a quien en vida había sido uno de sus sirvientes, el soldado José Pérez, perfectamente momificados. Lo más sorprendente es que los cadáveres parecían casi vivos sin haberles retirado los órganos internos.
Solo tenía que inyectar la solución en la yugular del difunto para detener el proceso de descomposición. Aunque al principio sus experimentos fueron vistos como una aberración, rápidamente se esparció por toda Caracas y La Guaira el rumor de la existencia del suero embalsamador del Dr. Knoche.
Fue así como el eminente doctor embalsamó animales y personas, sobre todo seres queridos que más de un caraqueño quería tener cerca para no sentir la tristeza de su muerte. Uno de los embalsamados más famosos fue Tomás Lander, político de la época, a quien sus familiares mandaron embalsamar con el elixir de Knoche. Una vez culminado el proceso, lo maquillaron y sentaron en su escritorio durante años, hasta que decidieron darle cristiana sepultura.
De la fórmula secreta no se supo nunca su composición. Tampoco la vendió, aun cuando le ofrecieron mucho dinero por ella. Solo se sabe que, cercano a su muerte, preparó dos frasquitos con el suero embalsamador: uno para él y otro para su enfermera, Amalie Weismann, a quien le dejó claras instrucciones de cómo aplicárselo a él…, y a ella misma.
Sus cuerpos, así como los de algunos integrantes de la familia Knoche, fueron depositados en el mausoleo erigido en la hacienda Buena Vista. Y aunque la casona de la hacienda fue saqueada en busca de datos que revelaran la fórmula embalsamadora, todavía puede sentirse la presencia de los curiosos ocupantes que la habitaron después de la muerte.
Una de las historias de miedo que parece surgida de las mentes más retorcidas y macabras de los guionistas de Hollywood es la de Anatoly Moskvin, un ruso de 45 años residente en la ciudad de Nizhny Novgorod.
Moskvin era un académico muy reconocido en ciertos círculos, escritor y experto en la historia de los cementerios de la zona. A finales del 2011 la policía estaba investigando algunos casos de profanación de tumbas y visitaron al erudito buscando su asesoría. Sin embargo, lo que descubrieron en su apartamento les dejó sin aliento.
Junto a estanterías repletas de libros, montones de ropa infantil y juguetes encontraron 29 muñecas de tamaño natural ataviadas con ropa antigua. La apariencia extraña de esas «muñecas» y el olor que se percibía en todo el apartamento enseguida alertó a la policía, por lo que realizaron un examen más concienzudo.
De esta forma salieron a la luz las macabras actividades de Moskvin, que confesó ser el responsable de unas 150 profanaciones de tumbas. Robaba los cadáveres de niñas y mujeres jóvenes y los momificaba para transformarlos en «sus muñecas».
Durante la investigación averiguaron que, cuando tenía 13 años, murió su mejor amiga, a la que quería mucho. Aquello le afectó profundamente. Su intención había sido la de ofrecer una suerte de vida eterna a todas esas niñas.
Fue diagnosticado de esquizofrenia paranoide y encerrado en un psiquiátrico, donde sigue ingresado hoy en día.
En Guadalajara, en el estado de Jalisco, se encuentra la tumba de Nachito, que es famosa en todo México. Son muchos los que se sienten atraídos por la leyenda que la rodea y deciden visitarla y dejar dulces o juguetes como ofrenda.
La leyenda que inspira esta historia de terror empezó el 24 de mayo del año 1882, cuando tuvo lugar la muerte de Ignacio Torres Altamirano, conocido popularmente como Nachito. El niño sufría nictofobia (miedo a la noche y a la oscuridad), por lo que sus padres alumbraban su habitación con velas.
A los 3 años de edad, durante una noche muy ventosa, las velas se apagaron y Nachito sufrió un infarto debido al terror que le produjo la oscuridad absoluta. Fue sepultado en una tumba sencilla, pero entonces ocurrió algo insólito: el sepulturero encontraba cada mañana su ataúd fuera de la tumba. Esto sucedió durante diez días consecutivos.
Sus padres llegaron a la conclusión de que Nachito seguía sintiendo terror durante la noche, por eso su ataúd salía de la tierra. Decidieron colocar su cuerpo en un ataúd de piedra, con unas aberturas para que entrara la luz natural. Además, construyeron un pilar en cada esquina, sobre los que encendían una vela.
La solución fue todo un éxito y el ataúd no volvió a moverse. Las personas que visitaban su tumba comenzaron a dejarle juguetes y siguen haciéndolo en la actualidad. Algunos aseguran que sienten su presencia, que han oído su voz mientras está jugando y que han visto cómo los juguetes se mueven solos.
Entre las leyendas de miedo verdaderas más conocidas de México también se encuentra la de La planchada. Con este apodo popular se hace referencia al espectro de una enfermera que viste un uniforme almidonado y que se aparece por los pasillos del Hospital Juárez, en Ciudad de México. Es una de las historias de terror más populares del lugar, pero no por ello deja de dar miedo.
Según la leyenda, esta enfermera se llamaba Eulalia y comenzó a trabajar en el Hospital Juárez alrededor de 1950. Era rubia, bonita, con los ojos azules y destacaba por ser muy aplicada en su trabajo y atenta con los pacientes.
Desgraciadamente, se enamoró de un apuesto doctor que coqueteaba con muchas mujeres. Empezaron una relación, pero él la engañaba de forma continua. Un día, con la excusa de asistir a un congreso, se marchó y Eulalia descubrió más tarde que se había casado con otra.
La joven cayó en una depresión, enfermó y murió en el hospital. Fue entonces cuando algunos pacientes empezaron a recibir la visita de La Planchada, una enfermera muy atenta que lucía un uniforme impecable y bien planchado y que les administraba medicamentos y les arropaba.
Muchos testimonios aseguran haberla visto a lo largo de los años, la mayoría de las veces entre los pacientes más graves. Uno de los testigos fue una anciana de ochenta años, recién operada. Explicó que una enfermera le había cambiado el suero, pero que,por más que la miró, no consiguió distinguir su rostro. Luego entró en el baño y nunca salió.
Todos los miembros del personal que trabajaban aquel día negaron haber entrado en la habitación de la anciana.
Jim Chinnery acudió al cementerio de Ipswich, Reino Unido, el 22 de marzo de 1959 para visitar la tumba de su madre, Ellen Hammell, que había muerto la semana anterior. Su esposa Mabel le acompañó y, entre los dos, limpiaron el nicho.
Después hicieron algunas fotografías en el camposanto y, al ver que solo quedaba una única foto en el carrete, Mabel decidió fotografiar a su marido, que ya estaba sentado en el coche y la esperaba para emprender el regreso a casa.
Cuando revelaron el carrete descubrieron con gran desconcierto que, en la última fotografía, se apreciaba la silueta de una persona sentada tras el asiento del conductor, ocupado por Jim, a pesar de que no había nadie más en el coche. Reconocieron asombrados que se trataba, sin ningún tipo de duda, del fantasma de la señora Hammell, cuya tumba acababan de visitar.
La madre de Jim siempre se sentaba en aquel lugar cuando se desplazaban en automóvil, ya que le gustaba conversar con el conductor durante el viaje. El matrimonio Chinnery consideró que la fotografía es un testimonio de que la madre de Jim sigue cumpliendo sus promesas, pues sus últimas palabras fueron: «Siempre estaré a tu lado».
Varios expertos en fotografía y parapsicología, entre otros investigadores, han analizado esta fotografía en diversas ocasiones y todos han llegado a la misma conclusión: no hay duda de que es auténtica y que hay alguien sentado tras el conductor.
Para a aquellos que no tienen la posibilidad de leer las historias de terror anteriores, o que prefieren la sensación de angustia e incertidumbre que genera un relato de terror narrado por un profesional, a continuación dejamos una selección de cuentos de terror en vídeo para adultos y un apartado especial de historias de terror en vídeo para niños.
Diversos estudios han demostrado que leer cuentos de miedo, relatos de historias terroríficas reales y ver películas de terror y vídeos de terror es positivo para la salud física y emocional.
En primer lugar, la producción de adrenalina aumenta y, en consecuencia, se activa el sistema nervioso, lo que es un mecanismo que permite que la persona esté preparada para conseguir huir o enfrentarse al peligro.
En una investigación realizada por la Universidad de Coventry (Reino Unido) en el 2003, el equipo de científicos estudió a 32 voluntarios y se constató un incremento significativo en la cantidad de glóbulos blancos (encargados de combatir las infecciones y enfermedades), lo que conlleva una mejoría en el sistema inmunológico.
Por lo tanto, los investigadores consideran que la literatura y el cine de terror producen un «estrés bueno», que activa el organismo y mejora la función inmunitaria.
Además, el hecho de que aumente la frecuencia cardíaca y los niveles del dióxido de carbono expelido y del oxígeno consumido conlleva un gasto de calorías, lo que puede ser equivalente a un paseo de 30 minutos.
Por otra parte, el estímulo de un buen susto mejora el estado de ánimo. Las hormonas y neurotransmisores que se liberan durante una experiencia aterradora hacen que la persona sienta después menos ansiedad y frustración y, en definitiva, aumenta su bienestar.
Ya sean historias de miedo reales, de ficción o leyendas de terror para niños, no hay duda de que las historias de terror para no dormir fascinan a un gran número de lectores. Si al placer de la lectura se le suman los beneficios que los cuentos de terror aportan a la salud, la conclusión es que todos deberíamos leer más historias de miedo.
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me encanto la pagina wed
yes is good
da miedo
Muchas composiciones hermosas, me gusta leer composiciones de fantasmas, disfruté mucho leyendo, lo compartiré con mis amigos.
No todos los brebajes son fantásticas recapitulaciones de historias. Algunas, como la tumba de Nachito, me resultan muy agradables. Incluso si no todos mis amigos comparten mi afiliación, me gusta leer sobre esas conexiones. Recomiendo ir a la página si desea obtener más información sobre las conexiones de terror.
Está rebueno me gusto mas el de coleccionista de muñecas UwU
He escuchado casi toda la mayoría de esas historias y tambien les recomiendo la leyenda de terror llamada “Sally juega conmigo" o la leyenda del “Take Take"
super terrorifico
no tanto
Super interesantes las historias, pero quien es el autor de “Ayúdame “
Muy buenas historias, sono para estar pegado a la página leyend. Excelentes artículos
quiero encontrar un cuento o relato de terror que es japones, trata de un trabajador de oficina que sale con sus compañeros a un bar de sushi y al salir antes del bar siente una presencia fantasmal cuando el se dirije a la estacion de trenes
se llama el "teke teke"