Camboya es un destino turístico muy solicitado por sus majestuosos templos que datan del siglo IX. El más emblemático de ellos es Angkor Wat, una imponente estructura de piedra de la que emana la espiritualidad de la época imperial.
Sin embargo, una historia secreta de la arquitectura camboyana se encuentra en el jardín trasero de una humilde vivienda en la ciudad de Siem Reap.
Planos, bocetos y réplicas en miniatura de los santuarios divinos siguen bajo la protección de Dy Proeung, quien arriesgó su vida para preservar su legado histórico de la violencia política de un régimen guerrillero que azotó al país en la década de los 70.
Relatos de una persecución
Con el arribo al poder del Partido Comunista de Kampuchea (PCK), conocido también como Khmer Rouge, se inició una lucha idealista que desencadenó la destrucción de sitios religiosos e históricos, así como la erradicación de la floreciente cultura creativa en Camboya, de la que Proeung había sido parte.
Este arquitecto fue dibujante del grupo de investigación para la salvaguarda de los templos camboyanos, con lo que se sintió íntimamente vinculado.
“Creo que fui reencarnado… Nací al mismo tiempo que Angkor Wat fue construido y reencarnado a lo largo de la historia para trabajar con los templos”, dijo para ilustrar el arraigo de su pasión.
Dada su educación y trabajo Proeung se convirtió en objetivo del régimen y su vida corrió peligro, como las de 1,7 millones de camboyanos intelectuales, artistas, profesionales y empleados del gobierno derrocado que fueron asesinados por el nuevo régimen.
Una misión: preservar un legado
Con su vida en riesgo, Dy Proeung se vio obligado a ocultar su identidad y, ante una inminente redada a su morada, optó por enterrar sus documentos, planos y fotografías para no dejar evidencia de su pasado, lo que significaría una sentencia de muerte.
Desplazado hacia zonas rurales y obligado a trabajar como campesino, este arquitecto pudo sobrevivir a la cruenta época. En un esfuerzo por rescatar el legado cultural de su comunidad, ejerció funciones de supervisión en el desarrollo de la infraestructura local.
Desenterró todos sus planos y bocetos, ahora antiguos, que parecían formar parte de una vida anterior. Con ellos comenzó a reconstruir las versiones miniatura de los cuatro templos en los que había trabajado: Angkor Wat, Ta Keo, Bantaey Srey y Bayon.
Ahora, con 82 años, Dy Proeung se aferra a su labor de transmitir el legado histórico a las nuevas generaciones. Sus modelos religiosos a escala todavía permanecen en el patio de su casa, ya con clara muestra de lo sufrido con el paso del tiempo a la intemperie.