La araña viuda parda, una especie invasora conocida por su potente veneno neurotóxico, ha encontrado un aliado inesperado en su conquista de nuevos territorios: una bacteria del género Rhabdochlamydia.
Un estudio reciente ha revelado que esta bacteria, estrechamente relacionada con patógenos humanos como la clamidia, infecta a más del 86% de las arañas viudas pardas analizadas en tres continentes diferentes.
El descubrimiento, publicado en la prestigiosa revista Scientific Reports, arroja luz sobre los mecanismos que permiten a esta araña adaptarse y prosperar en diversos entornos urbanos alrededor del mundo.
La investigación, liderada por la doctora Monica Mowery de la Universidad Ben-Gurion del Néguev y la City University de Nueva York, comparó las comunidades microbianas de poblaciones de arañas viudas pardas en Sudáfrica, Israel y Estados Unidos.
«Nuestros hallazgos sugieren que esta bacteria clamidia dominante y ampliamente prevalente desempeña un papel crucial en el éxito invasivo de la araña viuda parda. La presencia de Rhabdochlamydia en los huevos de las arañas hembra indica una transmisión vertical de madre a descendencia, lo que podría conferir ventajas adaptativas desde el nacimiento», explicó la doctora Mowery.
La Latrodectus geometricus, nombre científico de la araña viuda parda, es originaria de Sudáfrica, pero ha logrado establecerse en climas cálidos de todo el mundo, desplazando a menudo a especies nativas.
Su primera aparición documentada fuera de su hábitat original se remonta a 1980 en Tel Aviv, Israel. Desde entonces, ha colonizado rápidamente nuevos territorios, llegando incluso al sur de Florida en la década de 2000 y expandiéndose por Estados Unidos.
El doctor Yuval Gottlieb, coautor del estudio y profesor asociado de la Universidad Hebrea de Jerusalén, dijo que la relación simbiótica entre la araña viuda parda y la bacteria Rhabdochlamydia podría ser clave para entender cómo algunas especies invasoras logran adaptarse tan eficazmente a nuevos entornos.
La investigación reveló que las poblaciones de arañas en Sudáfrica albergaban una mayor diversidad de cepas bacterianas en comparación con las poblaciones invasoras en Israel y Estados Unidos.
Esta observación respalda la hipótesis de que la araña viuda parda se originó en el sur de África y ha llevado consigo solo una parte de su microbioma original en su expansión global.
El equipo de investigación utilizó técnicas avanzadas de secuenciación genética para analizar el microbioma de 240 arañas viudas pardas recolectadas en los tres países.
Los resultados mostraron una presencia abrumadora de Rhabdochlamydia en el 86% de las muestras, un porcentaje significativamente mayor que el observado en estudios previos con otros artrópodos.
La doctora Sarah Johnson, aracnóloga de la Universidad de California en Berkeley, expresó que este descubrimiento abre nuevas vías de investigación sobre el papel de los microorganismos en la invasión biológica. Podría conducir al desarrollo de estrategias más efectivas para controlar la propagación de especies invasoras.
Es importante destacar que, a pesar de la relación de Rhabdochlamydia con patógenos humanos, no hay evidencia de que la picadura de estas arañas pueda transmitir enfermedades similares a la clamidia a los seres humanos.
Sin embargo, su veneno sigue siendo peligroso, especialmente para niños pequeños y ancianos.
El doctor Roberto Sánchez, ecólogo de la Universidad Autónoma de Madrid, señaló que el estudio subraya la complejidad de las invasiones biológicas. No solo se debe considerar a la especie invasora en sí, sino también a todo el ecosistema microbiano que lleva consigo.
La investigación también plantea interrogantes sobre cómo la presencia de Rhabdochlamydia podría afectar la fisiología y el comportamiento de las arañas viudas pardas.
Algunos científicos especulan que la bacteria podría influir en la resistencia a pesticidas, la tolerancia a diferentes condiciones climáticas o incluso en la producción de veneno.