Destacar ciertas composiciones de la música clásica como la música clásica más famosa es un asunto complejo que se agudiza aún más si, entre dichas obras quiere hablarse también de la mejor música clásica. Esto se debe no solamente a las múltiples piezas de alta calidad que se desarrollaron durante la época clásica de la música, sino también a los comunes desacuerdos existentes entre los expertos y no expertos.
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Las obras del periodo clásico se caracterizan por su virtuosismo y alta destreza técnica, ellas son realizadas para cumplir altos estándares de calidad, pero los detalles de tonalidad, ritmo, ejecución, técnica y otros marcan las diferencias que, en un primer momento, le permiten a los expertos referirse a ciertos trabajos como lo mejor de la música clásica, así como hablar de distintos tipos de música clásica.
Otros criterios que se toman en cuenta al hablar de las mejores piezas de la música clásica son la trascendencia de las obras en la cultura y en el tiempo. Se da por hecho que los trabajos de alta calidad no son olvidados por más años que pasen, sino que continúan siendo valorados y estudiados por las generaciones sucedáneas, una situación asociada a la idea del “legado” que dejan los autores de música clásica después de su muerte.
¿Cuántas veces has pensado “quiero escuchar música clásica buena? La siguiente selección de música clásica puede ser un buen punto de inicio. Con las siguientes obras musicales famosas no solamente queremos destacar algunos ejemplos de música culta relevantes, sino también ilustrar algunos antecedentes lejanos y aún influyentes de la música de la actualidad.
Escucha nuestro playlist con la mejor música clásica mientras lees los detalles de cada una de las piezas:
La Primavera Apalache de Aaron Copland forma parte de la poco hablada etapa moderna de la música clásica. Este trabajo de la década de los cuarentas ilustra el proceso de desarrollo que los Estados Unidos enfrentaba a principios del Siglo XX al invocar el surgimiento de las metrópolis y un panorama social más optimista y estable posterior a la catástrofe generada por el crac del 29 y la Gran Depresión.
Los primeros minutos de esta composición dan cuenta de un despertar, que bien pudiese asociarse al amanecer de Estados Unidos como nación en medio del siglo anterior tal como indicaría este video de música clásica.
Esta es la obra más importante de la compositora canadiense Ann Southham y un nombre común de ver en la música selecta instrumental. Las casas de vidrio son un conjunto de conciertos de piano enmarcados en la corriente del minimalismo, ofreciendo una estructura musical profunda y compleja que, no obstante, es fácil de ser captada por los oídos no entrenados.
La Habanera es una de las arias de Carmen, ópera de cuatro actos del compositor francés George Bizet. Esta obra se ambienta en España, país que Bizet no había visitado al momento de su composición.
La Habanera se basa en una composición española llamada El Arreglito, de Sebastián Yradier. Bizet consideraba que esa pieza representaba muy bien el sonido folklórico de España para ese entonces, por lo que lo usó para dotarle a su ópera el “sabor español” que debía tener al ésta ambientarse en Sevilla.
Pieza de música incidental compuesta por Edvard Grieg para la obra de teatro Peer Gynt de Henrik Ibsen, específicamente la sexta escena del acto II. Inicialmente, la composición formaba parte de opus 23 del autor, pero extrajo este pasaje para incluirla en la suite №1 de la obra teatral.
Esta pieza da cuenta del momento en que Peer Gynt, protagonista de la obra, entra en el salón del Rey de la Montaña en una secuencia de sueño.
Nessum dorma, traducida como “Que nadie duerme”, es un aria correspondiente al acto final de Turandot, ópera de Giacomo Puccini. Esta pieza marca el clímax musical de la obra, y ha destacado más que el aria de la propia protagonista porque Nessum Dorma es más “cantable”.
Puccini nunca vio esta pieza siento interpretada. Ella fue apenas estrenada en 1926, solo dos años después de su fallecimiento. El tenor Luciano Pavarotti hizo de ella su aria por excelencia, siendo interpretada por él durante la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno de Turín de 2006, su última actuación.
William Tell fue la última de las 39 óperas compuestas por Gioachino Rossini, y su obertura de cuatro movimientos permanece como uno de los pasajes más reconocibles de todo su repertorio.
Es una pieza común entre la música clásica para escuchar en algunos comerciales y espacios televisivos. Uno de estos espacios corresponde a las caricaturas de los Looney Tunes.
Esta pieza de órgano recoge influencias de la corriente organística de Alemania del Norte y la de Alemania del Sur, ambas comprendidas dentro del periodo barroco.
No se sabe con exactitud la fecha de esta composición. Algunos análisis la ubican a principios del siglo XVIII, pero también se ha sugerido que esta tocata fue de las últimas obras de Bach, fechándola en el año 1750 que corresponde a su deceso.
La Sexta Sinfonía de Beethoven es conocida también como la Sinfonía Pastoral en tanto expresa el propio afecto que tenía el compositor hacia la naturaleza orgánica. Esta obra de 5 movimientos es la primera del artista en contener explícitamente contenido programático.
La Sinfonía Pastoral se estrenó junto con la mejor conocida Quinta Sinfonía en un recital de cuatro horas de duración en Viena durante diciembre de 1808. Tiene una duración aproximada de 40 minutos.
Carl Orff basó esta cantata en 24 poemas de la colección medieval del mismo nombre. Esta cantata se caracteriza por su accesibilidad y discurso directo más allá de estar escrita para una gran orquesta.
En esta obra no hay estructuras armónicas complejas ni tampoco polifonía, dos rasgos que dan cuenta de una sencillez que no está presente en la interpretación vocal de las arias que las componen, que están dadas a ser cantadas en falsete para ilustrar el sufrimiento de los personajes.
Conocida también como la Sinfonía del Nuevo Mundo, Antonín Dvorák compuso su Novena mientras fungía como director del Conservatorio Nacional de la Música de América entre 1892 y 1895. La obra se estrenó en 1895 bajo la batuta de Anton Seidi.
El mismo Dvorak afirmó que la música nativa estadounidense le sirvió de inspiración para componer la obra, permitiéndole escribir melodías que expresasen las particularidades de esa música.
Es una suite escrita para instrumentos de viento que George Haendel escribió mientras estaba bajo contrato del Rey Jorge II de Gran Bretaña. Esta pieza celebra el fin de la Guerra de Sucesión de Austria y, a diferencia de muchas de las mejores canciones de música clásica, ella tuvo un gran éxito al ser estrenada.
La música para los reales fuegos de artificio fue tocada durante el jubileo de oro de la Reina Elizabeth II en junio de 2002 bajo la batuta de Andrew Davis. Este evento se realizó en los jardines del Palacio de Buckingham, y fue acompañado de fuegos artificiales.
Gustav Mahler escribió su quinta sinfonía en su casa de veraniego entre los años 1901 y 1902. El autor alemán compuso la pieza para una orquesta, ofreciendo una diversidad musical que va de la mano con el amplio alcance emocional de su obra.
Es a partir de su quinta sinfonía cuándo el contrapunteo se vuelve un elemento importante en el proceso compositivo del artista. Esto se debe en parte a que tuvo acceso a los trabajos de Bach, uno de los grandes artistas de música clásica y que era especialmente dado a incluir contrapuntos en sus obras.
Sinfonía incompleta es el nombre popular que recibe la octava sinfonía elaborada por Schubert. Dicho nombre viene que el compositor solamente pudo completar dos de sus movimientos antes de morir en el año 1828, seis años después de empezar su composición. Más allá de eso, esta pieza forma parte de las grandes sinfonías famosas de la historia.
Esta pieza a veces es referida como la primera sinfonía romántica, lo que se debe al énfasis que coloca esta composición en el impulso lírico contenido en la estructura dramática de la forma sonata. Además, usa combinaciones específicas del timbre instrumental que “profetizan” el posterior movimiento romántico.
Es una pasión oratórica escrita por Bach para voces solistas, doble coro y doble orquesta. Pasión según San Mateo representa el sufrimiento y la muerte de Jesucristo desde la perspectiva de San Mateo, uno de sus doce apóstoles. Es la obra más extensa de Bach, teniendo una duración aproximada de 2 horas y media, aunque hay interpretaciones que superan las dos horas.
Bach introduce simbolismos musicales a lo largo de la obra. Por ejemplo, cada vez que habla el personaje de Cristo, aparecen tonos largos de cuerdas a modo de simbolizar lo divino. Los otros personajes, por su parte, solo son acompañados por el bajo continuo.
Esta pieza de la música clásica de siempre recibe el nombre informal de La trucha debido a su cuarto movimiento, un conjunto de variaciones sobre un tema original de Schubert conocido por el mismo nombre.
Schubert escribió esta composición cuando tenía apenas 22 años, pero no fue liberada al público sino hasta 1829, 1 año después de su muerte. Es posible que él haya escrito La Trucha por encargo del mecenas musical y violonchelista Sylvester Paumgartner, que también le habría sugerido mencionar las variaciones previamente mencionadas.
Esta composición de Tchaikovsky es su concierto para violín más conocido. Tiene una duración aproximada de 35 minutos a través de sus 3 movimientos constitutivos.
Tchaikovsky escribió la pieza cerca de las costas del Lago Geneva. Él había visitado este lugar para recuperarse de su depresión surgida por su desastroso matrimonio con Antonina Miliukova. La pieza fue completada en 1 mes, incluso después de haber tenido que reescribir el movimiento intermedio por completo.
La última sinfonía de Mozart fue la número 41, conocida también como la sinfonía Júpiter en honor al dios de la mitología romana. Siendo una de las mejores canciones clásicas de la historia, la sinfonía Júpiter ofrece un gran contraste respecto a la lenta y melancólica sinfonía 40 del mismo autor.
Esta pieza está escrita en la tonalidad de mi mayor, y es posible que sea la parte final de la trilogía final de sinfonías elaboradas por el compositor considerando que esta pieza no cuenta con introducción, pero sí con un apoteósico final.
La Quinta Sinfonía de Tchaikovsky fue compuesta entre el proceso compositivo de su Sinfonía Manfred de 1885 y su Sexta Sinfonía. El autor consideró en su momento que la obra era un fracaso, principalmente por su cierre ligeramente antinatural. No obstante, en la actualidad se le considera uno de sus trabajos más conocidos.
Es una sinfonía de cuatro movimientos que Beethoven dedicó al conde Moritz Von Fries. Según registros, Beethoven consideró esta sinfonía como uno de sus mejores trabajos, destacando particularmente el segundo movimiento, un Allegreto, que posteriormente sería interpretado de manera aislada del resto de la sinfonía.
Beethoven estrenó la sinfonía en un concierto de caridad para los soldados heridos durante la Batalla de Hanau.
El Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo fue terminado en París en el año 1939, pero su estreno data de noviembre de 1940, cuando se presentó en la ciudad de Barcelona. Es una de las pocas piezas escritas para guitarra española y orquesta.
Rodrigo era prácticamente ciego desde los 3 años de edad, por lo que proceso compositivo era peculiar. En primer lugar, realizaba la notación en braille, y lo pasaba a un pentagrama con la ayuda de un copista. Posteriormente, trabajaría por sí solo en la partitura hasta tener una versión definitiva.
Este concierto de piano de tres movimientos es una de las piezas más famosas del autor, representando su consagración como pianista y compositor de la corriente romántica.
Rachmaninoff escribió la pieza como confirmación de que había superado por completo la depresión en que se había sumido después del fracaso de su primera sinfonía, que hoy es mucho mejor apreciada que cuando su estreno.
La Flauta Mágica fue la última ópera escenificada de Mozart mientras estaba vivo. Fue estrenada el 30 de septiembre de 1791, solo dos meses antes de su muerte. El mismo Mozart fungió como su director.
En esta ópera de dos actos se presentan arias musicales para cada personaje, algunas con un alto grado de complejidad técnica. Las arias de soprano para la Reina de la Noche son algunas de ellas, representando un momento crucial en la obra al ilustrar cómo ella intenta motivar al príncipe Tamino a rescatar a la hija de la Reina, la princesa Pamina.
La música compuesta por Mozart para esta obra con libreto de Lorenzo da Ponte se considera una de sus mejores creaciones a pesar de haber recibido muchas críticas en su época.
La obertura en re mayor es especialmente recordada por no usar ninguno de los temas específicos de la obra como tal, siendo esto una práctica habitual en el Mozart ya adulto.
La suite de 20 minutos que Tchaikovsky escribió para la producción original de la obra representó un éxito en contraste al relativo fracaso de la obra en sí.
La obra del compositor pertenece el periodo romántico, y destaca por el uso de la celesta, un instrumento que Tchaikovsky había usado previamente en una obra menos conocida, la balada sinfónica La Voyevoda.
Para Elisa es una bagatela de piano escrita en La menor y supuestamente elaborada por Beethoven. La pieza fue publicada en 1867 en una transcripción basada en un supuesto manuscrito autógrafo del autor y del que no hay pruebas que lo confirmen.
Es posible que el título de esta obra sea un error, y que ella en realidad deba llamarse Para Teresa, que fue el nombre de una alumna de Beethoven al cual él se le declaró en 1810. El error se debería a un error de transcripción motivado a la pobre caligrafía del manuscrito autógrafo.
Esta suite sinfónica de finales del siglo XIX se considera la obra más popular de Nikolai Rimsky-Kórsavov. Está basada en el cuento Las Mil y Una Noches, o Noches de Arabia, y le debe su nombre al personaje principal de la obra.
Este es un trabajo dirigido a una gran orquesta y en que se perciben dos rasgos puntuales de la música rusa en general: una orquestación colorida y deslumbrante, y un marcado interés en el Este, así como en el orientalismo a grandes rasgos.
Es el único concierto para violín compuesto por Brahms, que era más hábil con el piano que con este instrumento. Por esto, durante la composición de la obra consultó varias veces a su amigo Joseph Joachim, al que también le dedicó la pieza.
Esta pieza tiene varias dificultades técnicas, principalmente en ciertas secciones para la mano izquierda. Este concierto dura poco más de media hora, y se compone de tres movimientos, a veces contando con acompañamiento de piano, lo que la convertiría en la única pieza de música clásica de piano y violín hecha por el autor.
El primer cuarteto para piano escrito por Brahms empezó a escribirse en 1856, pero no sería terminado hasta el año previo a su estreno. Como la mayoría de cuartetos para este instrumento, está escrito para acompañamiento de violín, viola y cello.
Esta pieza se estrenó en Hamburgo con la pianista Clara Schumann en el piano. La obra también fue tocada en Viena el año siguiente, pero con el propio Brahms en el piano, contando con el apoyo del cuarteto Hellmesberger.
Este oratorio en inglés compuesto por Haende se estrenó en Dublín en abril de 1743. Él ya había sido reconocido por sus composiciones de ópera italiana, pero durante los treintas decidió probar su suerte a los oratorios en inglés para seguir el pulso de los gustos del público de ese momento.
A diferencia de sus trabajos anteriores, donde hay una marcada impronta italiana, su Mesías se basa en las pasiones y cantatas alemanas. Él escribió su obra para conjuntos vocales e instrumentales modestos, pero, después de su muerte, se hicieron producciones a mayor escala.
Este concierto para violín escrito fue el último gran trabajo orquesta del compositor alemán Felix Mendelsshon. Aunque él la concibió en 1838, le tomarían unos 6 años para ser completada y otro más para su estreno.
El concierto fue bien recibido en su tiempo, y pronto fue considerado como uno de los ejemplos de música de violín clásica de toda la historia. La obra sigue siendo popular en la actualidad, y ha cosechado reputación como un trabajo que todos los violinistas virtuosos deben tener en su repertorio.
Estas seis suites para cello sin acompañamiento probablemente fueron escritas dentro del periodo en que Bach fungió como maestro de capilla en Köthen. En la actualidad, permanecen como unas de las piezas de cello más reconocibles y reproducidas en la historia.
No se sabe el exacto orden cronológico en que el compositor elaboró estas 6 suites para cello, pero los investigadores comentan que Bach quería darles una naturaleza cíclica en vez de un orden arbitrario.
Este concierto de piano ha tenido tres versiones principales: la primera data de 1785, la segunda del verano de 1879, y una última de diciembre de 1888. En general, esta pieza es reconocida como uno de los más populares conciertos para piano de la historia, y de las obras más conocidas del autor.
La primera versión fue muy criticada por el pianista elegido de Tchaikovsky, Nikolai Rubinstein, pero posteriores versiones del concierto lo convirtieron en un gran fanático del trabajo.
Estos conciertos fueron un regalo de Johann Sebastian Bach para Christian Luis, marqués de Brandenburgo. Aunque ellos fueron entregados en 1721, es muy probable que Bach los haya compuesto en los años en que fungía como maestro de capilla de Köthen. La partitura completa no pudo ser usada hasta 1734 dado que Bach no contaba antes con los músicos suficientes para interpretar la obra.
Tocados en conjunto, los conciertos tienen una duración aproximada de 1 hora con 40 minutos, una extensión relativamente larga. En ellos se ven utilizados una enorme variedad de instrumentos de música clásica, lo que justifica el porqué de que Bach no haya podido interpretar esta obra en su totalidad por un tiempo.
La sonata está escrita en la tonalidad de do menor sostenido, y es una de las mejores canciones de Beethoven, y también de las más reconocidas canciones clásicas de piano. Beethoven ya padecía de sordera al elaborar esta pieza, tal como le confesaría a su círculo cercano.
Esta composición fue dedicada por el artista a una de sus alumnas, la condesa Giulietta Guicciardi, y que probablemente era objeto de los afectos del compositor. Debido a esto y también por su melodía, la sonata Luz de Luna ha sido considerada de vez en cuando como música clásica de amor.
Esta pieza escrita por Mozart contempla elementos de sinfonía como de concierto, de allí su nombre. Él se encontraba en el medio de un viaje por Europa que lo llevó a visitar París y Mannheim, entre otras locaciones. Para este momento, él ya era uno de los grandes nombres de música clásica del momento, lo que le permitía viajar por el Viejo Continente.
Precisamente su visita a la orquesta de la corte de Mannheim le sirvió como influencia para escribir una de las obras de música clásica imprescindibles de su repertorio, cuya compleja dinámica va de la mano con la gran competencia técnica de la orquesta que tenía a su disposición.
El baile de los caballeros es el nombre alternativo de Montescos y Capuletos, nombre común que se le da al Suite №2 de Romeo y Julieta, Op. 64. Esta suite pertenece a la obra teatral Romeo y Julieta del año 1935, y sirve como la introducción del Acto III, posterior al duelo entre Mercutio y Tybalt.
Prokofiev escribió versiones para piano y orquesta de su obra, aunque la versión de orquesta es la más famosa de las dos, siendo común su aparición a través de distintos programas de televisión y películas.
El magnus opus de Gioachino Rossini acompaña la puesta en escena de una de las óperas más conocidas de todos los tiempos. El barbero de Sevilla es una ópera bufa con librero de Cesare Sterbini, y que es una adaptación de la comedia del mismo nombre publicada en 1775.
Toda la obra es una bella manifestación de la ópera italiana, pero su parte más conocida es largo al factótum della cita (abrid paso al factótum de la ciudad), donde el personaje Fígaro se jacta de ser el barbero más famoso de toda Sevilla y de cómo eso le abre las puertas a los círculos sociales de la ciudad. Esta sección es considerada como música clásica alegre, tanto por la música en sí como por la puesta en escena de Fígaro.
El Danubio azul es el nombre popular otorgado a la obra A orillas del hermoso danubio azul, de Johann Strauss II. Esta obra fue estrenada el año siguiente de su composición y, tal como ha ocurrido con algunos de los mejores de la música clásica, Strauss II no fue muy bien recibido por ella.
Originalmente compuesta como un vals, el Danubio azul tuvo un nuevo arreglo a una forma orquestal para la Feria Mundial de París del año 1867, arreglo que le generó mucho más existo y que consolidó a la obra como una pieza de música clásica top.
La Quinta Sinfonía en Do menor es una de las piezas más representativas de la música clásica de Beethoven. Su comienzo incluye el que quizá sea una de las secuencias de acordes más reconocibles en toda la producción musical de la humanidad, pero esta pieza es mucho más que eso al presentar una sucesión de movimientos que contrastan intencionalmente entre sí, ofreciendo un vaivén emocional a los oyentes.
Variaciones Enigma es el nombre popular de las variaciones sobre un tema original, op. 36, obra escrita por Edward Elgar entre 1898 y 1899. Es una obra orquestal que se compone de 14 variaciones sobre un tema original y donde cada variación intenta ser una representación musical de algunos de sus conocidos íntimos.
Las Variaciones Enigma cimentaron el lugar de Elgar entre los grandes de la música clásica y su éxito internacional a finales del siglo XIX. A lo largo de su vida, Elgar rechazó todas propuestas de solución del enigma asociado a esta pieza, que probablemente sea un tema oculto escondido a través de las variaciones.
El segundo nocturno para piano del opus 9 es la pieza musical más famosa de Chopin y un muy buen conocido representante de la música de piano clásica. Esta pieza del romanticismo polaco tiene una estructura de rondó y un tiempo Andante, lo que era inusual para una pieza de tipo rondó, pero que le dotó al nocturno rasgo dulces y carismáticos.
Chopin era cuidadoso con sus obras, quería evitar que las personas buscasen referencias extramusicales en ellas, por lo que se enfureció al enterarse de que los nocturnos de sus opus 9 habían sido publicados bajo el nombre de los murmullos de Sena por la editorial inglesa Wezzel.
Manuel de Falla compuso el amor brujo por encargado de la bailarina y cantaora española Pastora Imperio, que era gran amiga suya. En el año 1915 se estrenó la primera versión de esta obra en la ciudad de Madrid, y supuso la consagración de de Falla como uno de los grandes compositores de música clásica del territorio español, pero también de la música clásica española en la escena musical de inicios del siglo XX.
El magnus opus de Richard Strauss es un poema sinfónico que le debe su nombre al libro del filósofo Friedrich Nietzsche. En esta novela, Nietzsche introduce el concepto del superhombre, que representaría una fase superior de la evolución humana en términos filosóficos e intelectuales.
La premisa de la novela justifica la naturaleza del poema sinfónico compuesto por Strauss, que goza de un lugar bien merecido entre la música clásica popular actual. Una de sus apariciones más conocidas se encuentra en la banda sonora de la película 2001: una odisea en el espacio, dirigida por Stanley Kubrick y publicada en 1969.
La música clásica de violín tiene uno de sus mejores ejemplos en este concierto para violín escrito en la tonalidad de Re menor. Quizá sea la composición más famosa del finlandés Jean Sibelius, que en su momento no gozó del reconocimiento que ahora tiene.
El estreno de esta pieza fue un rotundo fracaso dado que el violinista encargado no tenía las competencias necesarias para interpretar y desenvolver la complejidad técnica de esta pieza. Interpretaciones posteriores le otorgarían el estatus de pieza indispensable de la música clásica con violín.
La serenata № 13 para cuerdas en sol mayor, Pequeña música nocturna, es una obra de cuatro movimientos que data de 1787, y que fue completada en Viena, la capital de Austria. En ese momento, Mozart estaba trabajando en Don Giovani, su segunda pieza operística.
No se sabe con exactitud por qué Mozart escribió esta obra, pero es posible que haya sido un trabajo realizado por comisión tal como otras de sus composiciones. En todo caso, este quizá sea el trabajo más popular de todo su catálogo y, en consecuencia, de una pieza infaltable en la colección de música clásica famosa para escuchar.
El magnus opus del compositor Antonio Vivaldi son Las Cuatro Estaciones, otra de las piezas musicales famosas que dejó la música renacentista. Este trabajo de música descriptiva se compone de cuatro conciertos de violín consecutivos donde cada uno corresponde a una estación del año (primavera, verano, otoño e invierno).
Publicados en el año 1725 en la ciudad de Ámsterdam, todos los conciertos han gozado de reconocimiento a lo largo de la historia, y se ha aplaudido la destreza de Vivaldi para ilustrar musicalmente los rasgos característicos de cada estación. Esta puede ser la obra que lo consagró como uno de los compositores famosos de música clásica del siglo XVIII.
El Lago de los Cisnes está consolidado como uno de los ballets de repertorio más importantes de la historia, y mucho de eso se lo debe a la maravillosa composición realizada por Tchaikovsky, que tardó relativamente poco tiempo en completar la música del ballet, habiéndosele encargado en la primavera de 1875.
Se dice que Tchaikovsky terminó rápidamente la música del Lago de los Cisnes no porque estuviese especialmente encantado con el que sería su primer ballet, sino porque quería salir rápidamente de él para trabajar en su primera ópera.
La cabalgata de las valquirias es el nombre popular que recibe el inicio del acto III de la valquiria, una ópera de Richard Wagner que representa la segunda parte de su tetralogía llamada el anillo de nibelungo.
Wagner recibió varias peticiones para una representación en solitario de la cabalgata, pero él se negó múltiples veces. No sería después de la primera interpretación completa de el anillo de nibelungo que el compositor accedería a levantar el “embargo” sobre la pieza. Así, el propio Wagner interpretaría la cabalgata de las valquirias en Londres en el año 1877.
La primera sinfonía de Brahms fue conocida en su momento como la “décima sinfonía de Beethoven”, lo que se debía tanto a las características de esta composición musical como porque Johannes Brahms era catalogado como el sucesor de Beethoven en términos de relevancia y talento.
Brahms tardó 14 años en completar su primera sinfonía, que fue estrenada en el año 1876. Esto se debió a la propia presión que recibía al ser juzgado como el sucesor de Beethoven como por su propia autocrítica y lo mucho que se exigía a sí mismo.
La Novena Sinfonía de Beethoven o Sinfonía Coral permanece no solo como una de las mejores piezas de música clásica de todos los tiempos, sino como una de las mayores obras de arte de la historia de la humanidad. Es una pieza bastante prodigiosa e integral en la que destaca su cuarto y último movimiento, el Himno de la Alegría, una adaptación del poema “Oda a la alegría” del poeta Friedrich Schiller con partes añadidas del propio Beethoven para acomodarlo al ritmo y estructura de su obra.
Las vocales incluidas en el cuarto movimiento representan quizá la primera inclusión de vocales en una sinfonía en toda la historia, razón por la que esta pieza es conocida como la Sinfonía Coral. En 1985, la Unión Europea nombró al “Himno de la Alegría” como su himno oficial, pero sin las partes vocales.
En nuestro playlist con la mejor música clásica en Youtube puedes escuchar la Sinfonía Coral en su totalidad.
Se ofrece a continuación un poco más de información sobre música clásica a modo de seguir ilustrando aspectos importantes de la música del periodo clásico.
En sentido estricto, la música clásica es el conjunto de obras musicales realizadas durante el clasicismo musical, periodo que transcurre entre 1750 y 1820. Sin embargo, también se conoce como música clásica a las obras realizadas bajo la tradición de la música litúrgica y secular de Occidente, principalmente en Europa Occidental. En este sentido, podría trazarse el desarrollo de la música clásica desde el siglo XVI hasta el XIX o siglo XX.
Uno de los primeros exponentes de la música clásica (entendida como clasicismo musical) fue Joseph Haydn (1732-1809), cuya principal obra fue su Primera Sinfonía en Re menor. El trabajo de Haydn contribuyó al desarrollo de la música de cámara y también al trío de piano. En sus propias palabras, él debió ser “forzado a ser original” dado que no compartía mucho con la comunidad artística de su tiempo, por lo que no podía recibir influencias desde ella.
La mejor obra de música clásica es la Novena Sinfonía de Beethoven, que fue la última completa que él compuso durante su vida. Esta obra reúne elementos del clasicismo musical como del posterior romanticismo con base a una estructura menos rígida que se acerca mucho más a los ideales de la corriente romántica.
La mejor sinfonía de todos los tiempos es la Novena Sinfonía de Beethoven, llamada también Sinfonía Coral. Destaca de este trabajo su cuarto movimiento, llamado Himno de la Alegría, que representa uno de los primeros usos de vocales dentro de una sinfonía. Este trabajo ha sido reconocido como uno de los mejores trabajos artísticos de la historia.
Beethoven compuso 9 sinfonías completas a lo largo de su vida. La primera de ellas la compuso entre 1799 y 1800 a la edad de 30 años, mientras que su última composición de este tipo se ubica cronológicamente en 1824. Existe evidencia de una décima sinfonía compuesta por él, pero que no logró completar antes de su muerte.
Estos ejemplos de música clásica permiten observar la diversidad de obras que nutren el debate sobre cuál es la música clásica más famosa y a qué se le puede calificar como la mejor música clásica. Esto da cuenta de la profundidad del debate en cuestión, y también del talento de los compositores de música clásica cuyas obras sobrevivieron a la prueba del tiempo para convertirse en trabajos clásicos de la música occidental.