Un error de diseño puede significar una verdadera tragedia para clientes y proveedores cuando están en juego la seguridad de las personas y los valores de una gran empresa que emplea a miles de personas, y esto es exactamente lo que ha ocurrido hace poco en la bolsa de valores de Seul, capital surcoreana.
Cuando Apple lanzó el iPhone 7, la empresa Samsung ripostó con su Galaxy Note 7, un híbrido entre tablet y teléfono al que llamaron “phablet”, y que prometía ser el sucesor perfecto del Samsung S6, el modelo más exitoso de la marca hasta entonces. Pero el nuevo modelo tenía un desperfecto de diseño que lo condenó al fracaso. Y cuando decimos fracaso, es en su máxima expresión: el teléfono terminó siendo retirado del mercado debido al peligro potencial que implicaba su venta. Era, literalmente, una bomba de tiempo.
El problema comenzó cuando llegaron reportes de los primeros compradores del aparato: el móvil se incendiaba espontáneamente. La empresa tomó una primera medida consistente en reemplazar los aparatos dañados por otros idénticos. Cuando el hecho se repitió, abrieron una investigación y sustituyeron las baterías en toda la producción, asegurando que había una falla de diseño en la misma. Pero el problema se repitió con las nuevas baterías y se llegó a la suma de 30 teléfonos que estallaron; uno de ellos en un avión, quemando las alfombras del mismo.
Para otro de los usuarios la situación resultó mucho más complicada puesto que el teléfono ardió mientras lo tenía cerca de la cara, así que el hombre sufrió quemaduras leves y aspiró los gases tóxicos que supone la combustión de un dispositivo lleno de materiales contaminantes.
Esto obligó a la empresa surcoreana a retirar todos los aparatos vendidos, ofrecer indemnizaciones a los damnificados y cancelar el lanzamiento del Galaxy Note 7 en todos los países del mundo en los que aún no se había comercializado. El efecto en la bolsa de valores de Seúl fue inmediato, registrándose una caída de las acciones de Samsung equivalente al 8% de su precio. Las pérdidas en ese primer momento se calcularon en 17 mil millones de euros.
Hay que imaginar la situación: un gigante industrial que fabrica lavadoras, equipos de audio, computadores, televisores y toda suerte de equipos domésticos e industriales ve tambalear todo su prestigio a causa de una falla en una pequeña batería con la que van equipados millones de sus nuevos teléfonos. Es tan absurdo que cuesta creerlo.
En estas situaciones el patrimonio de la empresa se ve seriamente afectado y algunos jugadores del mercado de inversiones pierden una enorme cantidad de dinero. Esto pone de relieve la necesidad de los inversionistas y de quienes aspiran a incorporarse al negocio de la compra y venta de acciones, de contar con un corredor seguro, capaz de reconocer las situaciones de riesgo para evitarlas y hacer crecer la inversión de manera eficaz.
Invertir en un mercado de bolsa no es un negocio fácil ni cosa de principiantes. Los riesgos son altos si se desconoce el terreno a hollar, y se entiende que las inversiones no se hacen con pequeños montos. Por consiguiente es muy importante que el futuro inversor se asesore correctamente para disminuir tales riesgos y salir airosos.
La experiencia de Samsung en Seul significó, sin lugar a dudas, un duro golpe para la economía de los inversores que compraron acciones poco antes del descalabro, dado que las pérdidas son enormes a esa escala al no poder ofrecer competencia al iPhone 7. Un corredor atento a las noticias empresariales habría advertido que Samsung se encontraba en una situación de riesgo a causa de las fallas de su teléfono bandera.