Cuando se habla de los avances de la democracia en Túnez, al conmemorarse diez años de la primavera árabe, se evocan las masivas protestas de la ciudadanía que acabaron con el gobierno autocrático de Zine El Abidine Ben Ali, produciendo una reacción en cadena en el resto de países de la cultura arábiga, conocida como primavera árabe.
La Revolución del Jazmín:
Revolución en Túnez, causas y consecuencias
En enero de 2011, Túnez protagonizó multitudinarias protestas de la ciudadanía que derrocaron a la dictadura Zine El Abidine Ben Ali. Los manifestantes exigían la renovación de la elite política, el fin de la represión y sobre todo, mejoras en cuanto a derechos sociales, para acabar con el paro, la pobreza y la crisis económica.
Después de 10 años de la revolución tunecina que allanó el camino para el surgimiento de la primavera árabe, la naciente democracia del país norteafricano enfrenta serios obstáculos tales como la polarización política, el malestar social y el empeoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos con la agravante de la crisis del Covid-19.
Actualmente la vida política tunecina se caracteriza por desacuerdos, algunos de los cuales están protagonizados por líderes del pasado y del Islam. Pese a que las elecciones presidenciales celebradas en 2011 y 2019 consiguieron que la ciudadanía expresara su voluntad popular mediante el voto, la democracia aún es inicial.
En el libro “Tunisie, l’Apprentissage de la Democratie” de la politóloga e historiadora franco-tunecina Khadija Mohsen-Finan, se ponen de manifiesto las dificultades del sistema político de Túnez, calificando su proceso de transición a la democracia, como un “laboratorio de modernidad política” en el mundo árabe”. La autora considera que el país de Magreb, ha pasado la página del autoritarismo sin romper con su pasado.
A juicio de Khadija Mohsen-Finan, el comportamiento de los actores políticos tunecinos durante la década posterior a la primavera árabe devela su inexperiencia, lo que ha causado el desengaño de los ciudadanos, cuyas expectativas de mejora en su calidad de vida han fracasado debido a las luchas de poder y la precariedad económica.
Son muchos los desafíos que enfrenta la democracia tunecina a una década de la primavera árabe. Los altos índices de desempleo, la crisis económica y la reaparición de las protestas que exigen reformas sociales están a la orden del dia. La ciudadanía desconfía de las propuestas democráticas, profundizando así, la fragilidad política.
Al cumplirse diez años de las revueltas populares de la revolución tunecina, la división política dificulta la concertación para reunificar al país. Así mismo, el índice de percepción de la corrupción publicado recientemente por la agencia para la Transparencia Internacional, ubica a Túnez entre los países con mayor corrupción.
La democracia tunecina aún es inconsistente, sin embargo, la polarización política tiene larga data. La transformación social que requiere el país de Magreb necesita que los líderes de la transición estén a la altura del momento que atraviesa un país, en el que las inmolaciones a lo bonzo se han incrementado y los jóvenes emigran a Europa.
Los altibajos de la transición democrática tunecina hacen que sea forzoso acabar con las fragmentaciones políticas y lograr la unidad nacional en aras de salvaguardar la democracia, pues la polarización política solo la pone en riesgo. La ciudadanía sigue exigiendo empleo y condiciones de vida dignas tras años de inestabilidad política.
La división política en Túnez no ha dejado de acrecentarse, incluso en el Partido del Trabajo patriótico y democrático de Túnez. Las tensiones políticas se han agudizado en los movimientos radicales del ámbito parlamentario. El resultado, es la aversión de una ciudadanía que ya no se siente representada por sus líderes gubernamentales.
Aunque Túnez ha logrado avances democráticos palpables como el derecho a votar, a disentir y a manifestar, previstos en su carta magna, todavía queda mucho camino por recorrer. El descontento popular ha llevado a la ciudadanía a idealizar tiempos pretéritos. El desafío que enfrenta la democracia tunecina es aprender del pasado.