Los acari o acarina (del griego ακαρής akarés, «diminuto», «que no se corta»), comúnmente denominados como ácaros, son una subclase de arácnidos muy numerosos y en muy estrecha convivencia con nosotros. De hecho, existen casi 50.000 especies descritas y se estima que existan entre 100.000 y 500.000 especies que todavía no han sido halladas.
Sin duda habrás oído hablar de ellos alguna vez y de sus efectos en la salud de las personas. Si no, aquí te damos toda la información para que estés al día respecto al tema.
Los ácaros son uno de los grupos más antiguos de animales, se conocen fósiles suyos del Devónico Inferior, hace unos 400 millones de años. La mayoría son diminutos y alcanzan unos pocos milímetros de longitud: los ácaros del polvo doméstico miden entre 0,2 y 0,5 milímetros, mientras que los ácaros de terciopelo alcanzan longitudes de hasta 10 mm.
Hay ácaros en medios terrestres y acuáticos, incluso en el medio marino. Son en su mayoría depredadores, pero los hay que se alimentan de plantas, de desechos y también, claro, los parásitos, como las garrapatas, que son hematófagas y transmisoras de numerosas enfermedades.
Muchos ácaros tienen impactos negativos en la sociedad, con implicaciones económicas, como los parásitos de las plantas y los animales. Otros sencillamente pueden acarrear enfermedades contagiosas y necesitan tratarse médicamente, como el ácaro arador de la sarna.
La mayoría, sin embargo, nos acompaña silenciosamente a pesar de estar esparcidos por prácticamente todas nuestras casas.
De hecho, la especie que cohabita en nuestras viviendas es responsable de alergias y problemas respiratorios: los llamados ácaros del polvo o ácaros domésticos.
Si bien los ácaros, en sí, no son alergénicos, sus heces contienen una proteína que puede desencadenar reacciones alérgicas, asma, eczemas y rinitis alérgicas. Y, teniendo en cuenta que los ácaros depositan hasta 40 millones de excrementos al día, se trata de un problema más serio de lo que parece.
Un ser humano desprende cada mes aproximadamente 28 gramos de piel muerta, los cuales se almacenan en sofás, colchones, cobijas, osos de peluche o alfombras. Este total es más o menos equivalente a una bolsa de patatas fritas. Y los ácaros están allí para comerla.
Ya que los ácaros evitan la luz, suelen esconderse entre las fibras de las telas y los pliegos de la tela de un cojín, colchón, alfombra o peluche. Además, también proliferan en lugares con una temperatura ambiente y alta humedad como los áticos y los sótanos. La cama también es un lugar propicio para que se desarrollen, ya que es cálida y húmeda, y encuentran una gran cantidad de comida.
Un estudio sobre colchones realizado en Japón reveló que más del 90% de las camas contenían ácaros y más del 50% tenían rastros de insectos en su cama, incluyendo polillas, gusanos de seda, escarabajos y cucarachas. Se estima que en un sólo colchón habiten alrededor de 2 millones.
La persona que vive rodeada de ácaros inhala su materia fecal, lo que conduce a reacciones alérgicas, síntomas pueden no ser tan graves, pero la dermatitis, el asma y la rinitis son padecimientos verdaderamente molestos y posibles.
El ácaro macho vive por unos 10 días, mientras que la hembra alcanza los 70 y llega a poner entre 60 y 100 huevecillos en su vida. A este ritmo, el número de ácaros en una casa puede crecer de manera exponencial.
Un estudio del American College of Allergy, Asthma & Inmunology asegura que es casi imposible eliminarlos, pero hay recomendaciones para reducirlos, como evitar acumular polvo, utilizar ropa de cama antialérigica y tener superficies de vinilo y madera en vez de alfombras y tapetes.
También es buena idea pasar la aspiradora por lo menos una vez a la semana en colchones y almohadas, cambiar la almohada por lo menos una vez al mes, cambiar el colchón de posición lo más frecuente que se pueda y exponerlo al sol al menos una vez al mes para eliminar los ácaros presentes.
Por último, es necesario ventilar la habitación. Abrir las ventanas y hacer correr el viento es una buena forma de impedir que se acumulen las partículas de polvo. Basta con airear la casa por unos 15 minutos al día.
Con estas sencillas recomendaciones podremos cuidarnos más de los efectos alergénicos que producen. ¿Por qué no compartes esta nota con tus redes sociales y contribuyes con la lucha contra estos diminutos animalitos?