El maridaje entre la literatura y el cine es indiscutible, pero mucho más frecuente de lo que se pudiera pensar a priori.
¿Qué tienen en común “Mujercitas”, “Lo que el viento se llevó”, “La vuelta al mundo en 80 días” y “Doctor Zhivago”? Todos estos libros se adaptaron para la gran pantalla y se llevaron el Óscar a la mejor película.
El primer libro “oscarizado” fue “Sin novedad en el frente” (1930) y a partir de ahí la literatura no ha dejado de vestirse de gala para asistir a los Oscar. Casi la mitad de las películas ganadoras de la estatuilla a la mejor película están inspiradas en una obra literaria e, incluso, alguna de las que obtuvieron el premio al Mejor guión original. Esto si es que es difícil de explicar…
Tenemos de todo, desde épicas historias de guerra hasta comedias románticas clásicas, pasando por biografías. Entre estas últimas merece la pena destacar “Una mente maravillosa” (2001) basada en la adaptación de la novela escrita por Sylvia Nasar sobre el Premio Nobel John Nash.
Vayamos con algunos de esos libros que quizás –solo quizás– habrían pasado desapercibidos para el gran público si no hubiera sido por el séptimo arte.
El primero en el que fijamos nuestra atención se llevó 9 Oscas en 1997 –tan solo cinco años después de su publicación–. El autor fue Michael Ondaatje y la trama es un drama épico que transcurre durante la segunda guerra mundial a dos velocidades, una sobre los recuerdos de uno de los personajes. ¿Su título? El paciente inglés.
La segunda es una novela escrita en 1937 por una mujer –Du Maurier– durante un viaje a Alejandría. Sus páginas están llenas de misterio, hay un villano, un incendio, una casa encantada y una enigmática mujer. Su comienzo cinematográfico es inolvidable: “Anoche soñé que volvía a Manderley…”.
Su éxito fue tan rotundo que dio nombre a un cuadro clínico psiquiátrico caracterizado por celos obsesivos: el síndrome de Rebeca.
Posiblemente a muchos no les suene Michael Blake, sin embargo, la adaptación cinematográfica de una de sus novelas fue todo un taquillazo: “Bailando con lobos”. Estaba protagonizada por un jovencísimo Kevin Costner y en ella se relata algunos episodios de la Guerra Civil americana.
En 1953 una película dirigida por Fred Zinneman se alzó con ocho estatuillas, entre ellas la de mejor película, mejor director, mejor guion adaptado, mejor actor secundario y mejor actriz secundaria. La cinta está basada en una novela de 1951 del escritor James Jones. Posiblemente hasta aquí a muchos no les diga nada.
Vayamos con algún dato adicional. Cuenta la historia de la llegada del soldado Prewitt a un campamento militar en Hawaii en 1941 y los conflictos entre la tropa y los mandos. El título está ligado a una escena con un apasionado beso entre Burt Lancaster y Deborah Kerr: “De aquí a la eternidad”.
En 1965 la película “Sonrisas y lágrimas”, un clásico entre los clásicos, ganó cinco Oscars, entre ellos a la mejor película, basada en el libro de Maria von Trapp.
Esto es solo una pequeña muestra, obviamente faltan muchos títulos por incluir, entre ellos algunos tan icónicos como “El exorcista”, a partir del libro de William Peter Blatty; “El Padrino II”, basado en el libro de Mario Puzo; “Alguien voló sobre el nido de cuco”, de la novela homónima de Ken Kesey; o “El silencio de los corderos”, de Thomas Harris.
A día de hoy esta relación sentimental no solo no se ha roto sino que se ha consolidado, la literatura sigue siendo una fuente inagotable de inspiración para directores y guionistas, y las obras maestras de la cinematografía siguen recurriendo a un buen libro.