La realidad siempre supera a la ficción, especialmente cuando hablamos de actos o inventos llevados a cabo por los seres humanos. Uno de esos inventos es la guillotina, un aparato diseñado para ejecuciones de manera eficiente mediante la decapitación, algo que escaparía a las tramas de los relatos de terror más macabros.
El dispositivo consta de un marco alto y vertical con una cuchilla pesada y angulada suspendida en la parte posterior. La persona a ejecutar está sujeta en la parte inferior, colocando el cuello directamente debajo de la cuchilla. Al soltar la cuchilla, se decapita de manera rápida y con fuerza, de un solo golpe, cayendo la cabeza en una canasta situada debajo.
Este método de ejecución fue muy utilizado en la Revolución Francesa. Los revolucionarios lo llamaban “el vengador del pueblo”. Para ellos simbolizaba igualdad ante la muerte, igualdad ante la ley. Para los opositores de la revolución la guillotina era “el símbolo violento del reino del Terror”.
La historia de la guillotina
Al principio se llamaba Louisette y más tarde pasó a llamarse como el médico francés Joseph-Ignace Guillotin, quien propuso que se llevaran a cabo ejecuciones un poco más humanas.
Trató de que se implementara un método menos horripilante y doloroso que la rueda dentada y otros métodos utilizados hasta entonces. No fue el inventor de la guillotina pero lleva su nombre.
Los nobles, hasta entonces, eran ejecutados por medio de un hacha o espada y, a menudo, recibían dos o más golpes. Los familiares de los condenados solían pagar al verdugo para que afilara bien la hoja. Los plebeyos solían ser ahorcados.
Durante el reino del Terror, unas 17.000 personas fueron guillotinadas, entre ellas el rey Luis XVI y su esposa María Antonieta y líderes revolucionarios como G.J. Danton y M. Robespierre, entre otros, y las ejecuciones se realizaban en la Plaza de la Revolución (Place de la concorde).
Durante un tiempo, las ejecuciones eran un entretenimiento que atraía a muchos espectadores y a vendedores que ofrecían el programa con los nombres de los condenados.
La guillotina recorre la ciudad
La guillotina estaba situada en la esquina de la Plaza de la Revolución, cerca del Hotel Crillon, donde hoy se encuentra una estatua de la ciudad de Brest.
La máquina se trasladó varias veces, a la Plaza de la Nation y a la Plaza de la Bastille, pero para las ejecuciones del rey y de Robespierre regresó a su lugar originario.
Después de la Revolución, las ejecuciones se reanudaron en el centro de la ciudad, el 4 de febrero de 1832, detrás de la iglesia de Saint Jacques de la Boucherie. Luego fue trasladada a la prisión de grande Roquette, el 29 de noviembre de 1851. En 1909 se utilizó la guillotina en el cruce del Boulevart Arago y la rue de la Santé detrás de la prisión la Sante.
La última ejecución pública por guillotina
La última ejecución pública fue la de Eugen Weidmann, condenado por 6 asesinatos y decapitado el 17 de junio de 1939 en Versalles, frente a la prisión de Saint-Pierre, rue Georges Clemenceau.
Las ejecuciones solían tener lugar antes del amanecer, pero ese día se sufrieron una serie de retrasos, por lo que Weidmann se encontró descamisado con las manos atadas detrás ante una multitud de espectadores. Esta ejecución tuvo una serie de incidentes: se instalaron cámaras secretas, se grabaron vídeos, se hicieron fotografías…
El actor Christopher Lee asistió a la ejecución y, en su autobiografía “Lord of Misrule” (“El señor del desorden”), cuenta que, aunque el no fue capaz de mirar en el momento de la ejecución, si oyó la histeria de los espectadores y muchos gritos, y vio cómo algunos mojaban pañuelos en la sangre derramada.
A partir de entonces, el gobierno francés decretó que las ejecuciones se realizaran a puerta cerrada dentro de los patios de la prisión.
La muerte por guillotina fue el método estándar de ejecución en Francia hasta su completa abolición en 1981. La última persona ejecutada fue Hamida Djandoubi, guillotinado el 10 de septiembre de 1977 en Marsella.