Cultura

Muchos conocen Madrid, pero muy pocos conocen su pasado

Las ciudades, ya sea la nuestra propia o la que visitamos, no pueden separarse de su historia; es lo que les da sentido y permite otra mirada. No es lo mismo caminar por una calle sin saber de su pasado, a imaginarnos las pisadas de los que en una época lejana la transitaron.

¿Quiénes eran? ¿Qué hacían? ¿A dónde iban? ¿Cuál era el espíritu de la época? Por tal razón, la historia puede verse más como forma de nutrir el espíritu que como disciplina académica; a través de ella nos apasionamos por los lugares que conocemos.

Pero la historia es ancha. No basta que nos expliquen lo que sucedió  en ese sitio que nos atrapa, también hay que entender el contexto; y ese contexto se escapa de la ciudad así como del país: se va allende las fronteras.

1. Una historia, muchos pueblos

1.1. Primeros pobladores

Según excavaciones arqueológicas, hace más o menos un millón de años ya se paseaban por la península ibérica los primeros homínidos, para luego, 40.000 años atrás aparecer el Homo Sapiens.

También se tiene conocimiento acerca de que, aproximadamente entre el VI y V milenio a.C., llegaron pueblos neolíticos del área del Mediterráneo: los íberos, que se consideran los ancestros originarios del territorio que los griegos llamaron Iberia.

Más tarde, en el I milenio a.C., arribaron los celtas desde el norte, los cuales ya pertenecían a la Edad del Hierro. Éstos se mezclaron con los íberos, para formar el substrato poblacional  del territorio occidental más lejano conocido para la época que, entre otros importantes atractivos, contaba con valiosos minerales

Persiguiendo las riquezas y buscando nuevos enclaves, bastante después, a partir del siglo VIII a.C., arribaron muchos extranjeros que formaron colonias, especialmente en las zonas del Mediterráneo: los tartesios, los fenicios, los griegos, y los cartagineses que al parecer eran muy belicosos.

Por culpa de estos últimos, que se inmiscuían comercialmente en los territorios de Roma, aparecieron los romanos y atacaron; primero se quedaron por las costas levantinas y en el sur, pero luego se entusiasmaron y se empeñaron en conquistar toda la península, lo que les llevó casi doscientos años.

1.2. Los romanos

Ya en el año 19 a.C. los romanos dominaban Hispania –como era llamada por ellos- y la dividieron en diferentes zonas o provincias con su respectiva capital, lo cual fue cambiando con el tiempo. En cada una mandaba un representante directo del emperador de turno quien tenía su sede en Roma.

División provincial romana en el año 298 d.C. (Wikipedia)

Antes de ser colonizada por el Imperio Romano, la península ibérica, con excepción de las zonas ocupadas por los tartesios, fenicios, griegos y cartagineses, tenía poca actividad comercial y fundamentalmente sus pobladores cultivaban y criaban ganado para el consumo familiar.

Luego los romanos se apoderaron de las tierras y las pusieron bajo el dominio de familias de su confianza. Impusieron sus costumbres, su idioma y sus leyes, pero hicieron grandes obras de infraestructura que mejoraron la vida de los pobladores: acueductos, alcantarillas, puentes y grandes calzadas.

También fundaron muchas ciudades, que amurallaban con macizas paredes de piedra, las cuales se convirtieron en  grandes centros de afluencia y de diversión por sus circos, anfiteatros, termas, y grandes mercados donde se adquirían productos que venían de todas ciudades.

En cuanto a la religión no existió mayor confrontación ya que, tanto los romanos, como los originarios de Hispania, en aquella época adoraban a muchos dioses. Sólo a partir del año 313 d.C., cuando el Imperio Romano adopta oficialmente la religión católica, se suscitan algunos inconvenientes. 

Al morir el emperador Teodosio en el año 395 d.C., quien por cierto había nacido en Hispania, el gran Imperio fue dividido en dos partes. Así, uno de sus hijos se quedó con la zona occidental, mientras que el otro heredó todo el oriente. Este hecho debilitó fuertemente a los romanos.

División del Imperio Romano en el año 395 d.C. (mihistoriauniversal.com)

1.3. Los visigodos

Estos pueblos, de origen germánico, eran llamados bárbaros por los griegos y los romanos, significando con ello que no hablaban su idioma ni se sometían a sus normas.

Los bárbaros habían sido por mucho tiempo aliados de los romanos a cambio de vivir en el Imperio, por lo que en su mayoría eran cristianos; en el año 410 d.C. se rebelaron, saquearon a Roma y fueron los causantes de que en el año 476 cayera el Imperio Romano de occidente.

Uno de estos grupos eran los visigodos,  que ya en el año 415 d.C. invadió  la península ibérica y fundó un gran reino cuya capital era Toledo, el cual se mantuvo hasta que llegaron los árabes.

Reino visigodo y las provincias de la Hispania Visigótica en 700 d.C. (Wikipedia)

De estas tribus germánicas procedieron y proceden los monarcas europeos, con algunas excepciones como el caso de Isabel la Católica, ya que sus antepasados fueron los astures: pueblos naturales del norte de España.

Con la caída del Imperio Romano de Occidente y  el  poder  de  los germanos comienza la Edad Media, siendo su característica fundamental el Feudalismo: se instalan los grandes feudos, a cuyo cargo estaba un señor noble, dueño de todas las tierras, que obedecía al monarca y esclavizaba a los siervos. 

1.4. Los árabes

Procedentes del Califato Omeya de Damasco, en el año 711 aparecen los árabes en escena  y en quince años dominan la península ibérica, que pasa a llamarse Al-Ándalus con su capital en Córdoba.  Pero no pudieron con las zonas del norte, donde estaban los astures y los cántabros.

Al-Ándalus en 732 (Wikipedia)

Bajo el  control  musulmán las ciudades en España vuelven a brillar; mientras tanto, en el resto de Europa se mantiene el sistema feudal, cuyo centro era el campo. Así mismo, en la península ibérica se desarrollan importantes conocimientos de medicina y matemática, al tiempo que  florecen la filosofía y la literatura.

Los árabes introducen nuevos cultivos, originales sistemas de regadío y la cría de caballos. Igualmente, aprovechan las obras que habían dejado los romanos para el abastecimiento de agua en las ciudades, y el comercio vuelve a tomar auge con grandes mercados o “zocos”.

 Pero los pueblos montañeses autóctonos cristianos del norte, los cántabros y los astures, que eran muy aguerridos, atacan sus inexpugnables fortalezas y así los hacen replegar sus territorios hacia el sur, hasta que finalmente en el año 1492 los Reyes Católicos toman Granada.

2. “Fui sobre agua edificada…”

Los árabes dividieron Al-Ándalus en tres grandes regiones: centro, norte y sur, las cuales se conocieron como “marcas”. Dentro de ellas se levantaban ciudades amuralladas y protegidas por macizas torres circulares que se comunicaban entre sí mediante señales de humo.

Marca Media de Al-Ándalus en el Siglo X (Wikipedia)

Antes de la llegada de los musulmanes, Madrid era apenas un cruce de caminos por donde pasaban las grandes calzadas que habían construido los romanos. Aunque hay quienes dicen que luego del Imperio Romano, en tiempos de los visigodos, existió aquí un pequeño asentamiento.

En el año 852, el emir Muhammad I llega a lo que es hoy el barrio más antiguo de Madrid  y erige una gran fortaleza cercada por una muralla de casi 800 metros de longitud,  con  15 metros de altura  y un espesor cercano a los tres metros.

Esta imponente pared, de la que todavía se pueden observar algunos restos,  se construyó  con piedra caliza recubierta de pedernal: material más duro que el acero, que al ser golpeado produce chispas, por lo que es relacionado con el fuego.  

Los cristianos del norte, en sus incursiones nocturnas, cuando disparaban sus flechas con puntas de metal contra el muro, veían destellos de candela; por tal razón creían que un dragón o ciertos espíritus extraños protegían a los árabes.

La fortaleza fue ubicaba sobre una meseta elevada, cercana al río Manzanares al que en aquella época llamaban Guadarrama. Dentro de la misma se levantó un alcázar donde vivía el gobernante,  en  el sitio donde hoy se ubica el Palacio Real.

Aparte del alcázar, también había una pequeña mezquita que actualmente es la Catedral de la Almudena. A su lado estaba la medina o  al-mudayna, es decir la ciudad;  aquí se ubicaba otra mezquita mayor, el lugar del mercado, y  los baños que eran muy importantes para fines higiénicos y purificadores.

La ciudad  también fue amurallada y  en total existieron tres puertas  que  son conocidas como: la Vega, Xagra y Almudena -hoy Santa María-; pero sólo es posible observar los restos de la primera.

Igualmente estaban los arrabales, siendo el más antiguo el del cerro de las Vistillas, desde donde hoy se puede apreciar una vista incomparable de Madrid: el Palacio Real, la Catedral, la Casa de Campo, el río Manzanares y los nevados montes de la sierra de Guadarrama, llamada en una época “sierra del Dragón” por sus siete picos que  dibujan el lomo de este animal.

Por el enclave musulmán corrían muchos arroyos: se ha descubierto que Madrid se ubica sobre un extenso acuífero de gran profundidad, que se formó hace más de cinco millones de años; y del agua proviene su nombre.

El historiador arabista Jaime Oliver Asín, en su libro titulado “Historia del nombre de Madrid”, asegura que la ciudad toma su denominación del asentamiento visigodo, anterior a los árabes, al que llamaban “Matrice”; lo cual se traduce como “Madre de Aguas”.

Dice el mencionado investigador que luego los árabes lo nombraron “Mayrit”, que al mismo tiempo quiere decir “cauce”, como una derivación de “Matrice”. Al parecer,  Matrice era uno de los quince arroyos que surcaban el poblado. 

El nombre de Madrid está relacionado con el agua y también con el fuego; por tal razón, el primer emblema de la ciudad fue una piedra de pedernal sumergida en agua, de la que salen chispas debido a dos eslabones que la golpean. Al pie de este escudo aparece la siguiente leyenda:

(http://madridarabe.es/)

“Fui sobre agua edificada,

mis muros de fuego son

esta es mi insignia y blasón”

3. Siete puertas y una corte

Madrid se convierte en una aldea cristiana en el año 1083, a partir de su conquista  por parte del rey de los astures llamado Alfonso VI  y apodado “El Bravo”, que había sido proclamado monarca de Castilla y León. 

Muralla de Madrid en la Edad Media (http://miradasdemadrid.blogspot.com/)

Ya bajo el dominio cristiano, cuando el asentamiento había crecido considerablemente, se hizo necesario construir una nueva muralla muchísimo más grande a su alrededor; con muchas torres cuadradas: no redondas como las que tenían los árabes.

En esta época se agregaron cuatro nuevas puertas: al norte Balnadú, cuyo nombre aparentemente  está relacionado con los baños árabes; al sur Puerta de Moros;  al este Puerta de Guadalajara y Puerta Cerrada –esta última con la figura de un dragón esculpido-. Igualmente, se conservaron las primeras tres entradas originales, para un total de siete puertas.

Afuera de la fortaleza se ubicaba una laguna llamada Luján, que luego se secó y sirvió para construir una plaza con un mercado, la cual fue llamada Plaza del Arrabal por no estar dentro de la muralla; posteriormente la ciudad es nuevamente ampliada y se incluye la plaza en su contorno.

Escudos de la Puerta Cerrada de la Casa de la Villa. A la derecha se aprecia el dragón (Zarateman / Wikipedia)

En este momento, ya en el siglo XIV,  se abre una nueva puerta: la Puerta del Sol, que se situó  muy cerca de la plaza del Arrabal. Así mismo, en el siglo XV y XVI, se fueron abriendo nuevas puertas y algunas de las viejas cambiaron de nombre.

La Puerta del Sol se llamó de esta manera por estar mirando hacia el este y en ella fue esculpida la figura del magno astro. Hoy es una gran plaza, de gran valor histórico por todas las batallas en ella libradas; aquí se encuentra el reloj que todos los 31 de diciembre, con sus campanadas, anuncia el nuevo año a los madrileños y visitantes.

Pero Madrid se convierte en una urbe importante a partir del año 1561, gracias a Felipe II –El Prudente-, que reinó en el período 1556 a 1598  y  es quien traslada la sede de la corte, que antes había estado en Toledo.  Eran tiempos del Renacimiento y del Siglo de Oro Español.

Aparecen nuevas calles y se demuelen antiguas estructuras: entre ellas gran parte de la vieja muralla cristiana. También se ordena construir una Plaza Mayor en la Plaza del Arrabal y se hacen planes  para edificar a su alrededor, lo que es  llevado a cabo por los sucesores de Felipe II.

Este rey es amante del estilo renacentista, por lo que trae artistas desde Italia para reformar el viejo castillo y  concluir las reformas que había comenzado su padre Carlos I, convirtiendo así el alcázar en el Palacio Real: un lugar digno de la sede de la corte.

Pero obra magistral del reinado de Felipe II es el Monasterio de El Escorial, que se terminó en 1584: una de las más importantes exponentes construcciones renacentistas de Europa, siendo valorada como la octava maravilla del mundo a finales del siglo XVII y declarada patrimonio de la humanidad en 1984.

Monasterio de El Escorial (Wikipedia)

De monumentales dimensiones, El Escorial también fue conocido como “la ciudad de Dios”. Consta de un palacio, un convento, y una basílica que Felipe II concibió con la finalidad de albergar los restos de los monarcas; en primera instancia los de su padre Carlos I. Y por cierto, Felipe II fue llevado muy enfermo a morir en El Escorial.

4. Se quema el Alcázar. El infortunio de un rey

La dinastía de los Austria, también conocidos como los Habsburgo, había comenzado con Carlos I de España, nieto de los Reyes Católicos, quien fue rey entre los años 1516 y 1556.

Esta familia estuvo en el poder  hasta el reinado de Carlos II –El Hechizado-, monarca  para el período 1665-1700  que no tuvo hijos;  lo  que dio paso a la dinastía de los Borbones, parientes de los reyes de Francia.

El primer Borbón que ocupa el trono de España, lo cual sucede entre los años 1700 y 1746,  es Felipe V –El Animoso-,  que sufría de ataques de depresión y que, según el psiquiatra y escritor español  Juan Antonio Vallejo-Nágera,  se debió  a que padecía de trastorno bipolar.

Por tal razón,  Felipe V había abdicado a favor de su hijo Luis I –El Bien Amado- en el año 1724, pero por desgracia éste último muere de viruela -diez años después de haber fallecido su madre- y sólo reina durante 229 días. A continuación Felipe V, que se había casado de nuevo, vuelve a asumir el reinado.

Palacio Real o Palacio de Oriente, antiguo Alcázar árabe, sede de la corte española en el siglo XVI e Incendiado en 1734 (http://madridarabe.es/)

Otros diez años más tarde de la desaparición física de Luis I, en las Navidades de 1734, se incendia la residencia de los monarcas: el Palacio Real, que había sido construido sobre la vieja alcázar mora y venía siendo vivienda oficial de la monarquía desde que Felipe II instalara la corte en Madrid.

El hecho sucede de madrugada, amaneciendo el 25 de diciembre, supuestamente por efectos de una chimenea; pero los reyes pasaban esos días fuera del palacio, en otra de sus residencias. Se dijo que el Palacio Real había sido hechizado y que en medio del incendio se escucharon voces que proferían insultos en árabe.

Los monarcas se mudan al Palacio del Buen Retiro, que había sido construido por los Austrias como lugar de vacaciones, y desde entonces éste pasa a ser la residencia de Felipe V, así como de su segundo hijo Fernando VI que lo sucede. Mientras tanto, se reforma el Palacio Real.

El nuevo hogar de los reyes, el Palacio del Buen Retiro, era enorme y estaba rodeado por numerosos estanques y jardines. Lamentablemente fue demolido en el siglo XIX, por haber quedado en muy malas condiciones como producto de las guerras de España contra el emperador Napoleón Bonaparte.

Actualmente, en los amplios espacios donde estaba el palacio del Buen Retiro, se encuentra el Parque del Retiro. Éste conserva su belleza natural original y cuenta con numerosas obras arquitectónicas, tales como el Palacio de Cristal, así como muchas esculturas y un observatorio astronómico.

Palacio de Cristal en el Parque del Retiro (Diego Delso / Wikipedia)

5. Ciudad ilustrada y tiempos contemporáneos

Llegaba el año de 1750 y comenzaba el período conocido como la Ilustración,  que se prolongaría hasta los primeros años del siglo XIX. Es la época en que los grandes pensadores europeos promueven la razón como vía única de obtener la verdad y como motor para el progreso de la humanidad.

En este ambiente, en 1759, se convierte en rey el tercer hijo de Felipe V: Carlos III, un monarca ilustrado; quien va a ocupar el trono hasta 1788, un año antes de comenzar la Revolución Francesa, que marca el inicio de la Edad Contemporánea.

La ciudad entonces se torna en un espejo de la Ilustración; por eso, a Carlos III se le llamó “El Mejor Alcalde de Madrid”, al ser el precursor de importantes proyectos modernizadores,  muchos de los cuales concluyeron su hijo Carlos IV y su nieto Fernando VII.

De este período data el alumbrado, varios hospitales públicos, imponentes monumentos, espectaculares fuentes  y  el Museo del Prado: según el historiador de  arte Jonathan  Brown, el más importante del mundo en pintura europea por sus grandes colecciones de todas las épocas.

El  Museo del Prado, de estilo neoclásico, fue concebido e iniciado por Carlos III como museo de Historia Natural, lo cual obedecía al espíritu científico que prevalecía en la Ilustración; pero se inaugura en 1819 como museo de arte, durante el reinado de Fernando VII.

Carlos III era amante de las fuentes y, quizás para honrar a una ciudad que fue  edificada sobre el agua, elabora un ambicioso proyecto para llenar de fuentes con motivos mitológicos  a  Madrid: Cibeles, Neptuno y Apolo, entre otras.

Especialmente la Cibeles, que da nombre a la plaza donde se ubica y fue construida por Carlos IV,  es un ícono de la ciudad. Cibeles es la diosa romana equivalente a la Rea griega  y  representa la fertilidad y el poder de la naturaleza.  La fama de esta fuente ha traspasado fronteras y en México hay una réplica exacta de la misma.

Fuente de la Cibeles, construida entre los años 1777 y 1782, cuando reinaba Carlos IV. (Carlos Delgado / wikipedia)

A Carlos III también les gustaban las puertas y edificó algunas para rememorar las que siglos antes se encontraban en la ciudad; entre ellas la Puerta de Alcalá, la cual concibió al antiguo estilo romano de los arcos del triunfo y fue inaugurada en 1778.

Carlos III es el primer monarca que ocupa el nuevo Palacio Real, reconstruido a raíz del incendio sucedido cuando su padre era rey. Este palacio, que es el más grande de Europa Occidental y uno de los mayores del mundo,  fue nuevamente la vivienda de los reyes hasta que Alfonso XIII tuvo que huir de  España.

Alfonso XIII,  quien se exilió al proclamarse la Segunda República en 1931,  es el abuelo de Juan Carlos de Borbón. Este último, que asume el trono cuando  muere Franco y se restaura la monarquía,  decide tomar por residencia el Palacio de la Zarzuela ubicado en las afueras de Madrid.

Nuevo Palacio Real o Palacio de Oriente (M.Peinado / Wikipedia)

Pero volviendo a Carlos III y sus más cercanos herederos  de la corona, reinaba su nieto Fernando VII en 1808 cuando las tropas francesas, a cargo de Napoleón Bonaparte, invaden España y José Bonaparte -su hermano- es proclamado monarca.

José  Bonaparte  asume  como José I; los españoles comienzan a llamarlo Pepe Botella por su fama de gustarle el vino y también lo apodan Rey Plazuelas por su afición a las plazas.

La Plaza de Oriente, que se encuentra frente al Palacio Real, data de 1844 cuando ya reinaba la bisnieta de Carlos III; pero la idea de hacer la plaza, según cuenta la historia,  fue  de Pepe Botella, quien mandó a destruir las casas antiguas que allí existían.

Dicha plaza es un recinto lleno de inmensos jardines, donde se observan esculturas talladas en piedra, que parecen vivientes y rememoran a veinte antiguos reyes españoles del período medieval.

Esculturas de la Plaza de Oriente, lado norte (Basilio / Wikipedia)

Bajo esta plaza se descubrieron pasadizos secretos, que al parecer se remontan al año 1612  cuando se construyó el Monasterio de la Encarnación,   con la intención de que Margarita de Austria -la esposa de Felipe III- pudiera llegar al mismo sin que la vieran por la calle. 

El  Monasterio de la Encarnación, conocido como Las Margaritas, es una importante obra representativa del Barroco; junto con el Teatro Real, que fue inaugurado en 1850, son las dos edificaciones importantes que rodean la Plaza de Oriente.

A partir de 1844 también se embellecen  los alrededores del Palacio Real. Primero con los llamados jardines del Campo del Moro, llenos de esculturas y fuentes; más tarde -durante muchos años y en forma paulatina- la Casa de Campo, donde por cierto ha sido encontrado un relevante yacimiento romano.

Casa de Campo (Diario de Madrid / wikipedia)

Para llegar a la Casa de Campo, reservorio natural lleno de aves exóticas y uno de los parques naturales más grandes del mundo, hay que atravesar el Puente del Rey sobre el río Manzanares. Actualmente cuenta con un inmenso lago navegable, un parque de atracciones, un zoológico y hasta un teleférico.

Muy cerca de la Plaza de Oriente y del Palacio Real, se encuentra otra joya arquitectónica de relativa reciente construcción pero con muy vieja historia. Se trata de la Catedral de la Almudena, dedicada a la virgen patrona de Madrid.

Su pasado se remonta al año 1083 cuando Alfonso VI –El Bravo- desalojó a los árabes de Mayrit y, en el lugar donde estaba la mezquita, levantó una iglesia que se llamó Santa María de la Almudena, que es donde ahora está la catedral.

Almudena proviene de al-mudayna, la forma como los musulmanes llamaban a la ciudadela; por lo tanto, Virgen de la Almudena vendría a significar Virgen de la Ciudad.

Catedral de la Almudena (Riozujar / Wikipedia)

La Catedral de la Almudena representa una mezcla de variados estilos de arquitectura, predominando el neoclásico en su parte exterior.  Su construcción fue comenzada por Alfonso XII –el padre de Alfonso XIII- en el año 1883, pero tardó un siglo en ser construida y fue consagrada por el Papa Juan Pablo II en 1993.

6. Leyendas y otros encantos de Madrid.

Madrid en sí  es una leyenda, pero existen muchas otras que llenan a la ciudad y sus alrededores de atractivos misterios: pasadizos y puertas secretas; pueblos y sanatorios abandonados; lugares con aterradoras historias donde en la actualidad se escuchan gritos o se presentan fantasmas. 

Algunos de estos sitios son la vieja estación de Chamberí –hoy museo- donde nunca paraban los trenes. Hablan de que en los rieles hay monjes sepultados, y  también de que aparece una niña  que  fue arrojada  al  tren por descubrir un romance entre un cura y una monja.

Así mismo, la antigua sede de la Cárcel de Corte, famosa por sus tratos crueles, hoy  Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, donde los vigilantes oyen golpes y espantosos alaridos en las noches,  y se encienden las luces sin que nadie las active.

Pero la leyenda más encantadora de todas es sin lugar a dudas la que cuenta la historia del bandolero Luis Candelas, personaje casi mitológico, pero que existió en la vida real y es famoso; tanto por sus amoríos con mujeres célebres  de la época, como por sus inteligentes artimañas.

Grabado de Luis Candelas, célebre bandolero madrileño (1806?-1837).

Eran los tiempos de la posguerra contra la invasión francesa y en Madrid, así como en toda España, reinaba el caos; situación propicia para los asaltos a los viajeros en los caminos, al igual que en las calles de la ciudad.

Había  bandoleros muy crueles, pero otros muy seductores  y reconocidos por nunca atentar contra la vida de sus víctimas, que incluso gozaban de gran admiración por su rebeldía y hazañas.

Luis Candelas era del grupo de los últimos mencionados; tenía muchos amigos –y amigas- que lo socorrían cuando se esfumaba a través de los túneles y puertas ocultas que nadie conocía mejor que él, y acostumbraba a disfrazarse para camuflarse o hacerse pasar por distinguidos ciudadanos.

De Luis Candelas se cuenta que nació en el castizo barrio de Lavapiés, que frecuentaba las tabernas, que se fugó muchas veces de las cárceles, que tuvo cantidad de amante y amigos influyentes, y que fue condenado a muerte en el año 1837.

Otra historia muy simpática, referente a los pasadizos secretos, es la que alude al rey Alfonso XIII, quien supuestamente usaba un túnel para escabullirse  desde el Palacio Real,  hasta el Puente del Rey que atraviesa el rio Manzanares y llega hasta  la  Casa de Campo.

A través de esta inusitada vía de evasión, comentan que Alfonso XIII,  al anochecer, se escapaba de farra con sus amigos. Mientras tanto, todos en el Palacio pensaban que estaba descansando tranquilamente  en sus aposentos, o quizás rezando.

Pero Madrid no es solamente historia, arte y leyenda. También es la ciudad donde se degustan las tapas más espectaculares del mundo y se toma el mejor vino,  y en la que, luego de una noche de juerga,  se disfruta del más sabroso chocolate con churros al amanecer, en la Puerta del Sol.

Otras atrayentes actividades para realizar en Madrid son: pasear por las noches –no importa la estación del año- por la Gran Vía, visitar los barrios típicos, o asistir al mercado del Rastro ubicado en la zona más antigua de la metrópoli, allí donde se asentaron los árabes.

Pareja bailando el Chotis (Javier Pérez Montes/ Wikipedia)

Aunque lo más castizo de la ciudad son sus verbenas, en las que al compás del organillo los chulapos y chulapas bailan chotis: una danza contagiosa,  que   dicen fue  practicada  por primera vez en el Palacio Real en el  año 1850.

El chotis arrebata y provoca bailarlo, aunque  no se tenga ni la más remota idea de cuáles son sus pasos.

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