Entre los grimorios, libros de brujas o los llamados papeles mágicos, este volumen es el compendio que echó a andar a la Santa Inquisición en pos de las brujas.
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¿Qué es la brujería?
Es una creencia atávica que estipula que un tipo de personas tienen la habilidad de hacer maleficios utilizando ciertas prácticas supersticiosas en contra de animales, personas o cosas.
El martillo de las brujas
Publicado en 1482, recopilado y redactado por los monjes dominicos alemanes Heinrich Kramer y Jacob Spenger, El martillo de las brujas —como también se le conoce— fue un referente para las autoridades civiles y eclesiásticas durante trescientos años.
Es un manifiesto exhaustivo en donde se asientan las bases —a través del análisis del comportamiento— de la brujería y de quien la ejerce. El volumen está dividido en tres partes, cada una desarrollada en función de preguntas específicas a las que los autores responden profusamente.
Primera parte
En el capítulo inicial se mencionan los tres elementos necesarios para probar que la brujería existe y que los maleficios son posibles gracias a la participación de estos elementos y entidades: el diablo, el brujo y la permisión divina.
Describen la simbiosis entre el diablo y la figura del brujo, que al principio no definen en género, sino hasta después explican el porqué es una entidad femenina, y cómo interactúan para hacer el mal.
Clasifican el mal en cuatro grandes categorías: ministerial que es por obra de ángeles buenos; dañoso cuyos responsables son los espíritus malignos, maléfico que se atribuye a el diablo y el brujo; y natural que corresponde a los cuerpos celestes y a los inferiores.
Kramer y Spenger no justifican la proliferación de actos maléficos atribuyendo su origen a los malos pensamientos inducidos por el demonio, sino que la responsabilidad directa recae en el libre albedrío del que está dotado el ser humano.
Segunda parte
La segunda parte se divide en dos capítulos: en el primero se describe la forma en que se hace la brujería, los maleficios y la estrecha relación entre los sacramentos y las oportunidades para hacer el mal.
Los escritores pretenden persuadir de que el pacto con el diablo es real y la existencia de las brujas es un hecho comprobable. Cierra la sección una serie de recomendaciones o remedios como los llaman los autores para prevenir los hechizos o reparar el mal inducido.
Tercera parte
La tercera sección del documento trata con detalle la manera de descubrir, perseguir, enjuiciar o destruir a las brujas. Las declaraciones en este compendio fueron decisivas para que se iniciara un cruento movimiento en Europa.
Declaraciones como la de que las brujas parteras provocaban abortos con el fin de ofrecer los niños a los demonios de inmediato colocaban la atención en estas mujeres que ejercían el oficio.
Algunas tendencias cuestionables
Todas las aseveraciones planteadas por los autores fueron hechas desde el estricto punto de vista del catolicismo y reforzadas con citas bíblicas puntuales y extractos de otras obras antiguas de la misma índole.
A lo largo de las secciones se nota una innegable tendencia misógina propia de la usanza cristiana. Hay referencias al sexo femenino como débil y torpe, además de culpar a la mujer de los innumerables daños hechos en contra de los hombres y de ser altamente propensas a dejarse influenciar para cometer actos malignos.
Tal es el caso de Eva que convenció a Adán de probar el fruto prohibido siendo intermediaria del diablo representado por la serpiente.
Pero no solo se consideraba a la mujer como la principal víctima del diablo, también a otros grupos como los judíos, gitanos o moriscos y personas de estrato social inferior. Aunque el género femenino fue siempre el más afectado. Durante esa terrible época los inquisidores veían una bruja en potencia en cada mujer.
El Malleus Maleficarum es un libro de valor histórico por lo que representó durante tres siglos para las autoridades civiles y de la iglesia; sin embargo, aunque pudiera tener contenido orientado a describir la conducta criminal y su repercusión legal, hoy en día sería un nombre más en la larga lista de la cultura de la cancelación.