Los relatos de infortunios y naufragios pueden ser considerados como un género literario con mayúscula. Sin duda alguna, el relato por antonomasia es “Robinson Crusoe” del escritor inglés del siglo XVIII Daniel Defoe.
Quizás lo que no sea tan conocido es que la novela está basada en un suceso real, la desventura marítima del escocés Alexander Selkirk que pasó cuatro años en una isla desierta del archipiélago chileno Juan Fernández.
Afortunadamente el episodio tuvo un final feliz, en 1709 el verdadero Robinson fue rescatado por una embarcación de bandera británica.
Más de un siglo y medio después de la publicación, un escritor francés de cuarenta y seis años, que la había leído con fruición, decidió rendirle su propio homenaje y escribir una novela de naufragios. La tituló “La isla misteriosa”. El autor no podía ser otro que el genial Julio Verne.
Existen muchas similitudes entre ambas novelas, pero en la del francés los supervivientes son cinco en lugar de uno, y además son fugitivos de la Guerra de Secesión norteamericana. Han escapado con la ayuda de un globo aerostático que finalmente acaba precipitándose en una isla desierta.
Si nos tomamos unos segundos de reflexión es posible que nos demos cuenta que el primer náufrago literario fue el intrépido Ulises. Los primeros versos de la “Odisea” comienzan con el amor correspondido entre el rey de Ítaca y la maga Calipso, que le acoge tras un naufragio inesperado.
Durante siglos esta fatalidad se concebiría como el castigo de la arrogancia y la codicia humana. Por este motivo no es difícil encontrar en la literatura el arrepentimiento y la súplica del perdón a Dios.
Uno de los ejemplos más notorios los tenemos en el relato del “Náufrago salvado” una fábula que forma parte de los “Milagros de nuestra señora” de Gonzalo de Berceo.
Si seguimos esta senda, la soberbia fue la causa del hundimiento de un trasatlántico tras chocar contra un iceberg. Metafóricamente, la nave representa el avance tecnológico humano y el iceberg el enfrentamiento contra la naturaleza. ¿El título? “Futility o El hundimiento del Titán” de Morgan Robertson.
“Relato de un náufrago” fue el primer libro que publicó un jovencísimo reportero colombiano sobre la vida de un hombre –Luis Alejandro Velasco– que permaneció durante diez días en una balsa a la deriva en el mar Caribe. El relato de ficción tuvo algunos sinsabores, Gabo fue demandado por el protagonista, que quería figurar como coautor de la obra.
Yann Martel puso negro sobre blanco en “La vida de Pi” para contarnos la historia de Piscine Molitor Patel, un hindú que consigue sobrevivir durante doscientos veintisiete días en un bote salvavidas en la inmensidad oceánica.
Una novela basada en la experiencia de Steve Callahan, un norteamericano que pasó setenta y seis días a la deriva en el mar.
Fernando Martínez Laínez ha fabulado las peripecias del capitán Francisco de Cuéllar, un segoviano que participó en la Armada Invencible a bordo del “Lavia” y que tras el naufragio emprendió una marcha en solitario por el interior de Irlanda. El título de la novela deja poco espacio a la imaginación: “El náufrago de la Gran Armada”.
En estos momentos se puede recorrer en la isla Esmeralda la conocida como “Coellar Trail”, una ruta que sigue los pasos del español en la inhóspita Irlanda de hace más de cuatrocientos años y que hace las delicias de los moteros más denodados.
Llegados a este punto, ya tan solo queda decir aquello de que no hay nada mejor que “sumergirse” en una buena lectura.