Madrid y la literatura configuran uno de los matrimonios más estables de la cultura española, una relación indisoluble que es el orgullo de los madrileños. La capital de España tiene diez estaciones de metro con nombre de escritor@s.
¿Pero cuántos sabrían decir qué dos literatas tienen estación de metro, cuál es la línea metropolitana más literaria o cuál es el único poeta extranjero que tiene estación propia?
Concha Espina fue finalista al Premio Nobel de Literatura en tres ocasiones y en una de ellas (1926) perdió por tan solo un voto. A pesar de esta proyección internacional, seguramente sean pocos los viajeros de la línea 9 de Metro que recuerden cuál es su obra más conocida, “La Esfinge Maragata”.
Más suerte tuvo Vicente Aleixandre, el poeta que, en 1977, fue galardonado con el mayor reconocimiento literario mundial. Durante años, su casa –conocida como La Velintonia– fue el centro neurálgico de la Generación del 27. En ella se leyeron por vez primera “Sonetos del amor oscuro” de Federico García Lorca y en ella Aleixandre ejerció como anfitrión de poetas de la talla de Pablo Neruda o Miguel Hernández.
Hasta el año 2018, la estación Vicente Aleixandre era conocida como Metropolitano y se encuentra en el distrito de Moncloa (línea 6 de metro).
El poeta cordobés Luis de Góngora no ha sido merecedor, al menos hasta la fecha, de una estación metropolitana en la capital madrileña, pero sí el poeta con el que mantuvo una terrible enemistad: Francisco de Quevedo.
De Quevedo se han escritos ríos de tinta, pero hay algunas curiosidades sobre su biografía que no son por todos conocidas: además de escritor prolífico, era un ávido lector, hasta el punto de crear distintos artilugios que le permitiesen seguir leyendo mientras comía o cuando estaba en la cama.
Cuando falleció, su biblioteca albergaba más de cinco mil ejemplares y siempre que hacía un viaje se hacía acompañar de un centenar de ellos. Libros que, sin duda, se habría llevado para recorrer la línea 2 del Metro de Madrid, en donde se encuentra “su estación”.
Uno de los grandes poetas de las letras hispanas y “padre del modernismo” es Rubén Darío, el más internacional de los poetas nicaragüenses. La estación que honra su memoria se encuentra en la línea 5, bajo el Paseo de Eduardo Dato.
Junto a Lope de Vega y Calderón de la Barca, Tirso de Molina –pseudónimo de Fray Gabriel Téllez– es considerado uno de los grandes dramaturgos de las letras españolas, autor de obras inolvidables como “El burlador de Sevilla”, “Don Gil de las calzas verdes” o “El convidado de Piedra”. Actualmente, la estación de Tirso de Molina se encuentra en la plaza homónima y pertenece a la línea 1.
Además de Concha Espina, la otra estación que evoca a una de nuestras grandes literatas es La Latina. Se encuentra en la línea 5, bajo la plaza de la Cebada, en el barrio del mismo nombre.
Con este sobrenombre se conocía a Beatriz Galindo, la cual era capaz de hablar en latín con gran fluidez y traducir perfectamente a los clásicos con tan solo quince años.
Estos méritos no pasaron desapercibidos a Isabel la Católica, que la nombró maestra de latín de la reina y de sus hijas. Bajo su tutela estuvieron nada más y nada menos que cinco reinas: las castellanas Isabel la Católica y Juana La loca; Catalina –reina de Inglaterra–, e Isabel y María, ambas reinas de Portugal.
Nuestro recorrido literario se completa con las estaciones de Menéndez Pelayo y Miguel Hernández, ambas en la línea 1; Antonio Machado (línea 7); y las de Antonio Saura y Blasco Ibáñez, en la línea ML-1.