Napoleón Bonaparte se proclamó emperador de Francia el 28 de mayo de 1804 después de haber ascendido durante años dentro del ejército francés. Reinó más de una década de manera intermitente hasta que fue derrotado y exiliado.
Tras escapar del exilio, trató de recuperar su título y sufrió su última derrota en Waterloo. Fue exiliado por segunda vez, pero en esta ocasión le enviaron a la isla de Santa Elena. Allí fue donde murió seis años más tarde, la noche del 4 de mayo de 1821, en la casa Longwood. Desde entonces, su muerte ha propiciado fuertes debates y diversas teorías.
Primera teoría: cáncer de estómago
“Mi muerte es prematura. Me han asesinado el oligopolio inglés y su asesino a sueldo”
Estas fueron las últimas palabras conocidas de Bonaparte cuando dictó su testamento a finales de abril de 1821. El 5 de mayo de ese año, un día después de su muerte, asistieron siete médicos a su autopsia, donde concluyeron que el cáncer de estómago había sido la causa de la muerte.
Algunos estudios afirman que la muerte de Napoleón no llegó de un momento a otro. Se dice que, durante varios meses antes de su muerte, sufrió de dolores abdominales, náuseas, sudores nocturnos y fiebre. Siempre estaba estreñido o sufría diarreas, lo que le había hecho perder peso rápidamente. También tenía dolores de cabeza y le molestaban mucho luces demasiado brillantes. Además, sus encías, labios y uñas eran de un color pálido y blanquecino.
Se comenta que Napoleón pensó que estaba siendo envenenado, pero que terminó descartando la idea, asumiendo que tenía el mismo cáncer que había matado a su padre y que su estado era tan grave que la ayuda médica ya era inútil.
Segunda teoría: asesinato con arsénico
El primer teórico en exponer la idea de la conspiración fue el médico irlandés Barry O’Meara, quien había sido el médico personal de Napoleón tras la batalla de Waterloo.
O’Meara fue el médico del ex emperador francés durante tres años, pero fue despedido después de afirmar que el gobernador de Santa Elena, Sir Hudson Lowe, le había ordenado matar a Napoleón usando arsénico. Sir Hudson era perfecto para jugar al rol de villano y era exactamente el papel que Napoleón había expuesto al mundo.
Se comenta que Napoleón tenía un plan para escapar de Santa Elena y este constaba en alegar que su estado era insalubre y que debía ser sacado del archipiélago. El doctor O’Meara sería un apoyo en este escape, pues respaldó las afirmaciones del ex emperador sin dudarlo.
Esta fue una de las teorías más comentadas, pues mucha gente sospechaba que el médico irlandés tenía razón, aún así, nadie pudo comprobarlo, pues por aquel entonces no existía ninguna prueba que pudiera corroborar la presencia de arsénico en el cadáver de Bonaparte.
Sin embargo, 100 años después, el dentista Sten Forshufvud se encontró con esta historia y la retomó donde O’Meara la había dejado, creyendo encontrar una prueba irrefutable en los diarios privados del ayudante de cámara de Napoleón, que ya se habían publicado y ofrecían relatos de los últimos días del emperador.
Napoleón había presentado 28 de los 31 síntomas de intoxicación por arsénico, así que Forshufvud decidió pedirle a una universidad escocesa que realizara una nueva prueba que podría indicar los niveles de arsénico presentes en el cadáver. El Análisis de Activación de Neutrones (NAA) se realizó en los cabellos de Napoleón y reveló niveles altísimos de arsénico. Al parecer, O’Meara había estado en lo cierto, pero aún había una duda que resolver: ¿quién había matado a Napoleón Bonaparte?
El millonario Ben Weider creyó encontrar la respuesta a la pregunta anterior. Weider también concluyó que Napoleón había sido envenenado, pero lo hizo por una vía diferente: revisar las memorias escritas de quienes habitaban la casa Longwood en aquel momento.
Weider y Forshufvud reunieron los síntomas mencionados en las memorias y compararon estos con los picos de absorción mostrados por el análisis de NAA, creyendo que tenían evidencias claras de que a Napoleón se le administraron varias dosis durante algunos años.
Weider escribió un libro titulado “Asesinato en Santa Elena”, en el que reveló a un nuevo sospechoso, Charles Tristan, el antiguo compañero de Napoleón, que estaba desesperado por salir de la isla y que, además, se beneficiaría del testamento de su amigo.
Weider y Forshufvud afirmaron que los reyes borbones (que también tenían interés en mantener a Napoleón lejos del poder) amenazaron a Tristan con hacer pública su malversación de fondos si no aceptaba hacer que Napoleón bebiera una bebida envenenada con arsénico.
Sin embargo, las memorias de Charles Tristan no revelaro0n si le había suministrado el tóxico a Bonaparte, por lo que aún no se ha sabido quién fue su asesino…, si hubo alguno.
Tercera teoría: ¿sin asesino?
En 1980, el debate sobre el envenenamiento con arsénico tomó otra dirección: se comentaba que, aunque los análisis del cabello de Napoleón eran altos en arsénico, esto no significaba que alguien lo había asesinado, sino que podría haber absorbido suficiente arsénico de su entorno como para morir, pues, en el siglo XIX, cualquier casa estaba saturada de arsénico. Los cosméticos, los tónicos para el cabello, los cigarrillos, los polvos para insectos y demás artículos del hogar contenían arsénico y otras tóxicos letales.
Un químico de la Universidad de Newcastle analizó un trozo de papel tapiz robado por un turista de la casa Longwood y descubrió que los gases venenosos que exhalaba un tipo de moho adherido a la parte de atrás del tapiz pudo haber contribuido con el declive que condujo a Napoleón a la muerte.
Posteriormente, otros investigadores analizaron los cabellos del hijo de Napoleón, de su primera esposa y de otras diez personas vivas. La conclusión fue que, a principios del siglo XIX, los europeos tenían mucho más arsénico en sus cuerpos que la media de las personas de hoy en día.
Sin embargo, ninguna de estas teorías ha podido comprobarse al 100%, por lo que la muerte de uno de los personajes de la historia más importantes seguirá siendo un misterio… Hasta que pueda comprobarse qué fue lo que pasó en realidad.