El altermundismo o movimiento altermundista es uno de los fenómenos sociales de expansión global y de más reciente formación. Nació con el comienzo del siglo XXI, a partir de protestas y acciones “anticumbres” de líderes indigenistas y laborales, y como respuesta a las agendas económicas y acuerdos propuestos por organizaciones mundiales como el Fondo Monetario Internacional, G8 y la Cumbre de Davos.
Desigualdad social:
Tipos, causas, ejemplos, cifras y propuestas para acabar con ella
Se nutre de corrientes muy distintas y hasta dispares, y esto hace imposible que se le pueda encauzar en una sola línea de pensamiento. Sin embargo, todas tienen en común la defensa de valores como la ecología, los derechos del trabajo y la lucha contra la pobreza, por encima de las decisiones económicas.
Conoce un poco más sobre el impacto actual del también denominado movimiento antiglobalización, quiénes son sus líderes y qué eventos contribuyeron en su génesis.
El altermundialismo puede definirse como un movimiento civil y mundial muy amplio. Si bien tiene varios líderes claramente identificables y disímiles, hay quienes prefieren definirlo como una red de asociaciones y voluntades inspiradas por las corrientes de izquierda, anticapitalismo y antiglobalización.
Entre sus cabezas más visibles se encuentran el filósofo Ignacio Ramonet (director de Le Monde Diplomatique), la escritora Naomi Klein, el subcomandante Marcos (del Ejército Zapatista), el lingüista Noam Chomsky, los cantantes Manu Chao y Bono, líderes agrarios como José Bové y el documentalista Michael Moore.
Con un poco más de dos décadas de gestación, recibe muchos nombres, entre ellos, altermundialismo y antiglobalización, aunque este último término no es bien aceptado por los propios altermundistas. Uno de sus lemas más reconocidos es “Otro mundo es posible”.
Una de las características de este movimiento social es que no cuenta con una jerarquía. Es una red de movimientos descentralizados que operan de forma horizontal, sin portavoces oficiales ni manifiestos únicos que los identifiquen.
Además, cada integrante o colectivo de la red puede crear su manifiesto o causa, y los otros pueden apoyarlo.
En los últimos años, los activistas altermundistas han ganado visibilidad por las causas medioambientales, las protestas anticumbres y las críticas a las multinacionales, transnacionales y corporaciones que buscan ganar legitimidad social mediante publicidad e inversiones para mejorar su imagen pública.
Para entender el altermundismo hay que hablar de algunos de sus orígenes, hitos y puntos coincidentes. Entre ellos, se encuentran el movimiento de Chiapas (México), liderado por el comandante Marcos en 1996; la Batalla de Seattle de 1999 y el Foro Social Mundial de Porto Alegre de 2001.
La mayoría de los analistas, tantos detractores como seguidores del movimiento, coinciden en que el origen de la anti-mundialización comenzó en la selva chiapaneca, en el marco del Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y Contra el Neoliberalismo (1996).
Bajo la iniciativa del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), más de 3.000 personas de 40 países se concentraron en una zona montañosa del sureste de México para suscribir la Segunda Declaración de la Realidad. Este manifiesto denuncia la persecución militar a los rebeldes indígenas y condena al neoliberalismo, el capitalismo y la guerra.
A partir de este momento, comenzaron a realizarse varios encuentros que llevaron a la creación de grupos como Acción Global de los Pueblos (1998).
Se pasó a condenar frontalmente acciones tildadas de neoliberales, como los tratados internacionales de comercio, el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) y el Foro Económico Mundial de Davos. Este último es una de las confrontaciones más frontales y constantes que mantienen los altermundistas cada año.
ONGs, activistas, intelectuales y líderes de movimientos sociales comenzaron así a dar origen a la llamada anti-mundialización neoliberal. Otras temáticas se fueron sumando a la agenda. Entre ellas, la desocupación y paro laboral, los entornos precarios de trabajo, las violaciones de Derechos Humanos y el aumento de los indocumentados.
En 1998, por iniciativa de la revista Le Monde Diplomatique, surge la ATTAC. Esta asociación impulsa la creación de un impuesto a las transacciones financieras especulativas (Tasa Tobin). Esta idea había sido propuesta décadas atrás por el Premio Nobel de Economía, James Tobin.
Las manifestaciones organizadas por la Acción Global de los Pueblos captaron la atención de grupos ecologistas, anarquistas, feministas, campesinos, desocupados. Pero fue con la contracumbre de Seattle, de noviembre de 1999, que llegó la gran oportunidad para dar mayor visibilidad al movimiento.
Grupos mediáticos como Indymedia y la organización de “la batalla de Seattle” por parte de la red Direct Action Network (DAN o Red Acción Directa), lograron convocar a unos 50.000 manifestantes en la ciudad más grande del estado de Washington, para iniciar protestas y acciones de calle. El objetivo era impedir la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la llamada Ronda del Milenio. Lo lograron.
La “batalla de Seattle” (30/11/1999) incluyó manifestaciones, activistas detenidos, violenta represión por parte de las fuerzas de seguridad, caos en las calles, batallas campales y declaración de estado de emergencia y toque de queda ante las protestas que se salieron de control.
El propio presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, que aspiraba a la reelección, apoyó desde el principio las acciones de calle.
La batalla de Seattle juntó a grupos históricamente antagónicos y dio pie a la frase que se popularizó en ese entonces: “tortugas y camioneros unidos al fin”. Con ella dieron a entender que ecologistas y trabajadores y muchos otros estaban haciendo frente a las multinacionales, élites financieras y la globalización vista solo como esfuerzo comercial.
El tercer hito importante, después de Chiapas y Seattle, fue el primer Foro Mundial Social (FMS). Celebrado entre el 25 y el 30 de enero de 2001, en Porto Alegre (Brasil), esta cumbre es la contraparte del Foro Económico Mundial de Davos.
En la última semana de enero del 2021, el FMS celebró sus 20 años, con la edición virtual debido a la pandemia.
Actualmente, es larga la lista de causas e ideologías con las que se asocia el movimiento.
Entre ellas están el anarquismo, comunismo, pacifismo, radicalismo violento, movimientos indigenistas, grupos religiosos, antirracismo, asociaciones de liberación animal, esperantistas, sindicatos de obreros, defensores del acceso a la medicación genérica y activistas contra la modificación genética de organismos (OMG).
Hoy reciben nombres diversos como Global Justice Movement, movimiento no global, el movimiento, Movimiento de Resistencia Global, globofobia, Pueblo de Seattle. Todas tienen en común el rechazo a las grandes instituciones financieras del mundo como el FMI, Banco Mundial y OMC y las multinacionales.
También, repudian el libre comercio que beneficie a las grandes corporaciones, mientras apoyan la implementación de mediciones alternativas como el IBES o Índice de Bienestar Económico Sostenible, contrario al Producto Interno Bruto (PIB).
El rechazo a las privatizaciones, sobre todo, en el sector público, y la defensa del medioambiente por encima de las decisiones económicas y comerciales, son parte de la agenda.
El movimiento ha recibido críticas por falta de cohesión entre sus miembros, por el radicalismo y violencia con el que actúan varios de sus grupos, y por reoxigenar las ideologías marxistas. También, por condenar el libre mercado, el goce de las libertades individuales y por sus puntos contradictorios en cuanto a la distribución de la riqueza. Entre las propias filas del movimiento, no faltan críticos y detractores.
El escritor sueco Johan Norberg, el primer ministro belga Guy Verhosfstadt, la política liberal Emma Bonino (Italia) y los filósofos Andrew Potter y Joseph Health son algunas figuras que han mostrado su rechazo a las ideologías altermundistas.