En 1989, McDonald’s abrió un nuevo establecimiento en la Plaza de España de Roma, en Italia. Este acontecimiento aparentemente trivial fue criticado por Carlo Petrini, un periodista que rechazaba la tendencia de adoptar el fast food y dejar a un lado la tradición. El rechazo de Petrini fue respaldado por muchas otras personas y de esta forma nació el movimiento Slow.
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El movimiento Slow rechaza el ritmo de vida acelerado que marca la pauta hoy en día. A pesar de que no cuenta con el respaldo de ningún tipo de organización, ya tiene más de 80.000 miembros y se encuentra en 50 países.
Este movimiento argumenta que las cosas más importantes de la vida no deberían hacerse con prisas, y que las personas no tienen que estar controladas por el tiempo. Plantea que se debe encontrar un equilibrio entre la tecnología y la tradición, para conseguir alcanzar la eficiencia y el desarrollo pleno de la vida.
Además, afirma que las personas deben trabajar para vivir. Y que el hecho de vivir implica disponer de tiempo para socializar, para disfrutar de ciertos placeres como la lectura o la escritura o, simplemente, para pasear con tranquilidad la naturaleza o por la ciudad.
Por otra parte, este cambio de hábitos puede aportar múltiples beneficios a la sociedad, a la cultura y a la salud de las personas.
El movimiento se originó durante la revolución industrial y hasta el día de hoy se ha presentado en diversas manifestaciones.
Entender qué significa Slow, cuya traducción literal es “lento”, es crucial para poner en práctica esta filosofía.
Slow Food es el movimiento que comenzó toda la filosofía Slow. Ocurrió cuando el periodista Carlo Petrini se rebeló contra la estandarización de la comida a través de cadenas internacionales de comida rápida, o fast food.
En esencia, el Slow Food es el concepto completamente opuesto al fast food. Promueve el consumo de platos tradicionales de cada ciudad, cuya preparación requiere tiempo, y utilizando ingredientes cultivados de forma orgánica.
También respalda la idea de que la comida debería ser una práctica social. Tendría que ser disfrutada con tranquilidad y en compañía de otras personas, o de una agradable lectura, pero no frente al televisor.
En la actualidad, las cadenas de restaurantes de fast food abundan a nivel mundial y son muchas las personas que las prefieren por la rapidez de su servicio, lo que permite ahorrar tiempo y regresar de nuevo al trabajo. Esta dinámica puede resultar perjudicial para la salud e incluso para el medio ambiente.
El movimiento de vida Slow ha utilizado durante muchos años la imagen de un caracol como logo.
Uno de los beneficios más importantes es que el cultivo de los ingredientes de cada plato se realiza de forma respetuosa con el medio ambiente. Por lo tanto, los daños provocados al entorno son reducidos en comparación con aquellos que realizan las empresas que producen comida o alimentos en cantidades industriales.
Respecto a la salud, el movimiento Slow Food favorece la buena digestión y permite que los nutrientes de cada alimento sean asimilados de una mejor forma por el organismo.
Además de esto, se trata de una propuesta que mejora las relaciones sociales, lo que puede tener un efecto positivo en el bienestar y en el estado de ánimo de las personas.
Del mismo modo que el Slow Food se opone a la industria de la comida rápida, el Slow Fashion se opone a la tendencia actual del fast fashion. Es decir, esa moda que es temporal y cuyas prendas de vestir tienen un tiempo de vida útil muy corto.
Además de rechazar las tendencias pasajeras, la moda Slow respalda las marcas sostenibles. El movimiento Slow Fashion se opone a cualquier tipo de propuesta que incluya la creación masiva de prendas de vestir y promueve la compra de productos artesanales o hechos a mano.
También respalda los mercados de segunda mano y la donación de ropa.
En la actualidad, han surgido otras propuestas de moda cuyas prendas se confeccionan con telas y materiales sostenibles o reciclables.
Este movimiento prioriza la calidad por encima de la cantidad, máxima que se ha convertido en una de las frases del movimiento Slow más conocidas. Esto implica en muchas ocasiones optar por prendas clásicas, que pueden ser usadas incluso cuando la tendencia ha acabado. De esta forma se reduce el consumo y la compra de ropa no tiene por qué ser tan frecuente.
La industria textil y de la moda es la segunda en el mundo en lo que respecta a causar mayor contaminación. Según los datos de la ONU, esta industria es responsable del 10% de las emisiones de carbono a nivel mundial.
El objetivo de Slow Fashion es reducir el impacto perjudicial de esta industria en el medio ambiente. Por eso se trata de un movimiento que promueve las tendencias eco y verde. También aumenta el nivel de conocimiento que tiene el público sobre el impacto negativo de la moda sobre el entorno.
Cittaslow es un término usado para referirse a las ciudades que ponen en práctica el movimiento Slow para el beneficio de su población. También se denominan Slow cities.
Estas ciudades buscan alternativas al ritmo de vida acelerado que suele caracterizar a las urbes más importantes del mundo.
En este tipo de ciudades tiene más importancia la calidad de vida, por eso cuentan con numerosas plazas y espacios públicos que invitan al descanso y a la socialización al aire libre. Además, promueven los negocios locales y el cultivo de alimentos propios.
Los centros históricos suelen ser áreas reservadas para el paso peatonal, de esta forma promueven el turismo con consciencia y evitan que los coches y el tráfico generen cualquier tipo de contaminación en la zona, tanto ambiental como acústica.
Por otro lado, se trata de ciudades que pretenden encontrar el equilibrio entre lo moderno y lo tradicional, sin dejar a un lado la tecnología, cuyo desarrollo se mantiene siempre en movimiento. Una vida basada en el equilibrio.
Las ciudades que desean unirse al movimiento slow life deben cumplir con determinados requisitos. Entre ellos, contar con una política medioambiental que promueva el reciclaje, el uso de tecnología para mejorar la calidad de vida del entorno y el mantenimiento de las tradiciones locales.
Por otra parte, deben fomentar el consumo de alimentos cultivados con técnicas naturales. Este tipo de productos no deben incluir componentes que resulten perjudiciales para el medio ambiente.
Es importante que los ciudadanos estén informados sobre lo que significa el movimiento slow life, además de ser conscientes de que viven en una ciudad que forma parte del slow movement. Solo de esta forma se puede garantizar que las acciones y actitudes de los vecinos vayan de la mano con la filosofía.
Estas ciudades no pueden tener una población que supere los 50.000 habitantes.
Existen diversos municipios que forman parte del movimiento Slow en España. Entre otros, La Orotava, Bigastro, Begur, Rubielos de Mora, Pals, Mungia y Lekeitio. En todos ellos existen restaurantes que ofrecen propuestas frescas con platos hechos a base de productos locales, y con ingredientes cultivados en la zona.
El principal beneficio es que mejora la calidad de vida de las personas que allí residen. Además, se tiene en consideración a la comunidad entera en las labores de desarrollo de la ciudad, por lo que cada uno de sus integrantes desempeña un trabajo importante.
Por otra parte, se impulsan los negocios locales y tradicionales. En especial, aquellos relacionados con la industria gastronómica y textil.
Al hacer uso de los productos locales y rechazar los de consumo masivo, se reduce el impacto negativo que las industrias suelen provocar en el ambiente. También disminuye la emisión de carbono.
Según la filosofía Slow, la existencia de estas ciudades hace que la población consiga llevar una vida plena con mayor facilidad. Pone un especial énfasis en que sus ciudadanos sean eficientes a pesar de llevar una vida lenta. La eficiencia y la rapidez no tienen por qué ir de la mano. También se trata de personas que trabajan para poder disfrutar de la calidad de vida que han creado.
La importancia de estas ciudades, indica esta filosofía, es que sus miembros comprenden cuáles son las consecuencias que tienen sus acciones a largo plazo, mientras que gran parte de la población mundial actúan como si no fueran conscientes de que los recursos se acaban.
Por último, se trata de ciudades que evitan que su población viva de forma superficial. Al no dar tanta importancia al tiempo, pueden centrarse en su desarrollo personal y en el de la comunidad, además de disfrutar de su día a día.
Esta forma de pensar va de la mano con el significado de slow down (bajar el ritmo o calmarse) y promueve la inversión del tiempo necesario para lograr un resultado que cuente con una calidad más alta.
El movimiento Slow también ha llegado hasta los hogares. El Slow House propone que las viviendas sean diseñadas con la finalidad de que su propietario se sienta en sintonía con su entorno. Este planteamiento es opuesto a la mentalidad actual, con la que gran parte de las viviendas resultan similares entre ellas.
Esta filosofía sugiere seleccionar una ubicación que se encuentre cerca del lugar de trabajo y recurrir a contratistas independientes que puedan dedicar más tiempo al proyecto. En cuanto al diseño, los más populares involucran una gran presencia de luz y de espacios abiertos, además de evitar las habitaciones de tamaño reducido.
Lo más importante es que el hogar responda a las necesidades de la propia persona, en lugar de ser una imitación de algún diseño estandarizado.
Se recomienda que la construcción se integre con el entorno, especialmente cuando hay áreas verdes en los alrededores que pueden ser aprovechadas.
Existen empresas especializadas que realizan proyectos a la medida del cliente. Dentro de lo posible, el objetivo es que las casas sean ecológicas y que ayuden a la persona a llevar un estilo de vida mucho más simple y eficiente.
Durante la construcción de estas viviendas se solicita que el cliente esté involucrado durante todo el proceso y que lleve el control en casi todas las fases.
Al sentirse cómodo y en sintonía con su hogar, el individuo se centra más en los propósitos de las actividades que realiza en casa, sin estar tan pendiente del tiempo. Además, al ser una vivienda completamente personalizada, también disfruta del hogar en otra medida.
Esto implica que las habitaciones más importantes para el propietario tienden a tener un mejor ambiente.
Los espacios pueden mejorar el enfoque y la eficiencia de la persona, reducir sus niveles de estrés y otorgarle más tiempo para hacer aquello que realmente le importa.
Por otro lado, se incrementa la empatía y se promueve la creación de relaciones interpersonales más profundas, sobre todo cuando se comparte el hogar con otros individuos, ya sean familiares o amigos.
Las personas se centran más en el presente, lo que puede reducir el riesgo de sufrir ansiedad o depresión. Quienes cuentan con una Slow House suelen ser personas más alegres y pacientes.
Otra de las ventajas es que estas viviendas suelen ser creadas para ser casas sostenibles y, de esta forma, reducir o eliminar por completo el impacto negativo que el uso de servicios pueda tener en su entorno.
La simplicidad de los diseños también fomenta la creación de valores familiares, el encuentro con amistades y la capacidad de disfrutar de tiempo de ocio en su interior.
El movimiento dio comienzo con la popularización del Slow Food. Un grupo de personas que estaba a favor de esta tendencia solía reunirse en un restaurante en Italia e intercambiar ideas a finales de la década de los 80. Sin embargo, el movimiento llamó la atención en el momento en el que el periodista Carlo Petrini levantó críticas contra el nuevo establecimiento de McDonald’s situado en la Plaza de España de Roma.
El manifiesto oficial e internacional del movimiento Slow Food fue escrito en 1989. Entre otras cosas, se oponía a la globalización y expresaba el temor de las comunidades cuyas tradiciones gastronómicas o industrias de cultivo estaban siendo afectadas.
Los objetivos principales eran simples: proteger las tradiciones locales, los placeres gastronómicos y reducir un poco el ritmo de vida acelerado que se estaba instaurando en las ciudades.
Aunque en sus comienzos fue considerado como un chiste, el movimiento creció de forma constante y se ganó el respeto alrededor del mundo. Más allá de la gastronomía, hoy en día se defiende también la biodiversidad y el respeto por los ritmos de vida individuales.
Además de Petrini, otros personajes importantes se fueron sumando a la causa. Entre ellos, Geir Berthelsen, que creó el Instituto Mundial de la Lentitud (The World Institute of Slowness) en el año 1999.
También destaca Carl Honoré, uno de los representantes más conocidos del movimiento en la actualidad por ser el autor del libro Elogio a la lentitud, en el que afirma que una vida rápida es superficial y que la lentitud no está relacionada con la ineficacia. Según explica el autor, se relaciona más bien con el equilibrio. El libro fue publicado en el año 2004.
Referencias: