Entre los meses de junio y septiembre de 2011, la isla de El Hierro sufrió una serie de temblores que fueron interpretados como la señal de que algo más grande estaba por venir, y así ocurrió.
Un nuevo volcán submarino estalló con toda su fuerza el 10 de octubre de ese año. El Instituto Geográfico Nacional reveló que el flujo de magma de Tagoro -así fue bautizado el nuevo cráter- surgió de la corteza terrestre en algún punto mar adentro, a unos 5 kilómetros de la costa sur de la isla y a 900 metros de profundidad.
Tras 138 días de violencia, el Tagoro calmó su ímpetu y en 2014 un grupo de científicos navegó hasta la zona. Allí, en el recién formado subsuelo oceánico, encontraron una forma de vida que nunca antes habían visto.
Este organismo, bautizado como “Pelo de Venus”, ocupaba una extensión equivalente a ocho pistas de tenis, y bajo el agua tenía un aspecto casi mágico que sorprendió a los presentes. No obstante, cuando esta forma de vida fue extraída y llevada al laboratorio perdió su belleza y, como la mayoría de microbios, se negó a crecer.
Gracias a poderosas herramientas tecnológicas como la secuenciación de ADN, los científicos determinaron que, efectivamente, se hallaban ante una nueva especie de bacteria. El Pelo de Venus, explicaron, crece hasta 3 centímetros de largo y tiene un grosor de 36 a 90 micrómetros de diámetro (el cabello humano tiene entre 17 y 180 micrómetros de diámetro).
David Kirchman, de la Universidad de Delaware (EUA), y uno de los investigadores del hallazgo sugieren que este organismo empezó a colonizar la zona una vez que el nuevo lecho marino volcánico se enfrió hasta llegar a los 100° grados.
El microorganismo que dio origen a esta forma de vida es uno de los millones presentes en el océano, el cual encontró un territorio virgen creado por la erupción del Tagoro para colonizarlo.
Por el momento, los científicos creen que la bacteria se habría alimentado de grandes cantidades de sulfuro de hidrógeno que expedían las rocas. Hasta ahora se ha secuenciado el 82% de ADN y, al parecer, la clave de su formación en un ambiente tan hostil está en una proteína capaz de quitar los metales pesados que fluctúan en la nueva roca volcánica.