Los tiempos actuales demandan la ruptura de viejos esquemas de vida y de comportamiento. Las nuevas masculinidades le dan una visión renovada al rol del hombre en la sociedad y en la familia en una época de cambios y nuevos paradigmas. Hablamos de los hombres del futuro.
Liderazgo femenino:
¿Qué prefieren las empresas?
El patriarcado ha sido predominante en la historia de la humanidad, en un modelo donde prevalece la autoridad del hombre en todo tipo de organización social: política, laboral, familiar, religiosa… En este sentido, la superioridad y la autoridad masculina fue por mucho tiempo la única estructura posible. Las nuevas masculinidades emergen replanteando los patrones establecidos, en la búsqueda de la justicia y de una sociedad igualitaria.
Este proceso puede resultar liberador y sorprendente. Los estereotipos que se mantuvieron inalterados por mucho tiempo dan un giro inesperado en función de las exigencias del momento histórico que estamos viviendo. Conoce este nuevo enfoque y sus implicaciones en la construcción de un nuevo mundo.
La masculinidad hegemónica es un concepto que ha sido desarrollado y explicado por algunos estudiosos contemporáneos, entre los que se encuentran la socióloga australiana Raewyn Connell, el psicólogo Robert Brannon y Lionel S. Delgado filósofo y psicólogo, este último con una interesante teoría (explicada en el artículo “Contra la deconstrucción masculina”) sobre cómo desmontar el modelo a través de una visión crítica y del estudio de su proceso (herencia, cultura y sociedad).
Por su parte Raewyn Connell le atribuye dos características esenciales: la dominación y la agresividad, aunque afirma que hay muchos tipos de masculinidades tradicionales.
La masculinidad tradicional no solo implica una posición dominante sobre la mujer, también tiene otras características: el hombre viril, poderoso, autosuficiente, capaz y racional, que puede imponer su voluntad y dominar todas las estructuras sociales.
El modelo está definido por valores dominantes y represivos con una naturaleza dañina hacia las mujeres y hacia los hombres, en el sentido de que es un sistema hermético, opresor y vigilante del concepto hegemónico del “ser hombre” que impide que el ser humano se manifieste, viva, sienta y se exprese de forma libre y plural.
El psicólogo Robert Brannon, lo sintetiza en cuatro pilares primordiales: anti-feminidad (los hombres no tienen nada que ver con los asuntos de las mujeres), dominación y control (el hombre es el que manda), fuerza y resistencia (el hombre debe ser fuerte como un roble) y osadía y agresividad (yo puedo contra todo el mundo).
De esta forma, la masculinidad tradicional se inserta como una pieza más de dominación, al igual que el racismo, el clasismo y otras formas de opresión y por lo tanto contribuye a la configuración de una sociedad injusta y desigual.
Algunas características sociales del hombre según este modelo son:
Las cualidades de un hombre bueno son: bastarse a sí mismo, lograr el éxito, ser importante, controlar, destacar y llegar a tener poder. La contrapartida del mensaje es: no seas uno más, no necesitas a nadie (también puede ser no cuentas con nadie), debes ser más que los demás.
Otras características de la masculinidad hegemónica son la competitividad, la valentía y la lucha. De esta forma la imagen del guerrero se fortalece y camina por la vida en un constante desafío, en un campo de batalla donde gana el más fuerte. El mensaje subyacente es un mundo amenazante donde la violencia es requerida.
Según este valor de la masculinidad hegemónica, el hombre debe tener un lugar prominente dentro de la jerarquía masculina, por ejemplo, el respeto y temor hacia el padre y no a la madre. Esta creencia construye la idea de sometimiento y obediencia a una figura poderosa.
Aquí se refuerza el carácter superior frente a la mujer, lo que significa tener autoridad sobre ella y marcar las diferencias: un hombre no hace lo que las mujeres hacen. De esta forma se crea la idea de que los hombres tienen más derechos, no se dejan “dominar”, el hombre masculino no participa de las labores domésticas ya que esto lo degrada.
Estas creencias a menudo llegan al extremo de ver a la mujer como paridora, encargada de la crianza y de las labores domésticas. También se definen rígidamente las características de hombres y mujeres. El feminismo y nuevas masculinidades no son reconocidos bajo este sistema de dominación. Las características de un buen hombre según este modelo son las de proveedor y sustentador.
El sentimiento de superioridad también vale para hombres que no se rijan bajo estos preceptos o que, de acuerdo a estos criterios, parezcan menos masculinos. Los hombres del futuro no son aceptados bajo esta visión. Finalmente podemos decir que la masculinidad hegemónica menosprecia otros tipos de masculinidades: la de los niños, ancianos, bisexuales, homosexuales, transexuales, los no violentos, etc.
Las consecuencias de la masculinidad hegemónica no es solamente la instalación de un sistema opresor de la mujer en el hogar. Este sometimiento instala patrones de conducta tan aceptados socialmente que se pueden llegar a ver como algo normal, ya que en numerosos casos están institucionalizados y son avalados por las leyes: la desigualdad salarial, posiciones de poder (político, empresarial), posibilidades laborales en puestos solo para hombres, explotación publicitaria de la figura femenina… De esta forma también se aplican formas de dominio económico, político, sexual, etc.
Nunca como en los tiempos actuales emergen tantos tipos de masculinidades que no encajan en estos patrones machistas, sin embargo, la masculinidad hegemónica margina todas estas expresiones de la misma manera.
El coste social de esta visión es muy alto, afecta a hombres, mujeres y a la sociedad en su conjunto, es un modelo que no se ajusta a la realidad y conduce a situaciones insanas. Algunas de las consecuencias son las siguientes:
Una consecuencia es la visión de la mujer como un objeto y no como un sujeto. La masculinidad hegemónica mira a la mujer como una propiedad, incluso una propiedad colectiva a la disposición para la conquista, lo que puede generar una fuerte competencia en el afán de demostrar una posición dominante frente a los demás machos.
Por otra parte el cuerpo femenino también es explotado económicamente y usado como objeto de exhibición para fines publicitarios. Entrar en los patrones de la imagen femenina prevaleciente se vuelve una imposición inhumana para la mujer usada en este tipo de trabajos. En el ámbito familiar también se le puede asignar el rol de objeto decorativo o simplemente utilitario, relegándola a las labores domésticas (paridora, criadora) con un trabajo no remunerado y supeditado a las condiciones impuestas por el modelo de masculinidad hegemónica.
Bajo esta mirada se juzgan como apropiadas o no, las actividades, sentimientos y expresiones del ser humano dependiendo del género al que pertenezca. Las características del género masculino son: los “hombres modelo” no expresan sus sentimientos, deben ser fuertes y duros, deben proveer.
Las mujeres modelos deben someterse a la voluntad masculina, deben encargarse de las tareas del hogar y ser las responsables de la crianza. Todos tienen asignado su rol: los niños no juegan con muñecas, las niñas no juegan fútbol. La limpieza del hogar y el cuidado de los niños no son actividades propias del hombre.
Se establecen de manera rigurosa cuáles son las actividades para hombres y cuales las de la mujer. Cumplir el papel asignado elimina la libertad y las capacidades individuales, la posibilidad de expresarse y de ser uno mismo, tiene una consecuencia nefasta para el ser humano (sea hombre, mujer, niño o adolescente). Todo esto tiene una repercusión social: seres frustrados, reprimidos y talentos truncados por las imposiciones del modelo.
Para legitimar la relación de poder se genera la agresión, que puede ser física, psicológica o ambas. Esta es una de las consecuencias más nefastas de la masculinidad hegemónica. Debido a esto se han perdido muchas vidas víctimas de la violencia masculina. Las estadísticas en este sentido son alarmantes.
Hay otras formas de violencia que se pueden presentar de forma muy sutil y se vuelven difíciles de reconocer a simple vista, son los llamados micromachismos. Las opiniones femeninas ignoradas, la burla a la labor desempeñada por la mujer o el menosprecio son formas poco evidentes de violencia.
La sociedad que permite las desigualdades salariares según el género también promueve la violencia (llamada violencia estructural) ya que genera desigualdades sociales, paro, carencias nutricionales, etc. Además la dependencia económica que puede darse debido a esta situación refuerza el poder masculino sobre la mujer.
La violencia también es avalada socialmente como método para solucionar las diferencias, el cine y la televisión son vivos ejemplos de esto, en ellos se pone de manifiesto permanentemente las características del machismo y de los roles masculinos: agresión, poder, dominación…
Según este modelo las mujeres deben ser sumisas. Los hombres son castrados emocionalmente, no deben llorar ni expresar ningún tipo de debilidad (miedo, dolor, angustia, llanto). Los niños y adolescentes por su parte también tienen que adaptarse a patrones rígidos de comportamiento que limitan la posibilidad de expresarse libremente.
La ciencia hace mucho que ha puesto de manifiesto las terribles consecuencias psicológicas y físicas de la represión emocional que generalmente terminan en enfermedades crónicas y en algunos casos mortales. El alcoholismo, la afición al juego y el suicidio también pueden ser consecuencias de la mala gestión de las emociones.
Este modelo no solo es dañino para la mujer, también causa mucho estrés y angustia en el hombre. Comportarse, hablar, verse y pensar siempre sin salirse del esquema resulta muy agobiante. Por otra parte necesitan comprobar su virilidad y requieren de la validación por parte de los otros hombres. Aquí la competencia se hace presente, disminuir a otro macho puede ser muy gratificante y refuerza la autoestima del que lo hace, ser más masculino que el otro lo empodera a los ojos de los demás.
Este modelo es desgastante. La necesidad de ser fuerte, proveedor y dominante los pone en una situación compleja de competencia permanente. Mantener esta imagen es lo que reafirma la masculinidad y cualquier falla puede resultar humillante.
El término “nuevas masculinidades” se refiere a un concepto abstracto que abarca diversas formas de percibir la idea del nuevo rol del hombre en la sociedad y sus relaciones en un mundo cambiante, siempre en la idea de la superación del machismo y con la suficiente amplitud para la aceptación de diferentes tipos de masculinidad.
Ante la postura patriarcal, emerge una nueva visión de la vida, con posibilidades de ser, expresar, hacer y sentir en mayor libertad. Una nueva forma de establecer relaciones de género basadas en el respeto y la igualdad. Las nuevas masculinidades liberan al hombre de los rígidos patrones instaurados por el patriarcado, le permite mirarse tal cual es y expresar sus sentimientos.
Al igual que las diferentes agrupaciones feministas, surgen asociaciones de hombres que desean un cambio hacia un modelo más justo para todos, un ejemplo es el llamado “Varones Beta” quienes se definen hombres en busca de una alternativa respetuosa, empática y sensible.
Todas estas iniciativas son importantes, pero la voluntad no es suficiente, se necesitan leyes nuevas, procedimientos, controles y organismos que vayan acorde a este concepto de igualdad de género. También se requiere de trabajos de formación y educación liberadora para crear ese nuevo modelo que involucra un cambio de toda la sociedad. Las nuevas masculinidades se caracterizan por:
Los conceptos de nuevas masculinidades pueden ser varios, pero todos coinciden en el hecho de que los hombres al igual que las mujeres tienen sentimientos y la necesidad de expresarlos. Transmitir lo que sentimos (dolor, miedo, amor) es una experiencia liberadora en todas las etapas de la vida: niñez, adolescencia y adultez. El temor a los estigmas y descalificaciones no caben bajo esta concepción del nuevo hombre.
Las relaciones de poder ya no son necesarias bajo esta óptica. La forma de dominación a través de la violencia no existe. El hombre ya no necesita mantener el control y puede establecer relaciones en igualdad de derechos. Las jerarquías y las máscaras resultan obsoletas y puede presentarse como es, sin temor a ser minimizado. Reconocerá a la mujer y a otras masculinidades.
La opresión de los roles herméticos no tiene cabida en este modelo. Los integrantes del grupo familiar tienen autonomía para ejercer las actividades de su preferencia independientemente de su género. La niña puede jugar fútbol, el varón puede jugar a las muñecas, las labores domésticas son compartidas, etc. Su pareja es un individuo con los mismos derechos que él.
La mujer deja de ser cosificada, no es un objeto sexual o decorativo. Los estereotipos sobre la figura femenina se cuestionan y se parte del reconocimiento de la mujer como un individuo con identidad propia. El cuerpo y la belleza no existen para el disfrute de los varones. La relación sexual también se establece en términos de igualdad y no de poder.
Todas las maneras de ejercer la masculinidad son reconocidas. No se minimiza, excluye o humilla a nadie por la forma de expresar su individualidad. No hay nada que demostrar ante los otros hombres, no es necesaria la validación de la virilidad ni tampoco competir por el poder.
Las nuevas masculinidades ofrecen la libertad para ser quien realmente somos y de llevar el tipo de vida que se desee: liberarnos de los rígidos patrones de comportamiento dictados por el machismo, desarrollarse en la carrera que queramos sin importar cuál sea nuestro género, expresar nuestros sentimientos, vestirnos como nos guste, establecer relaciones sanas, realizar cualquier tarea sin complejos ni miedos, andar por la vida sin caretas… Algunas consecuencias positivas de las nuevas masculinidades son:
Las nuevas masculinidades brinda la libertad de expresar el género en la forma que cada individuo decida de acuerdo a sus propias creencias y personalidad. No hay una sola forma de ser hombre o mujer. Todos los enfoques son válidos.
El hermetismo al que se ven sometidos ambos sexos queda sin efecto. El hombre puede expresar sus sentimientos sin temor a la burla o a la humillación. La mujer deja de ser sumisa y toma las riendas de su vida.
Las relaciones se replantean desde una mirada de igualdad y respeto por el otro. El control, el poder y la dominación sobre la mujer no tienen cabida en esta forma de relacionarse. Se hace presente una masculinidad no violenta.
Establece y promueve relaciones laborales basadas en el respeto mutuo y en la igualdad de condiciones. Esto trae como consecuencia un ambiente más sano y en consecuencia mayor rendimiento y productividad.
La experiencia de expresar los sentimientos y de ser uno mismo es liberadora. La presión de ser aceptado y de tener que demostrar permanentemente la masculinidad desaparece y en su lugar llega el equilibrio emocional.
Al mismo tiempo, tanto hombres como mujeres pueden desarrollar sus verdaderas potencialidades haciendo lo que más les gusta. La sociedad se beneficia de individuos sanos y productivos. Las capacidades individuales de cada uno son desarrolladas y puestas al servicio del colectivo.
Las nuevas masculinidades deben ser asumidas por la sociedad en un proceso de aprendizaje y práctica. No es cuestión de pasar el switch. Actividades de reforzamiento, formación y divulgación son necesarias para conseguir el cambio de toda la sociedad.
Activar sitios de formación puede ser muy útil: charlas en escuelas, universidades y sitios de trabajo. El taller de nuevas masculinidades impartido por sociólogos, psicólogos y expertos en diversas partes del mundo es una iniciativa interesante, incluso se puede hacer online.
Para un cambio eficaz hay que tener en cuenta a los niños y revisar el tipo de información que están recibiendo desde los primeros años de vida. La educación temprana es fundamental en la formación de los hombres del futuro.
Otros aspectos muy importantes son la promulgación de leyes que promuevan la equidad de género y el establecimiento de normativas que regulen las condiciones laborales.
Entiende tus propias emociones para que puedas entender las emociones de otros. Escucha sin prejuicios y con mente abierta los puntos de vista de los demás aunque sean diferentes a los tuyos, siempre existen muchas formas de ver un mismo asunto y todas merecen respeto. Trata de ponerte en la posición del otro y piensa que sentirías tú.
Mira a tus semejantes como iguales sin importar su género ni la forma en que lo expresen. Si aceptas a los otros y renuncias a las relaciones de poder y dominación, la violencia no estará presente. Debes estar atento a tu propio comportamiento para que corrijas las posibles recaídas.
Permítete expresar libremente tu personalidad y tus sentimientos sin tener en cuenta dogmas o esquemas. Renuncia a las coacciones sociales y fomenta tu libertad para decir y hacer sin apego a los estereotipos.
Los cambios son un proceso. Realiza prácticas conscientes y permanece atento a las recaídas, eso es parte de la evolución. Los ejercicios son gratificantes y van a reforzar el comportamiento. El proceso de desaprender las conductas ya establecidas para sustituirlas por unas nuevas puede ser largo.
Comprende los tiempos históricos que estamos viviendo. Los viejos modelos no se adaptan a las nuevas exigencias y estilos de vida. Concientiza la necesidad de la evolución individual y colectiva en función del bien común.
El hombre del futuro crea un mundo donde todos tienen cabida, formado por hombres y mujeres libres de expresar sus preferencias, elegir sin prejuicios y mantener relaciones justas e igualitarias.
Muchos hombres famosos son ejemplo de este despertar. Algunos se autoproclaman feministas, otros luchan día a día por desaprender los hábitos arraigados y asimilados desde la infancia. Estos hombres, sin importar la época en que hayan vivido, son los hombres del futuro.
Muchos nombres famosos son ejemplo de nuevas masculinidades, sobre todo gracias a hombres anteriores que han tenido la valentía de dar un paso al frente y defender sus ideales.
El famoso músico y compositor que rompió todos los esquemas. Durante mucho tiempo no se toleraba que un hombre usara maquillaje a menos que fuera un mimo o un payaso. Esta ley no escrita fue transgredida por David Bowie en los años setenta dando un duro golpe a todos los patrones de masculinidad tradicional. En 1972 aparece en un vídeo con el pelo naranja, el rostro maquillado y un traje satén turquesa. El músico (ya fallecido) traspasó el límite en un tiempo difícil para los hombres con nuevas masculinidades.
Hoy en día Fernando Simón representa un icono de la nueva masculinidad. Este médico epidemiólogo rompe con todos los esquemas. Su estilo paciente y amable, su forma de comunicar cálida, calmada y cercana se contrapone al estereotipo de sabiondo, arrogante o poderoso. Es un experto que habla con propiedad y sin pretensiones, muestra empatía y humildad, cualidades opuestas a las tradicionales formas de expresión de la masculinidad hegemónica.
El famoso actor español es un luchador de la igualdad de género. Antonio Banderas ha aprovechado su fama para trabajar en función de la abolición de los viejos patrones machistas. En el 2013 dio un representativo discurso en una campaña de la ONU, donde habló de la violencia de género y lo inaceptable de seguir tolerando los abusos que se comenten. Se considera feminista y es un luchador activo de los derechos de la mujer.
La estrella del fútbol es catalogado como “metrosexual” por su personalidad sofisticada, interesado en la moda y en la cosmética. Es famoso por aparecer en campañas publicitarias luciendo uñas pintadas, joyas, tatuajes, incluso pareos, erigiéndose como el icono de la metrosexualidad. Su influencia y valentía fue de gran ayuda para otros hombres que se sintieron inspirados y se atrevieron también a romper con los viejos paradigmas.
El rey del pop marcó época dejando atrás todos los estereotipos y patrones machistas. Su original forma de vestir y su pasión por el perfeccionamiento de su rostro lo convierten en un personaje singular e irrepetible. Con rostro afeminado (labios perfilados, nariz pequeña, ojos agrandados…) este famoso artista rompe los esquemas y crea un estilo único.
Este actor murió muy joven, a los 24 años, sin embargo, su corta existencia le bastó para sentar las bases de una nueva masculinidad. Su forma de vestir y de peinarse rompió con lo establecido para la época (la década de 1950). James Dean fue capaz de expresarse libremente a pesar de las críticas y los rechazos.
La información y la educación son las mejores herramientas para cambiar los viejos modelos y para la evolución humana. Los libros que se mencionan a continuación son obras de reconocidos autores, sus investigaciones y análisis ofrecen una lectura de gran interés, amena, esclarecedora y en algunos casos humorística. Excelentes opciones de lectura para hombres y mujeres:
Chimamanda Ngozi nos muestra el significado del feminismo del siglo XXI. Su lenguaje claro y perspicaz hace de este libro una lectura amena con un toque de humor. En él la autora expone el papel de la mujer en la actualidad y sus ideas para la construcción de un mundo más justo e igualitario.
Este libro escrito por Octavio Salazar es un llamado a la reflexión, sin tratar de culpar al hombre sino más bien al modelo machista y patriarcal, en el análisis de los factores necesarios para la construcción de un nuevo ser humano que haga posible una sociedad más equitativa y justa.
Ritxar Bacete es uno de los mejores especialistas en los temas de masculinidades y género en España. Este libro recoge una serie de propuestas y reflexiones en pro de la superación de los modelos de dominación, el machismo y las masculinidades hegemónicas.
Este libro de Walter Riso hace un profundo estudio del hombre formado bajo el modelo de la cultura patriarcal, sus conflictos y sus intimidades emocionales. También hace referencia a las nuevas formas de vivir la sexualidad y el amor y propone una liberación afectiva para las relaciones con la familia y con los otros hombres.
A continuación presentamos interesantes preguntas sobre los aspectos más destacados del polémico tema de la nueva masculinidad.
La definición de masculinidad en el sentido tradicional es una serie de características psíquicas, morales y físicas propias del hombre, que marcan una diferenciación clara entre lo femenino y masculino.
La masculinidad hoy en día se puede entender de varias formas. La imposición de determinados tipos de roles de género dada por el modelo machista es una forma de masculinidad, sin embargo, existen nuevas masculinidades que dan cabida a los hombres nuevos con una visión diferente de su propia individualidad y sus relaciones en sociedad.
Son una serie de características masculinas (comportamientos y valores) por los que se rigen un determinado grupo y que marcan la pauta acerca de cómo debe ser un hombre, cómo ser más masculino, las actividades propias del hombre, cómo deben expresarse, etc. Sin embargo los modelos han ido cambiando y hoy en día no se puede hablar de un solo tipo de masculinidad.
Es también llamada masculinidad hegemónica. La definición de hegemónica es el dominio de una entidad sobre otra. Es aquella que se rige por un grupo de normas herméticas que definen lo que es un hombre y lo que se le está permitido hacer. Estos preceptos son de dominio y poder sobre el género femenino y sobre cualquier otro tipo de masculinidad. De esta forma las características del hombre son: autoridad, dominio e independencia.
La definición de nuevas masculinidades engloba diversas formas de percibir al hombre nuevo, en la búsqueda de una sociedad más justa y de relaciones igualitarias donde todas las expresiones de las nuevas masculinidades y feminidades tengan cabida, siempre en la idea de la superación del machismo y todo lo que él implica.
Las masculinidades positivas son las formas de relación del hombre en sociedad en las cuales se comparten los roles (masculinos y femeninos), no existe la necesidad de dominación ni control y todas las formas de masculinidades son válidas.
Las nuevas feminidades son modelos que se basan en el establecimiento de relaciones justas y equitativas. La búsqueda de una mujer proactiva que tome sus propias decisiones y, por lo tanto, sea libre de asumir el rol que prefiera y no el establecido por ningún código machista.
En primer lugar, es un modelo que se basa en la superioridad y dominio del hombre sobre la mujer, pero también incluye la no aceptación de los “modelos varones” que no se identifiquen con estos principios. La diferenciación entre la masculinidad y feminidad está determinada por una serie de conductas de poder y sometimiento.
Los tiempos actuales exigen nuevas formas de relacionarnos en la búsqueda de un mundo más justo y equitativo. Las nuevas masculinidades, u hombres del futuro, son parte de esa evolución necesaria para que todos los seres humanos (hombres y mujeres) encontremos nuestro lugar, sin ataduras a modelos anacrónicos que no benefician a nadie.