Lucian Freud, nieto del psicoanalista Sigmund Freud, empezó a realizar retratos de desnudos con la técnica del empasto (colores neutros) a partir de los años de 1950. Tuvo mucho éxito. Sus pinturas muestran desnudos que dejan ver el cuerpo tal y como es: gordo, flaco, corto, largo y no muy simétrico, buscado siempre reproducir la “realidad” con más fidelidad que en una fotografía. Su pintura logra el hiperrealismo, como el que surgió por esas décadas de los años 1950 a 1960.
Años después, Lucian Freud desapareció del mundo de la pintura. Surge un nuevo interés artístico: el de modificar la “realidad” percibida por nuestros sentidos. Se da cuando logran producir en los laboratorios una sustancia (LSD) que es muy similar a otra sustancia química presente en el cerebro y que afecta a las percepciones (alucinaciones visuales). La gente pierde el interés por el arte hiperrealista.
Durante esos años de 1960 a 1980, los años del LSD, pensaron los bioquímicos que habían creado una sustancia capaz de cambiar la percepción en el ser humano hasta el punto de que hubo médicos, como Martí Tusquets, que trató a pacientes psiquiátricos con psilocibina y, a la vez, estudió los efectos en la creatividad de los artistas que recibían periódicamente dosis de LSD.
El hiperrealista Freud se mantuvo alejado todo ese tiempo de las experiencias psíquicas, argumentando que su interés desde el principio fue “pintar gente, no por lo que quisieran ser, sino por lo que son.”
En los años de 1980 reaparece Freud en el mundo artístico cuando alcanza su máximo esplendor con la pintura El gran interior W11 (1983) y crea sus mejores retratos, aclamados a nivel mundial, convirtiéndolo en uno de los artistas más importantes del siglo XX.
Y en estos retratos aparecen obsesivamente las personas más importantes de su vida: su madre, amantes, esposas, hijas y amigos. Son pinturas de cuerpos extremadamente delgados o excesivamente gordos. Y no se expresan sentimientos en las pinturas, son frías, cargadas de carnalidad y materia.
Sin embargo, el espectador no puede dejar de ver los cuadros. Son deslumbrantes e impactantes en colorido y perspectiva, creando ambientes descarnados donde se puede cuestionar la realidad del ser humano.
A partir de la década de 1990, su personal forma de pintar recorre distintos museos. Destacando la muestra Lucian Freud: obra reciente, que se presentó con gran éxito en el MoMA de Nueva York (2008) y en el Museo Reina Sofía de Madrid.
Freud, el pintor hiperrealista, falleció a los 88 años, un 20 de julio de 2011. Y, como dijo William Acquabella, su fiel comprador:
“Vivía para pintar, y pintó hasta el día de su muerte.”