La ocupación aliada en Japón al término de la Segunda Guerra Mundial no fue tan estricta y férrea como lo fue en Alemania, incluso cuando ambas ocurrían esencialmente por la misma razón, esta es, su derrota frente a los Aliados.
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Mientras que Alemania fue dividida política y territorialmente entre la Unión Soviética y los países aliados, Japón se mantuvo básicamente intacta entre 1945 y 1952, que fue el periodo de la ocupación aliada.
Este fue un periodo de varias transformaciones en el Estado japonés, que pasaría por un periodo de desmilitarización y democratización que conduciría, entre otras cosas, a la desintegración de su componente armado, a la garantía de los derechos humanos fundamentales, el fortalecimiento de los derechos de la mujer, y al debilitamiento del comunismo en el país.
Para julio de 1945, el ejército naviero del Imperio Japonés ya no se hallaba en condiciones de realizar operaciones de mayor escala, y ya sentía la proximidad de una posible invasión aliada en territorio japonés a modo de dar la estocada final al último enemigo miembro activo del Eje en ese momento.
Sin embargo, esto no ocurrió, y los países aliados (Reino Unido, China, Estados Unidos) exigieron la rendición de Japón el 26 de julio de 1945 en el marco de la Declaración de Postdam.
Aunque oficialmente declararon que lucharían hasta llegar a las últimas consecuencias, el Imperio Japonés estaba negociando en secreto con la Unión Soviética en busca de mejores condiciones para su rendición.
En apariencia, los soviéticos parecían proclives a cooperar, pero secretamente planeaban una invasión militar en territorio asiático, que se concretaría el 9 de agosto de 1945 con la invasión soviética al Estado títere de Manchuria.
Esto no fue lo peor para Japón, que sufriría por partida doble los estragos de la que quizá sea el arma más mortífera y terrorífica jamás inventada. Podría decirse que las detonaciones atómicas en Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto respectivamente, fueron el golpe de gracia que llevaría a Japón a anunciar oficialmente su rendición frente a las fuerzas aliadas el 15 de agosto de 1945.
La ocupación estadounidense en Japón comenzó oficialmente el 28 de agosto bajo el liderazgo de Douglas MacArthur, que tenía el rango de Comandante Supremo dentro de las fuerzas aliadas. Cinco días después, el 2 de septiembre y a bordo del USS Missouri, oficiales del gobierno japonés firmaron los documentos que señalarían de manera oficial la rendición de Japón y el fin definitivo de la Segunda Guerra Mundial.
La ocupación estadounidense generaría grandes cambios en la sociedad japonesa y que aún se sienten en la actualidad. En lo político, uno de los más notorios y que todavía está vigente es la actual constitución japonesa, ratificada en 1946 y publicada el año siguiente. Dicha constitución deja al emperador como una figura meramente simbólica, transfiriéndole sus poderes al gobierno en un intento de despolitizar el trono.
Esta constitución también garantizaba los derechos humanos fundamentales, fortalecía al parlamento y al gabinete, y descentralizaba los gobiernos locales y a la policía.
El artículo 9 de esta constitución le prohibía a Japón poder formar cualquier tipo de fuerza armada, y también afirmaba su renuncia al conflicto armado. Este artículo no se trató de una imposición de las fuerzas aliadas, sino que fue propuesto por el mismo gobierno japonés y, según fuentes, fue un trabajo del propio primer ministro. El objetivo de esta cláusula era evitar que Japón se convirtiese nuevamente en una potencia militar.
A diferencia del caso de Alemania, Japón pudo conservar un gobierno nativo en el transcurso de la ocupación, lo que se debió en parte al ánimo colaboracionista de esté con las fuerzas aliadas y también al hecho de que, al término de la guerra, el gobierno alemán estaba esencialmente desintegrado. Sin embargo, el gobierno japonés contaba con supervisión por parte de los aliados, así como canales de comunicación directa con ellos.
No obstante, no todo fue de color rosa durante la ocupación. En el año 1950 se llevó a cabo la llamada Purga Roja, que consistió en el despido masivo de miembros del Partido Comunista Japonés bajo la dirección de las fuerzas de ocupación. Esta movida política se habría llevado a cabo para perjudicar la izquierda japonesa y, específicamente, a la vertiente comunista de la misma.
La ocupación empezaría a cerrarse desde 1950, cuando los aliados empezaron a darle mayor poder a los nativos japoneses. El 8 de septiembre de 1951 se firmaría el Tratado de San Francisco, documento que representaría el fin de la ocupación y que entraría en vigor en abril del año siguiente.
Uno de los aspectos más importantes de la herencia que la ocupación dejaría en Japón sería la democratización de la sociedad japonesa y que se podía observar en aspectos como la ya mencionada transferencia de soberanía de emperador al gobierno japonés y la consecuente despolitización de la figura del emperador.
Otro legado igual de importante fue que las mujeres japonesas por primera tenían la posibilidad de votar.
En las primeras elecciones generales posteriores a la guerra, que ocurrieron en 1946, más de un tercio de los votos escrutados fueron realizados por las mujeres, una cifra difícil de prever por propios y extraños. En estas elecciones fueron elegidas 39 candidatas, lo que marcó un signo temprano del papel que tendría la mujer en las reformas que Japón tendría en los años siguientes a la ocupación.
Debido a la reducida inversión que el gobierno japonés ha hecho sobre su componente de defensa desde el término de la Segunda Guerra Mundial, el Estado ha contado con una mayor cantidad de dinero disponible para dirigirlo en otras áreas de su economía. Este es uno de los factores por los que Japón es uno de los países más avanzados del mundo en materia de ciencia y tecnología.
En términos generales, la ocupación aliada en Japón tuvo efectos positivos duraderos en la nación nipona y que son fundamentales para comprender sus políticas y costumbres durante las décadas siguientes.
Sin embargo, en el marco de la ocupación hubo eventos que perjudicarían algunos grupos nativos, como la Purga Roja, así como el fenómeno de la prostitución, que por breve tiempo adquirió carácter oficial con la Asociación de Recreación y Esparcimiento.