Hijo de Ramiro II y de su esposa Adosinda Gutiérrez, que era hija de los condes Gutierre Osóriz e Ildonza Menéndez. Sus primeros años, transcurren en las tierras portuguesas de Coímbra y Viseo, tierras en las que gobernaba su progenitor, debido al reparto efectuado entre éste y sus hermanos a la muerte de Ordoño II.
La primera alusión de Ordoño es en un documento del año 932. En las siguientes acostumbra a confirmar los documentos detrás de un hermano Vermudo Ramírez. Pero Vermudo, primogénito de Ramiro II, desaparece del panorama político hacia el 941-942, convirtiéndose Ordoño en el 951, en heredero de su padre.
Según Sampiro, el nuevo soberano leonés es “varón prudente y muy capacitado para organizar ejércitos”. Cualidades de las que dio cumplida prueba a lo largo de su reinado, pues enseguida surgen problemas con su propio hermanastro: el infante Sancho Ramírez, nacido de la segunda unión de Ramiro II.
Durante los años 951 y 952 recorre Galicia y las fronteras portuguesa y leonesa. A lo largo del 953, se produjeron diversos ataques cordobeses, que fueron acaudillados por Galib, gobernador de la Marca Media, e Ibn Ya’la, wali de Badajoz, que culminaron con sendos éxitos para las armas andalusíes.
Estos sucesos, junto a la ambición de su hermanastro, favorecieron la rebelión de éste último, que contaba con el apoyo de Fernando González de Castilla, a cuya hija quería repudiar Ordoño III, además de la alianza de otros notables, sin olvidar a la familia materna del insurrecto, cuyos lazos llegaban hasta el califa de al-Andalus.
El ejército insurgente se dirigió contra León desde Sahagún. El rey ordenó a los condes Vermudo Núñez y Fernando Ansúrez que frenaran su avance en el río Cea, todo un éxito que supuso que el intento terminara en fracaso. Pero pronto surgió una nueva complicación por parte de los nobles, ahora desde Galicia.
Hay quienes han establecido una cierta relación entre ambos acontecimientos. Sin embargo, la crisis gallega estaba más relacionada con las ambiciones de los nobles que con los sucesos acontecidos.
De hecho, el principal responsable, Jimeno Díaz, se había caracterizado por sus constantes enfrentamientos con la familia de san Rosendo, a la que pertenecía por parentesco la madre del monarca.
Con la ayuda de Fernando Ansúrez y otros nobles y obispos, Ordoño III consiguió sofocar este peligroso conato entre abril y mayo del 955. Acudiendo a continuación a Celanova para visitar a San Rosendo y confiar en él la administración del espacio vinculado a Jimeno Díaz y los demás revoltosos.
Estos sucesos provocaron una basculación de poder hacia las familias leales, cuyos patrimonios se localizaban entre los ríos Esla y Carrión. A la cabeza se encontraban Vermudo Núñez y Fernando Ansúrez, que comenzó a aparecer en los diplomas, calificado dedux.
Era esta una dignidad que lo definía por sus valores militares, testimoniando este rango y el favor del propio monarca. Estos espacios administrativos se consolidaron, como una especie de limes interior, capaz de frenar las ambiciones del conde de Castilla, confiriendo a las estirpes que los gobiernan una capacidad de maniobra mayor que a otras casas de la aristocracia leonesa.
Ese año 955, el rey de León cruzó la frontera y llegó hasta Lisboa, operación que le produjo un rico botín y numerosos prisioneros pero, al mismo tiempo, desde Medinaceli, un ejército andalusí irrumpió en Castilla. Fernando González solicitó la ayuda de Ordoño y juntos derrotaron en San Esteban de Gormaz a los invasores.
La paz entre León y Córdoba no parecía definitiva a los ojos de Ordoño III, pues se dispuso a congregar a su hueste en Zamora para iniciar una nueva incursión en el 956. Se encontraba a la cabeza de su ejército cuando fue aquejado de una desconocida dolencia.
Sus hombres estimaron conveniente permitirle un descanso en Zamora antes de emprender la marcha por territorio enemigo y, allí, encontró la muerte a comienzos del otoño del 956. Al morir contaba con unos treinta años de edad.
Su cuerpo fue trasladado a León, donde recibió sepultura en el Monasterio familiar de San Salvador de Palat de Rey, fundado por su padre Ramiro II, que allí descansaba.
De su unión con Urraca Fernández de Castilla, dejaba al menos un hijo: Vermudo Ordóñez, a quien privó de la sucesión su tío el infante Sancho Ramírez, que fue coronado como monarca de León contando con el apoyo del Reino de Pamplona. Una circunstancia ésta que provocó el descontento entre la elite social, laica y eclesiástica.
Al parecer nació en el año 925, era hija del conde de Castilla, Fernán González.
Su boda con el heredero leonés, en el año 946, formaba parte de los acuerdos habidos entre su padre y el rey Ramiro II, para así poner fin a las desavenencias entre la monarquía asturleonesa y el condado de Castilla, frecuentes en tiempos pasados.
Urraca pasó a ser reina en el 950, cuando Ramiro II abdicó en favor de su hijo Ordoño.
Como veíamos, el reinado de Ordoño comenzó mal desde el principio, pues la aristocracia leonesa comenzó a conspirar para arrebatarle el trono.
Parece ser que el padre de doña Urraca también intervino en el suceso. Cuando Ordoño descubrió la conspiración en el año 951, se volvió iracundo contra la acción del conde castellano y decidió repudiar a doña Urraca.
Ésta volvió a Castilla instalándose en la villa burgalesa de Covarrubias, donde fundó el monasterio de los Santos Cosme y Damián. Allí permaneció unos meses, hasta que dFernán González juró fidelidad a Ordoño III y el monarca asturleonés admitió de nuevo a la reina Urraca a su lado.
Allí permaneció hasta el año 955, en el que falleció su marido y fue sucedido por su hermano Sancho.
Doña Urraca, poco dada a festividades palaciegas y a conspiraciones cortesanas, hizo que volviese a Castilla, al monasterio fundado por ella en Covarrubias, donde vivió hasta su fallecimiento, en 965.