Decía Francisco de Quevedo sobre la estupidez humana: “Todos los que parecen estúpidos lo son, y además, también lo son la mitad de los que no lo parecen”.
Hay muchas maneras de pensar la estupidez: desde ella misma, contra ella, por encima de ella, a su lado…, y también están aquellos que se dedican a estudiarla. Esta última opción fue la que escogió el historiador económico Carlo María Cipolla en 1988, en su panfleto Allegro ma non tropo, donde se recogen las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana.
Un tratado sobre la estupidez humana
En ese texto satírico, el italiano trata el tema con toda la formalidad de un ensayo histórico y económico. Ve en la estupidez la causa principal de muchos desajustes históricos y afirma que pudieron ser evitados si la estupidez no existiera en los términos en que existe en la actualidad: como una fuerza indetenible.
De hecho, según Cipolla, son cinco las leyes que rigen la imbecilidad, y cada una es además inviolable. Echémosles un vistazo.
Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana
1. Ley Primera: Siempre, e inevitablemente, se subestima el número de individuos estúpidos en circulación
Aunque seamos conscientes de la presencia de imbéciles a nuestro alrededor, es imposible estar seguros de cuántos sean. En primera instancia porque cualquier individuo que parezca inteligente puede ser en realidad un estúpido (nosotros mismos, inclusive) y en segunda porque los estúpidos están en todas partes y su proporción es constante. A un número X de personas corresponde una cantidad Y de estúpidos.
2. Ley de Hierro: La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia
Cipolla es de la opinión de que estúpido se nace, no se hace, y que la «taradez» está mucho más relacionada con la genética y la naturaleza que con el nivel económico, social o educativo. En palabras del propio Cipolla, “uno es estúpido del mismo modo en que otro tiene el cabello rubio; uno pertenece al grupo de los estúpidos como otro pertenece a un grupo sanguíneo”.
3. Ley de Oro: Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ganancia personal alguna, o incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso
De acuerdo a esto, una persona inteligente es la que genera ganancias para sí mismo y para los demás, una persona malvada es la que genera ganancias para sí mismo a perjuicio de los demás, un incauto es el que genera perjuicio para sí mismo y ganancia para los demás y un estúpido es el que genera perjuicios para todos. Si se ubican estas combinatorias en un cuadrante basado en ganancias personales y globales, se verá que quien no reporta ningún tipo de beneficio utilitario es el estúpido.
4. Ley Cuarta: Las personas siempre subestiman el potencial dañino de los estúpidos
Constantemente olvidan que en cualquier circunstancia posible asociarse con estúpidos constituye invariablemente un error de grandes dimensiones.
Si, como dice la Ley de Oro, los estúpidos no generan beneficios, asociarse con ellos es la perdición de todo proyecto. La estupidez acabará con el beneficio tanto de inteligentes y malvados, y duplicará la pérdida de los incautos.
5. Ley Quinta: Un estúpido es el tipo de persona más peligrosa que existe
De nuevo, si a un número X de personas corresponde una cantidad Y de estúpidos, está claro que tanto las sociedades exitosas como las decadentes tienen la misma proporción de imbéciles, pero distribuidos diferente.
Para Cipolla, desde el punto de vista económico y utilitarista, es incluso preferible tener un malvado en el poder, porque este obtiene beneficios, mientras que en el caso del estúpido, no hay ganancias para nadie.
Lo mejor que puede hacer la sociedad, de cara a estos cinco principios, es mantener la menor cantidad posible de estúpidos en el poder, escogiendo a los poderosos y educando a los incautos de manera que sus pérdidas sean menores.