Al sur del sur, donde el Guadalquivir se encuentra con el mar, donde el sol se despide regalándonos cada atardecer una estampa única, donde miles de aves surcan el cielo en sus interminables migraciones, se encuentra una pintoresca aldea, la aldea de El Rocío.
Perteneciente a Almonte, en la provincia de Huelva, este rinconcito de casas encaladas nos ofrece tantas alternativas como busquemos, desde dejarnos embrujar por sus calles de arena en una solitaria tarde de invierno, hasta vivir la más multitudinaria fiesta mariana, la romería de la Virgen del Rocío, que da nombre a la aldea que tan celosamente la guarda.
El Rocío se ve diferente a lomos de un caballo, una excelente manera de recorrerlo y sentir todo lo que nos ofrece, no en vano es la Aldea Internacional del Caballo, ya que no se entiende sin este animal de incomparable nobleza.
Como un balcón privilegiado, El Rocío se asoma a Doñana, que lo envuelve en una atmósfera de naturaleza voluble, ofreciéndole unas marismas fértiles, plenas de agua en primavera, hogar y sustento de innumerables especies, que se seca en verano para el ciclo vuelva a empezar.
Doñana es el humedal de Europa por excelencia, Parque Nacional y Reserva de la Biosfera, y entre sus diversos ecosistemas encontramos verdaderas joyas de flora y fauna, como el emblemático Lince Ibérico o el Águila Imperial, imponente rapaz que afianza su especie en los puntos más altos del parque.
Pero hay una época del año donde en El Rocío se para el tiempo, desde todos los puntos cardinales llegan peregrinos para rendir pleitesía a la Virgen del Rocío, a los que no le pesan los kilómetros, el cansancio, el calor o el frío, que acuden cada año por devoción a la imagen que preside su ermita desde los tiempos en los que Alfonso XX mandó construir su altar sobre el tronco donde cuenta la leyenda que la encontró un cazador.
Hablar de El Rocío es hablar de la Virgen, de fe, de promesas que solo saben las arenas de los caminos, de salves, rezos y cantes haciendo noche bajo los pinos, de dejar las comodidades de nuestro tiempo por unos días y echarse a caminar…, y es que durante los días que dura la romería, la aldea llega a albergar a un millón de personas.
Pero existe un lugar con un encanto particular en El Rocío, a los mismos pies de la marisma, que hace las delicias de todo aquel que lo visita. Se trata del Hotel La Malvasía, un espectacular establecimiento que combina a la perfección lo rústico y lo elegante, y que demuestra que respetar la esencia de un lugar tan tradicional y con tantas particularidades, no está reñido con ofrecer todo el confort de nuestros tiempos.
Cuidar el detalle al mínimo, ofrecer una atención personalizada y única son las normas básicas de este hotel que pretende ser más que eso, y que aspira a ser la casa de todo aquel que se aloje en sus habitaciones, pasee por su patio cubierto de parras, o descanse en su acogedor salón, un espacio ideal para pasar las tardes relajadamente, leyendo, viendo la televisión o compartiendo una charla acompañado del crujir de los troncos en la chimenea.
La Malvasía no es solo un hotel, ya que también nos ofrece un restaurante a la altura. En él se elaboran con mimo y dedicación los más distinguidos platos, de la mano de un chef que conoce a la perfección cada producto de la tierra, y que se esmera en transmitir la distinción de este paraje a través de sus creaciones.
En La Malvasía Restaurante se trabaja para que cada comensal pueda experimentar los sabores de la maravillosa tierra en la que se encuentra, los aromas de las marismas, que tan cercana nos ofrece infinitas hierbas aromáticas, tan señeras como el romero o el tomillo. Todo ello regado con los mejores vinos.
Y es que no hay mejor manera de sentir El Rocío en todas sus variantes que en La Malvasía, ya que, pese a su cercanía a la ermita y al bullicio de sus días de fiesta, ofrece un oasis de paz y descanso en cada una de sus instalaciones.