En un esfuerzo por resguardar el futuro de la alimentación global, España ha intensificado su participación en el Banco Mundial de Semillas de Svalbard, una instalación científica ubicada en el remoto archipiélago ártico noruego.
Esta iniciativa busca garantizar la preservación de la biodiversidad agrícola a través del depósito y conservación de variedades vegetales autóctonas.
El Centro de Recursos Fitogenéticos (CRF) del INIA-CSIC, organismo dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, lidera este proyecto que tiene como objetivo almacenar, en la próxima década, el 40% de las colecciones activas resguardadas en los 15 bancos de semillas distribuidos por el territorio español.
Estas muestras no solo se conservarán en el CRF, sino también en el emblemático «Svalbad Seedvault».
La elección de este emplazamiento en el Polo Norte no es fortuita. Además de ser una zona designada para actividades científicas internacionales, su ubicación en la región del «permafrost» –suelo permanentemente congelado– garantiza la preservación de las semillas a bajas temperaturas, incluso sin la refrigeración adicional de -18°C con la que cuentan las instalaciones.
Este repositorio subterráneo alberga actualmente más de 1,2 millones de muestras de diferentes cultivos, convirtiéndose en la mayor colección de seguridad de la biodiversidad agrícola global, salvaguardando así la base de la alimentación mundial.
Sin embargo, su función no se limita a almacenar, sino que también pone las semillas a disposición de agricultores e investigadores para incorporar características deseables, como sabor, color, adaptación al cambio climático o tolerancia a plagas y enfermedades.
En el último envío realizado por España, se han incluido 42 especies distintas, principalmente hortícolas, destacando las 33 nuevas accesiones de tomates que se suman a los 94 ya depositados, así como 23 variedades adicionales de judías, elevando el total a 225.
Además, se han incorporado berzas, acelgas, espinacas, lechugas, cebollas, pimientos, verduras tradicionales como la borraja o el cardo, y variedades autóctonas de trigo.
El compromiso de la nación con la conservación de la biodiversidad agraria ha sido fundamental para impulsar el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos, favoreciendo la utilización de estos materiales.
Nuestro país, que durante siglos ha colaborado en la introducción de diferentes variedades en Europa, África e Iberoamérica, diversificando la agricultura y enriqueciendo la gastronomía, asume ahora la responsabilidad de seguir aportando materiales y conocimiento a este proyecto de alcance global.
La importancia de preservar la diversidad genética de las plantas cultivadas radica en su potencial para adaptarse a los desafíos futuros, como el cambio climático, las plagas emergentes y la creciente demanda de alimentos.
Al resguardar estas semillas, se protege no solo el patrimonio agrícola, sino también la seguridad alimentaria y la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos a nivel mundial.
Además, la conservación de variedades tradicionales y autóctonas evita la erosión genética y la pérdida de valiosos recursos fitogenéticos que podrían ser esenciales para el desarrollo de nuevos cultivos más resistentes y nutritivos.
Esta diversidad genética es una fuente invaluable de rasgos deseables que pueden ser incorporados en programas de mejora vegetal para enfrentar los desafíos actuales y futuros de la agricultura.
La colaboración internacional en iniciativas como el Banco Mundial de Semillas de Svalbard es crucial para garantizar la preservación y el intercambio responsable de estos recursos genéticos.
Al participar en este esfuerzo global, España reafirma su compromiso con la conservación de la biodiversidad agrícola y su contribución al desarrollo sostenible y la seguridad alimentaria a largo plazo.