El impacto del infierno ha sido tal, que no solo la teología se ha encargado de darle forma: la literatura también ha realizado su aporte. Es el caso de Dante Alighieri y su Divina comedia, cuyo protagonista, de la mano del poeta Virgilio, ingresaba a sus puertas para conocer los tormentos que formaban sus círculos.
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Pero, paradójicamente, la historia nos demostraría que no haría falta tanta inspiración para llegar a ese concepto. Que solo algo de ambición y un ligero error de cálculo serían más que suficientes para tener el umbral a una llamarada enorme y eterna.
Porque la entrada al infierno está entre nosotros, en el desierto de Karakum.
Un giro inesperado
Localizado en Turkmenistán, el Pozo de Darvaza es de los acontecimientos más sorprendentes que le han ocurrido a esa nación.
Todo comenzó en el año 1971, cuando un ruso especialista en geología exploraba el territorio en busca de petróleo. Al parecer, las expectativas eran buenas, pues en poco tiempo comenzaron las excavaciones.
Lo que no se esperaban era que iban a cavar en una zona de donde salía gas natural. Cuando comenzaron las labores de perforación, fue cuestión de tiempo que el suelo se desmoronara, dejando un enorme cráter de sesenta metros de radio y treinta de profundidad.
A situaciones desesperadas, medidas desesperadas
Aunque todos los equipos fueron tragados por el hundimiento, tuvieron la suerte de que nadie muriera ese día. Sin embargo, quedaba ahora un interrogante: ¿qué harían con las emanaciones de gas?
Por naturaleza no es letal, pero ese era el problema. La gravedad estaba en que el gas consumía oxígeno, lo que podía asfixiar a los habitantes de la localidad. La solución era de manual: había que prender fuego al hoyo. Con el tiempo, el gas subyacente se consumiría y todo volvería a la normalidad.
Pero fue una gran equivocación. La gran llamarada se encendió, iluminando las noches del desierto. Las semanas se hicieron meses, estos años y así ha seguido hasta cumplir casi 50 años en la misma situación.
Atractivo prohibido
Desde entonces el Pozo de Darvaza es conocido también como “la puerta del infierno”. El Gobierno ha limitado los permisos para visitarlo, pero aun así la gente se acerca por las noches.
Quienes lo han visto aseguran que el calor en el borde es insoportable. Es lo menos que puede pasar con un megahorno que ronda los 400ºC. Es, sin duda, una de las imágenes del mundo real que convierten la experiencia de Dante en un cuento para niños.