La práctica hace al maestro, pero la manera de practicar no siempre es la mejor. Las incontables horas practicando lecciones de guitarra o de piano, o dedicadas a perfeccionar un deporte específico, puede que valgan muy poco si no se emplean sabiamente.
Al menos así lo determina K. Anders Ericsson, experto en rendimiento, en su estudio sobre la «práctica deliberada», un tipo de práctica que el autor defiende como la mejor para aprovechar las sesiones de ensayo en cualquier especialidad.
Esta fue la primera incógnita que quiso despejar Ericsson en su estudio.
En 1993, el autor y otros dos colegas publicaron en la revista Psychological Review, un estudio que ponía en duda el talento innato de una persona como el factor más importante para el éxito en el dominio de alguna especialidad.
Los autores determinaron que el talento innato, en realidad, es el resultado de una práctica que debía extenderse durante un mínimo de 10 años ininterrumpidos. Esto eventualmente fue malinterpretado por otros autores, como Malcolm Gladwell, quien estableció la conocida «regla de las 10.000 horas», en su libro Outliers: The Story of Success.
Ericsson advierte que Gladwell no comprendió bien su punto, pues no se trata de la cantidad de horas, sino de la calidad y de un tipo correcto de práctica, que para él es la deliberada.
La práctica deliberada se diferencia de la tradicional en que es menos cómoda, ya que propone un tipo de aprendizaje fuera de la zona de confort.
La práctica regular o tradicional es, hasta cierto punto, fácil. Generalmente consiste en practicar justo lo que se desea aprender, por lo que, eventualmente, se puede llegar a ser muy bueno.
Pero el camino a la excelencia, ya sea en un determinado deporte o en un instrumento musical, viene dado por un tipo de práctica que requiere reforzar las áreas más deficientes para mejorarlas. Es justo en lo que se basa la práctica deliberada.
La práctica deliberada se apoya en un maestro o experto en el área durante lecciones privadas. Este profesor le dará al aprendiz evaluaciones personalizadas para mejorar sus áreas débiles.
Esta práctica fomenta la autoevaluación objetiva, donde se es consciente de los puntos que se necesitan mejorar.
En los niños, este tipo de práctica no debe ser forzada para lograr la excelencia en un periodo determinado de tiempo. Ericsson dice que:
«Es contraproducente para un padre o maestro empujarlos a más tiempo de práctica del que ellos pueden asimilar. Eso crea problemas motivacionales y obliga al niño a hacer lo mejor que puede cuando no tiene una concentración del 100%. Eso está relacionado con el desarrollo de malos hábitos.”
Es importante que durante las prácticas deliberadas se cuente con otro factor sumamente importante: la motivación. Así también se aprende que el trabajo, cuando se realiza a gusto, genera recompensas y beneficios altamente satisfactorios, reforzando también la autoestima.