En los últimos años, la controvertida prueba de natación forzada (FST) en roedores ha sido objeto de crecientes críticas por parte de investigadores y organismos reguladores. Esta prueba, utilizada durante décadas para evaluar candidatos a fármacos antidepresivos, se basa en la premisa de que un animal deprimido se rendirá rápidamente al ser colocado en un recipiente con agua. Sin embargo, su validez para predecir la eficacia de los fármacos en humanos ha sido ampliamente cuestionada.
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La prueba de natación forzada en roedores ha sido criticada por su naturaleza estresante y dudosa validez.
Las principales objeciones a la FST radican en su naturaleza estresante y potencialmente cruel para los animales, así como en las dudas sobre su capacidad para medir realmente la depresión. Organizaciones como Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA) han calificado la prueba como una «pérdida de tiempo», argumentando que los roedores experimentan una realidad muy diferente a la de los humanos que padecen depresión.
Ante estas preocupaciones, varios gobiernos han tomado medidas para desalentar o prohibir el uso de la FST. En diciembre de 2023, el Consejo Nacional de Investigación Médica y de Salud de Australia anunció que ya no financiará la mayoría de las investigaciones que utilicen esta prueba, citando el impacto injustificable en los animales. Asimismo, el estado australiano de Nueva Gales del Sur declaró la FST totalmente ilegal en el mismo mes.
Varios países y compañías farmacéuticas han tomado medidas para desalentar o prohibir su uso.
En el Reino Unido, el Ministerio del Interior ha anunciado recientemente que exigirá a los investigadores que justifiquen el uso de la FST y alentará a otros ministerios a «eliminarla por completo». Además, al menos 13 grandes compañías farmacéuticas han declarado que ya no utilizan la FST en pruebas de drogas psiquiátricas.
Esta creciente presión ha impulsado a los científicos a buscar alternativas más precisas y éticas para evaluar los efectos de los fármacos psiquiátricos en animales. Algunas de las nuevas estrategias incluyen pruebas que miden comportamientos específicos asociados con la salud mental, como el disfrute de la vida, los patrones de sueño saludables o la resistencia al estrés.
Una de las pruebas prometedoras es la desarrollada por el farmacólogo Marco Bortolato de la Universidad de Utah. En esta prueba, un ratón aprende a trepar a plataformas que luego se hunden, y los investigadores miden cuánto tiempo persiste el animal en buscar una plataforma estable antes de abandonar la estrategia. Los resultados sugieren que esta prueba puede discriminar mejor los efectos de los fármacos en relación con la persistencia o «determinación».
Los investigadores exploran alternativas como pruebas de comportamiento específico y combinaciones de pruebas.
Otra estrategia involucra la combinación de múltiples pruebas de comportamiento en animales para abordar diversos síntomas asociados con enfermedades mentales. El neurobiólogo Moritz Rossner de la Universidad Ludwig Maximilian de Munich ha desarrollado un sistema llamado PsyCoP que utiliza transpondedores implantados, cámaras y sensores para monitorear a los ratones mientras realizan 11 pruebas de comportamiento.
A medida que los investigadores continúan explorando enfoques más éticos y precisos, es fundamental reconocer las limitaciones inherentes de los modelos animales en la investigación de enfermedades mentales complejas. Como señala el Instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU. (NIMH), la «depresión» en los seres humanos puede no ser un trastorno único, sino una colección diversa de rasgos neurológicos.
La búsqueda de alternativas a la prueba de natación forzada refleja un cambio hacia una investigación más ética y orientada al bienestar animal, al tiempo que reconoce la necesidad de desarrollar métodos más precisos para evaluar los efectos de los fármacos psiquiátricos. Sin embargo, estamos lejos de ver el fin de este tipo de comportamientos crueles en animales.
