Es difícil visualizar a las primeras la relación que existe entre la chatarra y la preservación del medio ambiente. Esto a menos que se agreguen a la ecuación las palabras “reciclaje” y “reducción de emisiones de CO2”.
La recuperación y transformación de la chatarra es uno de los negocios de mayor crecimiento en el planeta. También es una de las acciones más puntuales para que cualquier ciudad o provincia, por modesta que sea, contribuya de manera eficaz con la reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el mundo.
Es una nueva forma de ver a la chatarra con una etiqueta verde, en medio del gris y ocre del acero, el hierro, aluminio y otros materiales que pueden ser reciclados una y otra vez, sin menoscabo de su calidad.
El CO2 es el principal causante del calentamiento global. Mientras en Europa los niveles de este gas se redujeron en 2018 en un 1,3% y supusieron un 11,94% del total de las emisiones globales, en el resto del mundo la generación de dióxido de carbono sigue elevándose.
De acuerdo con el último informe anual de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la demanda energética mundial acelera la progresión del CO2 al 1,7%. En 2018 estas emisiones alcanzaron un nivel récord de 33.143 millones de toneladas de CO2, en buena parte por la creación de nuevas centrales de electricidad con carbón en China, Estados Unidos y la India.
Según la AIE, la eficiencia energética, el mayor uso de tecnologías renovables y una menor demanda de carbón pueden revertir la tendencia, tal como se logró entre los años 2014 y 2016.
La chatarra es todo aquel material, equipo o máquina de desecho que se compone de partes o sustancias metálicas viejas o en desuso, especialmente de hierro. El origen de la palabra proviene del euskera, «txatarra», y significa «lo viejo», según la Real Academia Española.
La chatarra se puede clasificar en metales férricos que provienen del hierro, acero y otros materiales, y los no ferrosos, que agrupan a otros metales como restos de aluminio, cobre, zinc, plomo y níquel.
Las ventajas regenerativas de estas piezas, partes, aparatos y equipos “viejos” son aprovechadas por las crecientes industrias de recogida y reciclaje de chatarra que funcionan en buena parte de España.
En provincias como Álava, Barcelona, Madrid, Vitoria y Zaragoza, iniciativas como las del Grupo Lyrsa son un ejemplo de lo útil y eficiente que es la industria de la chatarra para una mejor gestión de los desechos no biodegradables. Mediante contenedores y camiones especiales para retirar, transportar, fundir y transformar la chatarra, este tipo de empresas contribuyen a reducir la huella de CO2 en el planeta.
Las recolectoras, deshuesadoras y fundidoras de chatarra contribuyen a una mayor generación de conciencia sobre la importancia del reciclaje. Estas son cinco de sus ventajas:
En conclusión, mientras más volumen de chatarra se recicla, menos serán las emisiones de CO2 que terminarán en la atmósfera. En el caso del acero, cada envase reciclado equivale a 1,5 veces su propio peso, lo cual se incrementa exponencialmente con cada reutilización de la misma materia prima.