Los regimientos franceses de dragones se emplearon en la Península como caballería pesada una vez abandonada, en 1805, su función como infantería montada. Esto era debido, principalmente, al terreno agreste con que se encontraron en España. Sus hombres, altos y fuertes, y sus enormes caballos se debilitaban enormemente en una tierra donde no abundaba ni el forraje, ni el agua.
La caballería británica en la Península estaba dividida en pesada y ligera. Los dragones los componían la mayor cantidad de la caballería pesada, siendo mejores que sus homólogos franceses.
Al ir en aumento las tácticas de choque en la caballería en general, las armas mas utilizadas fueron la lanza y el sable, dejando en un segundo lugar a las armas de fuego. A pesar de ello, los soldados de caballería solían portar pistolas e incluso carabinas, aunque solo utilizaban estas armas en el caso de atacar formaciones enemigas cerradas, al estar cerca del enemigo, siempre como intimidación.
Hay que tener en cuenta que, durante un ataque, la caballería estaba constantemente en movimiento, lo cual dificultaba la recarga de las armas.
La caballería ligera, utilizada mayoritariamente como refuerzo contra la infantería y caballería enemigas, sí empleaba las armas de fuego, aunque, normalmente, lo hacían desmontando. Mientras, los dragones descargaban sus armas antes de enfrentarse en un combate cuerpo a cuerpo, razón por la cual no las recargaban.
Por último, debemos dejar constancia de la eterna rivalidad en todos los ejércitos, entre la caballería pesada y la ligera. En el ejército francés eran continuas las peleas entre húsares y coraceros por cualquier motivo, acabando en peleas continuas, mientras que los oficiales dirimían sus disputas en duelos.