Cultura

El retrato que llevó a Churchill a renunciar como primer ministro

A los sesenta años de haber sido nombrado Father of the House, el miembro del parlamento con el servicio continuo más prolongado, el mismo parlamento le regaló el retrato de Sutherland.

Winston Churchill indudablemente calza las botas para ser un personaje no solamente de su época sino de todas las épocas. No en balde recibió tantos honores en su vida, sobre todo en su segundo mandato como primer ministro, cargo que ocupó teniendo ya 76 años.

Y, sin embargo, el rey Jorge VI tuvo la valentía de aceptar su nombramiento para un nuevo periodo que resultaría menos belicoso que el primero, donde tuvo la difícil tarea de moderar la actuación de Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial, y de paso haber salido victorioso.

Para este su segundo periodo, iniciado seis años después de finalizada la guerra, solo debió atender la disputa con Irán, la rebelión de Mau Mau y la emergencia de Malasia, tres albricias comparadas con su participación en la magna guerra.

Su segunda participación como conductor del gobierno británico se debe mucho a la paciencia de la reina Isabel II por dejarle actuar en ese rango y a esa edad, cuando la gente merma por naturaleza en sus capacidades para discernir y se torna en ocasiones caprichoso.

La reina Isabell II y Winston Churchill el 18 de noviembre de 1950.

Churchill, desde el primer momento, consideró a Isabel II muy joven para comenzar a ejercer la responsabilidad de reina y empezó a darle consejos para su desempeño como si fuera un padre, sobre todo a partir del momento que murió Jorge VI, quien era el padre de Isabel II y con quien Churchill se entendía muy bien.

Este fue un largo periodo hasta que un buen día la reina lo descubrió en una mentira y se lo reclamó. Desde allí en adelante Winston Churchill comenzó a reconocer que Isabel II estaba perfectamente preparada para ser reina de Inglaterra.

Cuando cumplió ochenta años, los miembros del Parlamento decidieron hacerle un regalo: un gran retrato de su persona hecho por un famoso pintor: Graham Sutherland.

Churchill posó para la ejecución de este retrato durante largos meses, siempre acompañado de una sombra de aburrimiento mientras estaba sentado. Incluso en ocasiones se quedaba dormido.

Churchill no llegó a ver el retrato acabado hasta el día del homenaje en el Parlamento, donde se le notó su asombro y sorpresa por el resultado final.

A los días de aquella ceremonia de homenaje, Churchill le reclamó al pintor el resultado de sus tantas sesiones posando y le reprobó la imagen resultante, pues la consideraba no representativa por verse avejentado y cansado en vez de enérgico y dispuesto.

El pintor Sutherland le hizo unas reflexiones sobre su objetivo al pintar retratos, que no era solamente captar la figura sino también la imagen que arroja la persona, y que en su caso no lo había hecho de otro modo.

Las reflexiones de Sutherland fueron acicate para la renuncia de Winston Churchill a su cargo de primer ministro ante la reina Isabel II.

Retrato de Winston Churchill (Graham Sutherland / Wikipedia fair use rationale)
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