Corría el año 1929 cuando el famoso palacio turco Topkadi, ubicado en Estambul, iba a ser convertido en un museo destinado a exhibir todas las maravillas que allí se habían acumulado durante casi cinco siglos. Los expertos trabajaban afanosamente clasificando todas las piezas cuando encontraron, cubierta por el polvo, una piel de gacela enrollada. Al inspeccionarla, descubrieron un mapa que databa del año 1513 dibujado en ella.
La ilustración estaba firmada por Piri Reis y, en dicho bosquejo, se explicaba que las fuentes utilizadas correspondían a documentos de data antigua, a partir de los cuales el autor había realizado una compilación.
Lo impresionante del hallazgo fue que aparecía perfectamente esbozado el continente americano, incluyendo la cordillera de los Andes y el río Amazonas, de los que nada se sabía para el momento en que el mapa fue dibujado. Igualmente, se observaba una increíble exactitud en cuanto a los accidentes geográficos de la costa oriental de América y la costa occidental de África.
En el mapa también estaban ubicadas las islas Malvinas, de las que solo se tuvieron noticias a partir de 1592, y al sur se ilustraba una inmensa porción de tierra, que correspondía al actual continente llamado Antártida, el cual fue descubierto cerca del año 1820.
Por otra parte, en medio del océano Atlántico se podía ver una gran isla desconocida, lo que sorprendió a los curadores y creó innumerables polémicas entre los investigadores del siglo XX, que se han mantenido hasta el presente.
Piri Reis fue un famoso almirante turco que combatió valientemente en las múltiples batallas libradas por el gran Imperio Otomano. A partir del año 1453, con la caída del Imperio Romano de Oriente –llamado también Bizantino– el centro más importante de los otomanos fue la ciudad de Estambul, conocida anteriormente como Constantinopla.
Sin embargo, el Imperio Otomano se remonta al año 1299 cuando tribus nómadas, procedentes del centro de Asia, comenzaron a conquistar territorios en el norte de África, el sudeste de Europa y Oriente Medio. Este poderoso imperio finalizó en 1922, cuatro años después de terminada la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Piri Reis, cuyo nombre real era Piri Ibn Hadji Muhammad, nació en 1465, once años después de la caída del Imperio Bizantino y veintisiete años antes de que Colón llegara a América. Piri Reis fue un destacado navegante y cartógrafo, que hablaba varios idiomas y se conocía el Mediterráneo como la palma de su mano.
Al parecer, para la elaboración de su famoso mapa, Piri Reis tomó algunos apuntes de los levantamientos cartográficos que se hicieron durante los viajes de Colón. No obstante, este hecho no explica lo referente a otras tierras no exploradas para el momento: los Andes, el río Amazonas, las Malvinas y Antártida, así como la extraña isla en el océano Atlántico.
Pero lo más asombroso respecto a Antártida no fue su aparición en el mapa, ya que, desde el siglo I a.C., los griegos sostenían que existía esta masa sólida al sur del globo, sino que sus costas septentrionales se veían minuciosamente dibujadas, implicando con ello que no estaban tapadas por el hielo.
De acuerdo al profesor Hapgood, al que luego haremos referencia, la última vez que estas costas pudieron haber estado libres de nieve fue hace seis mil años, lo que quiere decir cuatro mil años antes del nacimiento de Jesucristo; pero, según la Historia, en esa remota época no existía ninguna civilización capaz de haber explorado América, el océano Atlántico o la Antártida, y mucho menos de haber dibujado el mapa.
Se sostiene que las primeras culturas que en el mundo lograron un desarrollo significativo fueron la sumeria y la egipcia, lo cual sucedió a partir del año 3000 a.C., y no hay evidencias ni pistas de que éstas hubieran traspasado el mar Mediterráneo. De hecho, ni los sumerios ni los egipcios eran expertos en navegación.
Basadas en diferentes principios, las posturas acerca del número de continentes del globo terráqueo son diversas, aunque la mayormente aceptada es que existen cinco continentes: América, Asia, Europa, África y Oceanía. Este es el modelo de Naciones Unidas –ONU por sus siglas– y se representa también a través de los cinco aros olímpicos distinguidos con los colores azul, amarillo, negro, verde y rojo.
Pero, con base en las placas tectónicas y otras teorías, algunos geógrafos se pronuncian por variados números de continentes, que van de cuatro a siete. La inclusión de Antártida como continente está presente en: a) los que consideran que existen cuatro continentes: América, Eurafrasia (Europa, Asia y África), Oceanía y Antártida; b) seis continentes: América, Asia, Europa, África, Oceanía y Antártida; c) siete continentes: Norteamérica, Sudamérica, Asia, Europa, África, Oceanía y Antártida.
Como se puede observar, todos los modelos, exceptuando el de Naciones Unidas, conciben a Antártida como continente. Su exclusión por parte de la ONU se explica porque, para el mencionado organismo, es muy importante el desarrollo socio productivo y humano y en Antártida apenas existe un puñado de pobladores que viva de forma permanente, siendo más bien un territorio dedicado a la investigación.
En la Antártida se asientan sesenta y cinco bases científicas correspondientes a treinta países y con cerca de cinco mil investigadores de diferentes disciplinas. Es un territorio inhóspito cuyas temperaturas han llegado a cerca de los -90°C y casi en su totalidad: 98%, está cubierto por una profunda capa de hielo que promedia casi los dos kilómetros de espesor.
La Antártida está ubicada en el pleno Polo Sur geográfico y mide cerca de catorce millones de kilómetros cuadrados, lo que quiere decir poco menos de la mitad de África. Para el modelo de los seis continentes tenemos las siguientes dimensiones: Asia: 43,7 millones de Km²; América: 42,1 millones de Km²; África: 30,3 millones de Km²; Antártida: 13,8 millones de Km²; Europa: 10.5 millones de Km²; Oceanía: 8.9 millones de Km².
En este continente de grandes dimensiones se encuentra, en forma de hielo, el 80% de las reservas de agua dulce de todo el planeta. Si el hielo de Antártida llegara a derretirse, se estima que los océanos podrían aumentar su nivel en cincuenta y ocho metros, lo que quiere decir que muchas tierras desaparecerían bajo el mar.
Ya en el año 350 a.C. Aristóteles (384-322 a.C.) se había referido a Antártida, cuyo nombre proviene de Antártico que en griego significa: “opuesto al Ártico”. Y este antecedente ilustra de forma maravillosa cómo los griegos se aproximaban a las ideas y descubrían realidades: Aristóteles afirmaba que todo lo bello era simétrico y, por lo tanto, al ser la Tierra bella, a las masas del Hemisferio Norte debían corresponder otras de igual peso en el Hemisferio Sur.
Posteriormente, el geógrafo, astrónomo, astrólogo, químico y matemático griego Ptolomeo (100-170 d.C.), quien vivió en Egipto y trabajó en la Biblioteca de Alejandría, dibujó un inmenso territorio al sur del mapamundi. Ptolomeo se basó también en ilustraciones antiguas y llamó “Terra Australis Incógnita”, que se traduce como “Tierra Austral Desconocida”, a la tierra más al sur del planeta.
Según lo que está documentado, Antártida fue pisada por primera vez en el año 1820 por una expedición de oficiales de la Marina Británica; aunque poco antes había sido avistada por los rusos. Posteriormente, también en 1820, hacen incursiones Estados Unidos y Chile, mientras que en los años siguientes se suceden muchos otros viajes por parte de diversos países.
Sin embargo, se les atribuye a los noruegos el primer desembarco oficial en el año 1895; específicamente en el sector del norte, que luego pasó a llamarse «Tierra de la Reina Maud» en honor a la bellísima monarca Maud de Gales (1869-1938), quien había nacido en el Reino Unido y rigió a Noruega como consorte del rey Haakon VII desde 1905 hasta su muerte.
Charles Hapgood (1904-1982) fue un profesor norteamericano, con doctorado de la universidad de Harvard, que se dedicó a la enseñanza de la Antropología y la Historia de la Ciencia. A pesar de que tuvo el apoyo, nada más y nada menos que de Albert Einstein, sus teorías fueron relacionadas con mitología por muchos científicos de la época y en varias oportunidades fue tildado de seudocientífico.
Una vez que Hapgood conoció el mapa de Piri Reis, se le despertó una gran afición por investigar acerca de la existencia de otros mapas antiguos sobre Antártida; así, descubrió varios de gran interés en sus arduas sesiones de trabajo en la Biblioteca del Congreso en Washington.
El ilustre profesor envió una carta a las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, para solicitar información sobre lo que reflejaba el mapa Piri Reis en cuanto a la costa de Antártida. Sorprendentemente recibió la respuesta de que, según las investigaciones, lo dibujado en el viejo mapa coincidía asombrosamente con los datos científicos existentes acerca de cómo era el litoral de la “Tierra de la Reina Maud” debajo del hielo.
En la Biblioteca de Congreso, Hapgood encontró mapas de otros autores y fechas que se remitían a información antigua. Lo relevante de la comparación de los levantamientos cartográficos fue que, aunque coincidían en lo fundamental, algunos mostraban detalles diferentes y otros parecían haber tomado fuentes que reflejaban períodos correspondientes a distintas épocas.
El mapa del francés Oronteus Finaeus, esbozado en 1531, evidenciaba montañas bordeando las costas, así como ríos que corrían hacia el mar; esto fue comprobado en 1949 por un grupo de científicos que tomó muestras de los sedimentos del fondo del mar de Ross, el cual se encuentra al sur de Antártida, descubriéndose que efectivamente, hacía como seis mil años, ríos desembocaban allí.
Por su parte, el reconocido geógrafo, igualmente francés, Philippe Buache, miembro de la Academia de Ciencias de su país, representó en 1737 a la totalidad del continente antártico sin hielo; se observaba una grieta que dividía al continente antártico en dos partes, como luego, en 1958, se demostró que era real.
La teoría del Hapgood más importante, y en la que tuvo el apoyo de Einstein, se refiere al desplazamiento de la corteza terrestre; según la misma, el insigne profesor e investigador sustentaba que Antártida, miles de años antes, había estado mucho más al norte y por tal razón su clima en ese período era templado. Luego se desplazó hacia el Polo Sur y entonces comenzó a enfriarse poco a poco.
De acuerdo a lo anterior, los antiguos levantamientos cartográficos, aunque ya se hicieron cuando Antártida estaba en su posición actual, se referían a diferentes momentos del congelamiento del continente. Ésta es la razón por la cual en el mapa de Oronteus solo quedaba libre de hielo la costa, mientras que en el de Buache se podía observar todo el territorio descubierto.
En cuanto al mapa de Piri Reis, el diseño correspondería al último período glacial, antes de que los hielos comenzaran a derretirse hace más o menos doce mil años, y es por eso que se detallaba la gran isla en medio del Atlántico, la cual luego fue tapada por el incremento del nivel del océano.
Para ilustrar lo referente a cómo puede haberse tragado el mar una isla de las dimensiones que se reflejan en el mapa Piri Reis, Hapgood hace referencia a los viejos mapas del Estrecho de Bering. En ellos se observaba el estrecho cubierto por una gran extensión de tierra, ya desaparecida, que unía a Siberia con Alaska, por donde se supone que pasaron los primeros pobladores de América.
Pero lo que más alejó a Hapgood de los científicos académicos, fue el asegurar que existió una civilización desconocida, con grandes conocimientos de navegación y matemática, así como poseedora de instrumentos avanzados para poder medir la longitud y latitud con precisión, que hizo incursiones por el océano Atlántico, América y Antártida en distintas épocas.
En uno de sus diálogos, Platón (427-347 a.C.) narra que los atenienses, más o menos nueve mil quinientos años atrás, habían derrotado la invasión de un pueblo que habitaba una inmensa isla llamada Atlántida, la cual estaba situada más allá de las Columnas de Hércules –estrecho de Gibraltar– y que luego desapareció a causa de una catástrofe.
Grandes debates se han mantenido por siglos sobre el tema de la existencia de la Atlántida y, a partir de la disponibilidad de instrumentos de precisión, diversas exploraciones del fondo del océano Atlántico se han llevado a cabo en su búsqueda.
Pero nunca se hallaron vestigios que pudieran respaldar la hipótesis de que la isla ocupara la locación que indica el mapa de Piri Reis o lo contado por Platón, por lo que la Atlántida ha pasado a ser una leyenda, con una gran cantidad de mitos asociados.
El océano Atlántico es el segundo en dimensión después del Pacífico. Su característica más importante es que está atravesado, de norte a sur, por una extensa cadena montañosa. También en su fondo existen grandes valles, hondos cañones y numerosos volcanes. Su punto más profundo es de nueve mil doscientos metros, ubicado en la llamada Fosa de Puerto Rico.
Sin embargo, autoridades en la materia afirman que los fondos oceánicos son menos conocidos que la superficie lunar y que apenas se ha explorado el 10% más allá de los quinientos metros de profundidad. Así mismo, aseguran que para obtener un buen dominio de lo que se encuentra en los abismos del mar, sería necesaria una muy cuantiosa inversión y siglos de investigaciones.
En cuanto a Antártida, a través de estudios de radares y algunas perforaciones, se ha descubierto que bajo la capa de hielo existen abundantes ríos, impresionantes cañones, profundos lagos donde habitan millones de bacterias y altísimas cordilleras cubiertas por un manto de nieve de hasta cinco kilómetros de espesor.
También se ha detectado que en el continente antártico se encuentran numerosos volcanes, que llegan a tener hasta casi cuatro mil metros de altitud; de hecho, a partir del descubrimiento de casi un centenar de ellos, se afirma que esta tierra es la región volcánica más grande del mundo.
Pero lo más impresionante es el hallazgo de una extraña e inexplicable fuente de calor interna que está derritiendo de forma acelerada los hielos de la zona occidental. Según su visualización a través del radar, el proceso de fundición sucede desde abajo hacia arriba y esta poderosa energía térmica sería la responsable de que, bajo la densa capa helada, pueda existir agua en estado líquido en todo el continente.