La Sequoia roja o Sequoia sempervirens es la única especie del género de las Sequoias que ha llegado hasta nosotros, por lo que la debemos considerar como una superviviente a nivel genético, una luchadora ancestral que, en su día, logró adaptarse a las condiciones del medio de mejor manera que los otros componentes de su mismo género y, así, triunfar para poder perpetuarse a través de los millones de años que lleva sobre nuestro planeta.
Una de estas Sequoias la tenemos en San Sebastián, en el Parque de Aiete, anexo al Palacio de Ayete, una propiedad que actualmente es del Ayuntamiento de San Sebastián, pero que durante los siglos XIX y primera mitad del XX perteneció a diversas familias Burguesas que, por afinidad, alojaron a los componentes de la monarquía coetáneos a ellos pasando largas temporadas, por ejemplo, la esposa de Alfonso XII, María Cristina y nuera de Isabel II.
Esta última no pudo alojarse en este Palacio, pues no estaba construido todavía, pero sí que estaba plantado el majestuoso árbol que la vio huir hacia Francia una vez que su pueblo se levantó contra ella y contra la institución que representaba.
Esta huida la realizó mientras estaba en San Sebastián de veraneo, después de que sus asesores y personalidades de la Corte le dieran la noticia de que la mayoría del ejercito, secundado por el pueblo, había llevado a cabo un golpe de Estado.
El destino lo alcanzó rápido, pues Francia la acogió hasta la llegada de nuevas noticias. Nunca volvería, a pesar del proceso de restauración, ya que su figura estaba muy desgastada a nivel de opinión pública. Dejó su puesto a su hijo Alfonso XII, uno de los once hijos que la monarca trajo al mundo, después de un escarceo con el capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó.
Seguramente que nuestro árbol, que ahora mide 86 metros de alto (23 pisos aproximadamente), no pudo ver desde la altura esa huida, pero seguro que sí pudo escuchar grandes y decisivas conversaciones entre los recovecos, grutas y rincones del parque de Aiete, el que frecuentaban, en las épocas estivales, las más altas esferas de la escena burguesa española.
Por tanto, nuestro arbolito de 150 años de vida ha conocido la huida de una monarca, el nacimiento de una república, una restauración Borbónica, una segunda república y una dictadura de una forma muy cercana.
Sus hojas perennes y su tronco rojizo han escuchado las voces de todas estas personalidades que fueron protagonistas de las diferentes formas de Estado hasta la dictadura de Franco, el cual, se reunía con sus ministros en el Palacio para repasar los asuntos de estado.
Tan cercana y tan íntima, que me arriesgo a decir que, entre paseo y paseo por el parque Aiete, se dieron conversaciones de las que nada hay escrito.
Y así nos despedimos de este majestuoso árbol sostenido gracias a raíces de entre 30 y 35 metros de profundidad. Menos raíces tenía nuestra antigua reina que, en su día, cuando cruzó la frontera de Francia, se dice que declaró :“Creía tener más raíces en este país”.
¡Larga vida a nuestra Secuoya!