Para muchos, hablar de soberanía alimentaria puede ser un concepto nuevo o que nunca ha oído. Cuando hablamos de ella, venimos a referirnos a la autonomía de los pueblos en la producción de alimentos.
El cultivo y la crianza de todo aquello que se consume para sustento es lo que se puede definir como soberanía alimentaria. La autonomía de las comunidades que la emplean es fundamental para hablar de este término, estrechamente ligado a la agroecología campesina.
Cada vez vivimos en un mundo con mayor polución en todos los ámbitos, el más preocupante y alarmante puede ser el alimentario.
“Somos lo que comemos” es un aforismo que siempre se ha dicho para poner de manifiesto la importancia que tiene la ingesta de los alimentos con los que nos nutrimos. Por ello, la agroecología pretende velar por nuestro derecho a una alimentación de calidad, lo más adecuada posible para nuestro bienestar natural.
La FAO sienta las bases de la agroecología e incluso establece un decálogo entre los que se encuentran:
- Diversidad de sistemas de producción
- Creación conjunta de conocimientos
- Sinergias entre suelos, bosques, comunidades…
- Eficiencia en el uso de los recursos
- Reciclar y reutilizar
- Resiliencia
- Valores humanos y sociales
- Cultura y tradiciones alimentarias
- Gobernanza responsable y economía circular y solidaridad.
Pero este sector solo puede consumarse en áreas campesinas y rurales, alejadas de todo halo de contaminación urbana, lo que no excluye los avances tecnológicos y las mejoras en la explotación de los recursos.
El principal hándicap con el que cuentan, aparte de la inversión económica, es el ferviente empuje de las grandes empresas de distribución alimentaria cuyo único fin es el de maximizar beneficios a costa de la producción de alimentos de dudosa calidad.
El auge de los productos ecológicos
El capitalismo es un depredador difícil de derrotar. A pesar de que los consumidores cada vez se inclinan más por los productos “ecológicos”, las industrias alimentarias no están dispuestas a dejar hueco a posibles competidores.
En los últimos años están empezando a eclosionar los llamados food coop, supermercados cooperativos que venden exclusivamente alimentos que ellos producen con el fin de que la sociedad tome conciencia de la importancia de una mejora en su alimentación, ya que esta es posible a la par de asequible.
Algunos ejemplos son los food coop de La Louve de París o el Park Slope de Brooklyn. Estos supermercados ecológicos hacen una realidad la posibilidad de que las comunidades campesinas ofrezcan una alternativa alimentaria saludable y sostenible en los tiempos que corren.
Este nicho de mercado aún tiene que sentar bien sus bases para poder ser un proyecto viable a largo plazo y no quedarse en una utopía. De momento está opción que vela en aras de la soberanía alimentaria y de una alimentación más sana está obteniendo una buena acogida en aquellos países donde se están implantando.
A pesar de contar con muchos adeptos, no se puede obviar que presenta problemáticas. Cada territorio es diferente y las trabas jurídicas pueden ser un duro “hueso de roer”, unido a las exigencias de los campesinos que tengan que explotar las tierras donde producir o criar los futuros víveres.
Miguel Altieri y Clara Nicholls, profesores de la Universidad de Berkeley de California y expertos en agroecología, presentes en el Foro Mundial sobre el Acceso a la Tierra y a los Recursos Naturales (FMAT) celebrado en la Universidad Politécnica de Valencia, tienen claro que es un proyecto por el cual hay que luchar y trabajar para ofrecer una propuesta que transforme el actual panorama alimentario.
Ejercer el derecho a la alimentación de la forma más sana y natural posible, sin que suponga un peligro para nuestra salud tiene que ser nuestra máxima a conseguir si queremos seguir gozando de una alta esperanza de vida saludable.