Desde siempre, el hombre ha buscado la suerte y eso ha sido aprovechado para crear una serie de leyendas sobre determinadas situaciones u objetos que dan buena o mala suerte. Dichas supersticiones empezaron hace siglos, y siguen siendo evitadas (o buscadas) a día de hoy. Incluso hay supersticiones propias de determinados países que forman parte de su cultura.
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Una de las supersticiones más arraigadas que tenemos es la de creer que el número 13 da mala suerte. Su origen viene de la cultura escandinava. En ella cuentan como Loki, espíritu de la guerra y el mal, se coló en un banquete en el Valhalla al que acudían como invitados doce dioses. Se produjo una lucha para sacar a Loki del evento que, como consecuencia, tuvo la muerte de Balder, el favorito de los dioses.
Esta superstición también se propagó por el cristianismo mediante La última cena, donde los doce apóstoles cenaban con Jesús, siendo Judas el traidor, el último en incorporarse.
Hoy en día, la maldición del número 13 está tan presente en nuestras vidas que se evita en todo lo posible este número. Por ejemplo, en la Fórmula 1, en los hoteles se usa este piso para ubicar los servicios, el asiento 13 en un avión es el 12 bis, en algunas calles se omite el patio 13…
Si al número 13 le unimos un día de la semana, lo que tenemos es el día la de mala suerte. Este día de la semana puede ser el martes o el viernes, dependiendo de las culturas.
El martes es el día de la semana que hace referencia a Marte, el dios de la guerra. Por ese motivo la fecha martes 13 se convierte en un dia negativo. De ahí la expresión: “martes y 13, ni te cases ni te embarques”.
El viernes se asocia con eventos que sucedieron en ese día y que fueron claves para nuestra historia. Por supuesto, todos esos eventos fueron malos. Un viernes se crucificó a Jesús, la persecución a los Templarios se inició un viernes, un viernes 13 el Imperio Azteca llegó a su final…
Como dato curioso, en Italia el día de la mala suerte es el viernes 17. Esto es debido a que en números romanos se escribe como XVII y, reorganizando sus letras, se convierte en VIXI, pasado del verbo vivir en latín.
El origen de esta superstición está dividido en varias teorías. Los antiguos reyes africanos y orientales los usaban como sombrillas para cubrirse del sol, por eso, abrirlos en espacios donde el sol no llega se consideraba como sacrilegio.
Otra teoría relaciona la mala suerte de los paraguas con su uso por sacerdotes en funerales. Ya que cuando se empezaron a ver en Europa, solo eran usados por ellos.
Los primeros paraguas aparecieron en Europa en el siglo XVII. Eran objetos aparatosos y complicados de manejar, por eso se recomendaba abrirlos en espacios abiertos, ya que su mecanismo podría ocasionar accidentes. Esta parece ser la teoría más lógica sobre el origen de esta superstición.
A raíz de esta superstición aparecieron otras que tienen en común este objeto tan cotidiano. Por ejemplo, da mala suerte hacer girar un paraguas abierto, y dejarlo sobre una mesa es augurio de discusiones.
El origen de esta superstición se remonta al imperio romano. En aquella época, la sal era considerada como un bien escaso, por lo que derramar sal era sinónimo de mala suerte.
De ahí ha ido evolucionando hacía la creencia de que cuando la sal se derrama el diablo es invocado. Para deshacer esto, la persona que ha derramado la sal debe recoger una pizca de la sal y lanzarla sobre su hombro izquierdo.
En Egipto, los gatos negros eran adorados, se creían que eran espíritus protectores y portadores de felicidad. De hecho, si alguien maltrataba a un gato negro podía llegar a ser condenado a muerte.
Fue en la Europa medieval cuando se empezó a hablar del gato negro como un ser malvado. Fue a raíz de la persecución que la Inquisición emprendió contra la brujería. En ese momento empezaron a contarse historias sobre brujas que se convertían en gatos negros que merodeaban por los pueblos espiando a sus habitantes.
INQUISICION, BRUJAS, PUEBLOS ENCANTADOS, GATOS
Poco a poco estos animales empezaron a ser perseguidos y matados. En países como Francia, habían celebraciones donde se quemaban cajas llenas de gatos delante del rey. Estas matanzas lo único que ocasionaron fueron plagas de ratas que propagaron la peste rápidamente por todas las ciudades.
El gato negro no es símbolo de mala suerte en todas partes. Por ejemplo, en Escocia, tener un gato negro en casa es buen augurio, y en Japón, estatuas de gatos negros guardan muchos templos.
Los gatos negros no han sido los único animales que se han visto afectados por las supersticiones. Han sido muchos los animales a los que se ha asociado con la buena o la mala suerte.
Los abejorros son unos insectos que, según su color, nos envían mensajes. Si entra un abejorro negro en tu casa significa que vas a recibir una visita, o una noticia inesperada.
Las patas de conejo dan buena suerte, y mucha gente no duda en llevarlas en llaveros. Las serpientes y culebras se relacionan con seres maléficos que pueden hipnotizarte y tenerte bajo su control. Los sapos y las ranas están ligados a la brujería, y tienen propiedades mágicas. Y ver luciérnagas por la noche es señal de buena suerte..
Siempre se ha dicho que las herraduras atraen la buena suerte, pero según la leyenda de su origen, más bien lo que hacen es espantar la mala suerte. Esta leyenda nació a mediados del siglo IX, en Canterbury, donde vivía un herrero llamado Dunstan que posteriormente llegaría a ser arzobispo de esta localidad.
Uno de sus clientes le pidió unas herraduras para sus pies. En seguida el herrero se dio cuenta de que su cliente era nada menos que Satanás. Dunstan le dijo que para ponerle las herraduras había que encadenarlo a la pared.
El herrero empezó su trabajo haciéndolo lo más doloroso posible hasta que el diablo pidió clemencia y gritó que lo soltaran. Dunstan le pidió a cambio una promesa: el diablo nunca entraría a las casas que tuvieran una herradura colgada sobre su puerta.
Desde la antigüedad se han visto los espejos como objetos mágicos. Por ejemplo, Qin Shi Huang, el primer emperador de la dinastía Qin, conocido por su mausoleo de los Guerreros de Terracota de Xian, decía poseer un espejo que, al mirarlo, podía ver el interior de las personas que se reflejaban en él.
Para muchas culturas, los espejos son considerados como objetos que retienen el alma. Por eso, cuando alguien fallecía cubrían los espejos para evitar que su alma quedara atrapada en ellos. De ahí nació la leyenda de que los vampiros no se reflejan en ellos.
La creencia de que romper un espejo trae mala suerte nos viene de la época romana. Para ellos, la vida estaba compuesta de ciclos de siete años, por lo que romper un espejo era sinónimo a siete años de mala suerte. Este maleficio se puede evitar recogiendo todos los pedazos en una bolsa de papel o tela y tirándolos a un río o enterrándolos.
Otra teoría dice que los espejos eran bienes escasos y caros. Solo las personas con un alto poder adquisitivo podrían tenerlos, por lo que cuando uno de los criados rompía un espejo se le castigaba con una pena de siete años de prisión.
San Juan escribió en el Apocalipsis una serie de visiones que, según se dice, profetizan el fin del mundo. En él habló del número 666 como el número de la Bestia, del diablo. Aunque según recientes estudios, San Juan también podría hablar del número 616.
Muchos han sido los que han estudiado el verdadero significado de las escrituras de San Juan, llegando a la conclusión de que el santo no estaba profetizando un futuro lejano, sino que más bien pretendía avisar a los cristianos sobre el emperador Nerón. Para ello utilizó claves y metáforas para salvaguardar su vida.
En aquella época sentían pasión por los acertijos. En el alfabeto griego y hebreo, cada letra tiene un número, por lo que era habitual disfrazar los nombres de las personas con números. Este número se obtiene sumando todos los números de las letras que componen el nombre. Si escribimos Nerón César en hebreo y sumamos los números de sus letras obtenemos el número 666: 50+200+6+50 y 100+60+200.
Uno de los orígenes de esta superstición está en Rusia. Cuando el zar de Rusia brindaba por alguien con agua, el homenajeado abandonaba inmediatamente el banquete, salía a la calle y se pegaba un tiro. Esto era por que por todos era sabido que este símbolo del zar era una sentencia a muerte.
Otros piensan que su origen nació en la Edad Media. Los reyes invitaban a sus enemigos para crear alianzas a banquetes. Todos los asistentes esperaban a que el rey anfitrión bebiera el vino de su copa antes de empezar con la celebración. Esto se debía al recelo que todos sentían por si el vino estuviera envenenado.
Otro origen de esta superstición nos viene de Grecia, donde brindaban con agua por los difuntos. La transparencia y fluidez del agua eran consideradas como el vehículo por el que el alma del difunto viajaría hacia el otro mundo. De ahí la creencia de que, si alguien brinda con agua por ti, está deseando tu muerte.
Seguro que en has hecho este gesto en muchas ocasiones para buscar la buena suerte. Esta superstición proviene de la religión cristiana y wiccana.
Los wiccanos son una religión basada en la naturaleza. Para ellos, el gesto de cruzar los dedos simboliza ‘cumplir sueños’. El punto donde los dedos se cruzan es el lugar donde los sueños se depositan hasta que se hacen realidad.
Los cristianos usaron este gesto durante los años que fueron perseguidos. Este símbolo significa la cruz donde Jesús fue crucificado. Por lo que cuando eran acosados por los que querían acabar con ellos, cruzaban los dedos invocando el poder de la crucifixión. Durante muchos años, este símbolo fue utilizado como saludo entre ellos.
El primer origen de esta superstición nos llega desde Egipto. Las pirámides, con su forma triangular, son consideradas como lugares sagrados que se tienen que respetar. Una escalera apoyada en la pared crea un triángulo, por lo que pasar por debajo se asociaba a profanar el símbolo sagrado de una pirámide.
Otro origen nos viene de la época medieval. La escalera apoyada en la pared recordaba al patíbulo donde los condenados eran ahorcados, por lo que pasar por debajo significaba adentrarse en los oscuros espacios donde residían los espíritus.
Aunque quizá la verdadera razón de su origen sea por que las escaleras se utilizaban para bajar a los ahorcados. Si estabas debajo de ella, podías encontrarte con que el cuerpo cayera sobre ti durante el tenebroso proceso.
Esta superstición parece provenir de Sudamérica, donde se tenía la creencia de que los dioses habitaban en los árboles. Por lo que era habitual tocar la madera de los árboles para pedir a los dioses que los deseos se cumplieran o no se malograsen. Algunos incluso dicen que lo correcto no es solo tocar madera, sino dar unos pequeños golpecitos sobre ella para llamar la atención a los dioses sobre su petición.
Otro origen de esta superstición proviene del cristianismo. La cruz donde Jesús fue crucificado era de madera, por lo que, en momentos de angustia, los cristianos solían tocar madera como buscando consuelo y fuerza para seguir adelante. De hecho, era habitual que muchos cristianos llevaran consigo pequeños trozos de madera a los que recurrían como amuletos.
Los primeros registros sobre esta tradición los tenemos en Alemania en el siglo XVIII. En un principio, esta tradición solo se aplicaba cuando los niños llegaban a su primer año de edad. Era una época donde la mortalidad en bebés era muy alta, por lo que conseguir cumplir un año de edad significaba algo positivo. La luz de la vela era un signo de esperanza, la luz de la vida, y apagarla soplando venia a significar el comienzo de una nueva etapa.
Poco a poco esta costumbre se fue extendiendo a todas las edades. Algunas teorías, hablan de que las velas a soplar debían de ser el número de años más una vela adicional. Esta vela de más era la primera que se tenía que conseguir apagar, ya que simbolizaba el inicio del nuevo año.
Esta superstición data de la época de los romanos. En aquel entonces se creía que las aguas estancadas tenían poderes curativos. De hecho, era costumbre sumergir a los recién nacidos en estas aguas pensando que ayudarían a que el bebé creciera fuerte.
Los celtas fueron los que más han contribuido a extender esta superstición. Ellos lanzaban piedras y, según el sonido, las ondas, burbujas…, eran capaces de predecir si la persona que lanzaba la piedra iba a tener buena suerte o no.
En un principio, esta superstición tenía que ver con la salud, pero poco a poco se fue transformando en un símbolo de buena suerte. También se sustituyó la piedra por una moneda, una manera de dar un objeto preciado a cambio de buena suerte.
En Roma, existe la creencia de que si lanzas una moneda a la Fontana de Trevi, volverás a visitar la ciudad.
Esta superstición nace en el siglo XIX, donde se creía que las pestañas nos protegían de demonios que pudieran intentar entrar a nuestro cuerpo a través de nuestros ojos. De ahí el poder mágico de nuestras pestañas, capaces de concedernos deseos si las soplamos alejándolas de nosotros.
PESTAÑAS
Según esta superstición, tenemos que poner la pestaña en la palma de nuestra mano y lanzarla por encima de nuestros hombros al mismo tiempo que pedimos un deseo. Si la pestaña sale volando en el primer soplido, nuestro sueño se cumplirá. Si la pestaña se queda pegada en la mano o el viento nos la devuelve, el deseo no se cumplirá. Si la pestaña se pierde antes de lanzarla, significa mala suerte, ya que nada nos podrá proteger de las brujas y demonios.
El mundillo del teatro es uno de los que más supersticiones tiene. El hecho de que sea un espectáculo en directo, delante del espectador, la posibilidad de que algo pueda salir mal es algo muy temido. Ese miedo ha sido clave para la creación de estas supersticiones que la gran mayoría de actores respeta a pie juntillas.
El color amarillo está vetado. Esta superstición nació en 1673, después de que el actor francés Moliere sufriera un ataque en plena representación de la obra El enfermo imaginario. El actor vestía de amarillo, y falleció unas horas después.
Algunos actores consideran una señal de mala suerte ver su reflejo en el espejo cuando lo ven por encima del hombro de otra persona.
No se puede pronunciar el nombre Macbeth, en su lugar se refieren siempre a ‘la obra escocesa’ u otro apelativo. Esta superstición está basada en que las brujas maldijeron la obra al ver que habían sido retratadas de una manera con la que no estaban de acuerdo.
Está prohibido silbar. Esta superstición nació de una realidad. Hace años, la manera que los técnicos tenían de comunicarse con el resto de personas que trabajaban en el teatro era por silbidos, con lo que un silbido erróneo podía ocasionar una catástrofe.
Los claveles no son bienvenidos por los actores, así que nunca se los regales, y menos después de un espectáculo. Esto se debe a una tradición del siglo XIX, donde, si el actor recibía rosas, significaba que renovaba temporada en el teatro, pero si recibía claveles, era su despido.
Otras supersticiones relacionadas con el teatro son: comer chocolate y beber vino antes de la función; siempre tiene que haber una luz encendida; no dejar nunca una escoba sobre el escenario; las plumas de pavo están prohibidas; si vas a una obra invitado sin pagar nada, tienes que dejar una moneda en el camerino de los actores; y nunca, jamás, hay que desear buena suerte.
Son muchas las supersticiones propias de países o regiones. Esto se debe a que cada país tiene una forma de vida y cultura, y esto afecta también a la forma en que ven la buena y la mala suerte.
En Rusia, encontrar un pájaro muerto sobre el capó de tu coche es señal de buena suerte. Por el contrario, regalar flores amarillas es símbolo de mala suerte. Y si regalas flores, su número nunca debe de ser par, ya que el número par se usa para las flores que se envían a funerales.
En China, el 4 es el número de la mala suerte. Esto se debe a que su pronunciación en chino es similar a la pronunciación de la palabra muerte. Por lo que es habitual no encontrar ese número en los ascensores. Otra superstición que tienen allí es que nunca debes colocar los palillos paralelamente encima del bol.
Si vas a Turquia, nunca masques chicle por la noche. Allí este hecho se considera como comer carne de difuntos. Además, no se cortan las uñas por la noche por que creen que eso reducirá sus años de vida. Tampoco se debe barrer la casa por la noche, ya que eso traería pobreza. El ojo turco es un objeto conocido por sus propiedades mágicas para proteger al que lo lleva del llamado “mal de ojo”.
En Korea creen que dormir con un ventilador encendido da mala suerte, por eso estos aparatos tienen temporizador para que se apaguen y la mala suerte no llegue. Nunca te toques los ojos después de tocar una mariposa o te quedarás ciego. Tienen la creencia de que una persona con un lunar cerca de su boca es una persona infiel.
Si en México te barren los pies estando en la calle podrías casarte con un hombre viejo o un viudo. Y nunca debes señalar el arcoíris con los dedos o se te llenarán de verrugas. Tampoco es conveniente poner un bebé delante del espejo, ya que puede quedarse mudo.
En Alemania, los cerdos son el símbolo de la buena suerte. De hecho, tienen una frase que literalmente significa “he tenido cerdo” y que usan para referirse a la buena suerte. También creen que ver una araña por la mañana hará que tengas buena suerte durante el día. Una de sus supersticiones más curiosas es la de que ver a un deshollinador da suerte, pero para retenerla tendrás que tocarte un botón y darle vueltas tres veces.
Son muchas las supersticiones que tenemos en el mundo en referencia a la buena y la mala suerte. Todas ellas con mucha antigüedad y orígenes curiosos. Otras han ido evolucionando y se han convertido en costumbres que simplemente hacemos sin saber de dónde vienen. En todo caso, el mundo de las supersticiones, tanto si crees en ellas como si no, es algo muy presente hoy en día.
Lucía Hernández. Gamer ocasional. Aprendiz de todo lo que llame mi atención. Mi hobby, mi web. | Web |