No es habitual encontrarse con seres humanos que tengan los cuellos tan largos como una jirafa. Por ello, en un poblado de Tailandia, lugareños y turistas pagan por ver a mujeres cuyas papadas han sido extendidas como parte de una cultura milenaria. Se las conoce como Mujeres Cuello de Jirafa.
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Estas féminas de cuellos largos pertenecen al grupo étnico Kayan. Se estima que actualmente unos 7.000 miembros de la tribu Kayan mantienen viva la tradición de las mujeres jirafa en Tailandia, pese a que el gobierno birmano intentó hacer desaparecer esta costumbre con la intención de minimizar la sombra de ser un país poco desarrollado.
Aunque en un principio los intentos por eliminar esta cultura rindieron frutos, lo cierto es que duró poco, porque la tribu de mujeres jirafa sigue viva y atrae todos los años a miles de turistas a los poblados del norte de Tailandia.
Las también llamadas mujeres Padaung son todo un atractivo para la mirada curiosa de los turistas. Son mujeres laboriosas, que tienen un talento especial para la fabricación textil, lo que se ve en pocas tribus del mundo. Con sus manos fabrican bellísimas telas y prendas de vestir mediante las técnicas del telar, bordado y punto de cruz.
Cuando las mujeres de la tribu Padaung cumplen cinco años, se coloca en sus cuellos una bobina de latón que pesa aproximadamente un kilogramo. Desde ese momento hasta el aniversario número 12, se añade una bobina por cada año cumplido; es así como llegan a tener un cuello de jirafa, con un collar que puede pesar unos 10 kilogramos.
Ya en la edad adulta, se añaden tantos aros como sea posible en el espacio que hay entre la barbilla y los hombros. Una vez las mujeres jirafa inician esta práctica, no se desprenden de los anillos durante el resto de sus vidas. Nunca más vuelven a ver su cuello, no se quitan los discos para nada; duermen, se asean, comen con ellos, se convierten en parte de su cuerpo.
La explicación médica para esta modificación del cuerpo humano es que con el peso se produce una deformación de la columna y se deteriora la musculatura que se encuentra entre la garganta y los hombros, produciendo un hundimiento y, por lo tanto, el cuello largo de las mujeres.
Son originarias de Myanmar, la antigua Birmania, la zona fronteriza de Tailandia en el estado de Shan. Las mujeres jirafa en Tailandia tienen una historia impresionante. En la década de los 90 huyeron de Birmania por los problemas políticos, la guerrilla y la represión que las autoridades ejercieron sobre la etnia Karen.
Fue así como una parte de esta tribu llegó a Tailandia. Pronto los campos de refugiados de las ONG que realizaban labores sociales en la zona empezaron a recibirlas. Para los tailandeses esto era una novedad y muchos viajaban solo para verlas y conocer sus costumbres.
Hoy viven de los ingresos económicos producidos por pagar la entrada para ver su población. Los turistas pueden caminar por las calles de su tribu mientras ellas hacen su vida cotidiana, las fotografían y son uno de los mayores atractivos turísticos de Tailandia.
Tienen sus detractores. Hay quien sostiene que son explotadas por el gobierno para recibir visitantes y, de este modo, percibir mayores ingresos en el sector turismo. Otros aseguran que son obligadas a servir como una especie de “fenómeno”, o que sufren por la poca movilidad que es consecuencia de los collares y su peso. Pero la verdad es que solo la tribu sabe a ciencia cierta por qué someten su cuerpo a un cambio tan extremo, y por qué los padres toman la decisión de iniciar a las pequeñas a tan temprana edad en tan curiosa tradición.
Las mujeres de Tailandia con cuello de jirafa llevan una vida normal. Incluso se desmonta la teoría de que tienen poca movilidad, porque en las visitas a su aldea se las puede observar corriendo y haciendo las labores domésticas diarias.
La razón por la que las mujeres colocan estos pesados collares en sus cuellos no está del todo clara. Varias hipótesis rodean esta práctica. Estudios antropológicos sugieren que las primeras mujeres que se pusieron los discos de latón lo hicieron con la finalidad de evitar que los tigres les mordieran el cuello. Sin embargo, en Tailandia no creen en esta teoría, ya que los hombres de la tribu no llevan una indumentaria similar.
Los estudiosos aseguran que los tigres no discriminan de género a la hora de atacar, y es ilógico que los hombres se creyeran con el poder de ser inmortales ante estas fieras.
Otra de las teorías apunta a que cuando las mujeres colocan estos adornos en su cuello pierden el atractivo para los hombres de otras tribus y, por lo tanto, es una manera de cuidar de ellas y garantizar que solo se emparenten con los hombres de su misma raza. Además, es una medida de protección para que los asaltantes birmanos no las tomaran como esclavas, ya que sus adornos les dificultaba realizar tareas pesadas, y así perdían valor.
Quienes han estudiado esta costumbre rechazan el hecho de que las mujeres jirafa Chiang Mai pierdan el atractivo para los hombres. Por el contrario, aseguran que con estos collares enamoran al sexo opuesto.
No está clara la razón de por qué ponerse los aros, pero una de las más difundidas y discutidas es que las bobinas de color amarillo en el cuello de las mujeres las libera de dificultades de salud, las hace fértiles y las ayuda a conservar los instintos carnales, ayudándolas a ser fieles al hombre que será su compañero de vida.
El uso de los aros dorados no está sujeto solo a su cuello. Las mujeres jirafa Chiang Rai también utilizan estos aros en sus piernas y tobillos, porque aseguran que, cuantos más tienen, más se parecen a un dragón, que en su cultura es una figura de relativa importancia.
Se trata de una pequeña población totalmente cercada y de puertas abiertas, pero para entrar hay que pasar por una taquilla, en la que se paga una entrada. Son los hombres los encargados de cobrar.
Aunque parte de la leyenda también cuenta que, en algún tiempo, el uso de los aros reflejaba que una mujer era de familia adinerada, lo cierto es que las mujeres jirafa en Tailandia viven en modestas casas de bambú con techos de paja, y cocinan con leña.
Las calles del poblado son de tierra, abundan los tendederos repletos de brillantes telas y algunas tiendas donde los turistas pueden comprar souvenirs. El hogar de las tribus de mujeres se caracteriza por la humildad, donde incluso animales como las gallinas se pasean por las calles junto a los turistas.
Cuando se habla de “Tailandia mujeres jirafa” para algunos suena paradójico, ya que, tras la historia de su desplazamiento, el estado Birmano no las reconoce como propias de su zona.
Los tailandeses tampoco les otorgan la ciudadanía, por lo que carecen de documentación y no pueden trabajar; ellas permanecen en condición de refugiadas. La única puerta que tienen abierta para ingresos económicos es que las personas paguen por verlas, y con la venta de souvenirs a los turistas.
Muchos documentales se han hecho en relación a las mujeres jirafa africanas, pero pocos han logrado dar con detalles tan precisos como el hecho de que estas mujeres están tan aferradas a los aros que es impensable quitárselos, ya que una mujer jirafa sin anillos es como estar desnuda frente al mundo. Un detalle curioso es que, para poder dormir con ellos, muchas deben apoyar su cuello sobre un ladrillo.
El día de las mujeres de la tribu Karen transcurre entre tejer y sonreír a los turistas. Las más ancianas se sientan a conversar con los visitantes para contarles sus historias, para que quienes acuden allí en búsqueda de algo nuevo para ver, salgan con respuestas y cosas por contar.
Lo que muchas vivieron en su adolescencia para escapar de la guerra son relatos asombrosos. Algunas caminaron durante más de una semana por la selva, otras jamás volvieron a ver a su familia y todas trabajan por mantener vivas sus tradiciones y dar continuidad a su aldea.
La mujer jirafa llama la atención de inmediato por los aros que llevan en el cuello, que son parte de su vestimenta, al igual que los que se colocan en sus piernas, que cubren desde los tobillos hasta casi llegar a las rodillas. También los usan en los brazos, aunque en esta parte del cuerpo no es tan común.
Pero el resto de su atuendo también es llamativo, visten con túnicas y vestidos tradicionales de Birmania. Algunas ponen tiras de seda en el último aro de su collar, de manera que queden colgantes, les gusta usar maquillaje y se adornan la cabeza con telas muy llamativas. Las más pequeñas se colocan grandes adornos con flores silvestres.
Cuando llega el momento de colocar el primer aro en el cuello de las mujeres jirafa en África, se hace una gran fiesta denominada ceremonia de iniciación. Los pobladores visten sus mejores galas y se sumergen en una gran celebración cultural.
Una niña de solo cinco años es la protagonista de la fiesta. Se la prepara dándole un largo masaje en el cuello con un ungüento especial. La fórmula utilizada para esta crema ha pasado de generación en generación y solo la conocen las mujeres de la aldea.
Las niñas que aún no tienen los aros juegan entre ellas mismas a estirarse el cuello. Se cree que esto ayuda en el momento de llevar su primer collar.
Cuando es necesario hacer un cambio de collar, se recurre a un especialista, porque se trata de una intervención delicada. El aro de bronce se curva lentamente con las manos y, para encajar el último aro del anillo, se utiliza la parte roma de un cuchillo.
Los aros forman parte de la vida de las mujeres jirafa en Tailandia. La costumbre sigue viva pese a ser criticada por defensores de los derechos humanos y estudiosos de la medicina, por considerar que genera daños a la salud y disminuye su calidad de vida.
La tradición pasa de generación en generación, y se cree que aquellas que no utilizan los anillos corren el riesgo de enfrentar graves problemas de salud y verían comprometida la posibilidad de tener hijos. En Tailandia mujeres jirafa hay muchas y, según su cultura, la fertilidad tiene una gran importancia, por lo que muchas ponen en los aros de bronce sus anhelos de ser madres.
Pero, ¿qué pasa si las mujeres jirafa se quitan los anillos? Una vieja leyenda cuenta que las mujeres jirafa sin aros pueden morir, ya que con el paso de los años su cuello está tan debilitado que, si se quitan el collar, este puede partirse. Creen que su cuello no es capaz de sostener el peso de su cabeza y pierden la vida.
Hay quienes desmienten esta historia, pues algunas mujeres han decidido abandonar la tradición. Se cree que solo hay unas 120 mujeres de Tailandia que mantienen los aros en sus cuellos.
Lo cierto es que los aros son tan importantes que es un castigo quitárselos. Según la cultura Kayan, cuando se descubre que una mujer le ha sido infiel a su pareja, el castigo es convertirla en una Padaung sin anillos. Esto causa el repudio de los hombres.
Las mujeres jirafa sin collar han sido estudiadas para determinar el impacto que genera en el cuerpo llevar durante tantos años ese peso. No mueren cuando ya no llevan los collares, pero sí necesitan rehabilitación para que los músculos de su cuello recuperen la fuerza necesaria para sostener su cabeza.
Las tribus de mujeres jirafa están distribuidas en 15 poblados al norte de Tailandia. La mejor manera de ver a las mujeres jirafa es viajando hacia las poblaciones de Chiang Mai, Chiang Rai o Mae Hong Son, en las montañas del norte. Desde aquí se pueden hacer las conexiones necesarias para llegar a las aldeas.
Al llegar a cualquiera de estas ciudades hay que ponerse en contacto con un guía turístico que planifique la visita y el modo de transporte, aunque lo más recomendable es adelantar la solicitud de este servicio junto con la compra de los billetes aéreos y el hospedaje en Tailandia.
Desde Chiang Mai, que es la capital del norte de Tailandia, es bastante fácil encontrar traslados confortables hasta la tribu de las mujeres Padaung. El viaje incluye varias paradas turísticas y se puede hacer en un día, con salida desde Chiang Mai a las 5:00 de la mañana y regreso a tiempo para la hora de la cena.
Esta ciudad, que creció a orillas del río Ping, es un imán para el turismo, pues cuenta con más de 300 templos budistas, parques naturales, mercados muy concurridos y una exquisita gastronomía. Las montañas que la rodean son hogar de distintas tribus, hacia donde se ofrecen muchos paquetes turísticos y excursiones; entre ellas, hacia los sitios de las tribus Karen.
Chiang Mai está a 700 kilómetros de Bangkok. Al aeropuerto de Bangkok llegan los principales vuelos internacionales y desde ahí se puede hacer una conexión aérea para viajar a Chiang Mai. Las líneas Air Asia, Nok Air, Thai Airways y Bangkok Airways pasan por la terminal de Chiang Mai a diario, saliendo desde Bangkok.
También es posible viajar en autobuses o furgonetas con trayectos nocturnos o diurnos desde la terminal del bus del norte de Bangkok, o desde Khao san Road, o pagar un poco más para completar el recorrido en tren.
Si se elige viajar en tren, desde la estación de ferrocarriles Hua Lamphong de Bangkok salen a diario 6 trenes hacia el norte de Tailandia con butacas de primera (con aire acondicionado), de segunda (con ventiladores) y de tercera clase (sin ventilación extra).
A 183 kilómetros de Chiang Mai está Chiang Rai, la ciudad más al norte de Tailandia. Se la conoce como el Triángulo de Oro, pues se encuentra en el cruce de las fronteras de Tailandia, Myanmar y Laos.
Para llegar a Chiang Rai se puede hacer por avión desde Chiang Mai o Bangkok, ya que tiene un aeropuerto con vuelos de bajo coste de las líneas Thai Airways y Airasia. También hay dos estaciones donde llegan los autobuses desde Chiang Mai (4 horas de camino) y Bangkok (casi un día de viaje).
Desde aquí se organizan excursiones a maravillosos templos, como el Wat Rong Khun, y hacia la tribu de las mujeres de cuello largo, con varias horas de camino por carretera.
Si la elección es empezar el viaje hacia la tribu Padaung desde Mae Hong Son, hay que saber que esta localidad está a 250 km de Chiang Mai.
Aunque no es una tarea fácil llegar o salir de este lugar, Mae Hong Son es la localidad más cercana y la ruta más corta para llegar a las mujeres jirafa, entrando en contacto con un entorno menos intervenido. Desde aquí parten muchas excursiones diarias hacia la aldea Karen.
Solo se puede acceder a Mae Hong Son por avión desde el aeropuerto de Chiang Mai. La línea Nok Air tiene tres vuelos diarios hasta la terminal de Mae Hong Son, con un precio promedio de 33€.
La otra opción es en autobús, siguiendo carreteras con subidas, bajadas y muchas curvas durante 4 horas. Hay dos rutas disponibles. Una es por Pai, con paisajes muy atractivos, pero con caminos accidentados; o por Mae Sariang, que solo se puede hacer desde el centro de Tailandia.
Una vez que se ha llegado a esta zona selvática y tranquila, es posible programar la excursión para conocer la forma de vida de las mujeres jirafa. De hecho, es uno de los paquetes que más se ofrecen, junto con las visitas a las cataratas Phasua y los templos Wat Kam Ko y Wat Chong Kham. Contratar tours hacia las tribus es bastante fácil, pues existen muchas oficinas turísticas en la ciudad.
En todos estos casos, la recomendación es no aventurarse a llegar por propios medios a la zona, sino ir acompañado de un guía que hable tailandés o que sea de esta nacionalidad. Así se evitan los inconvenientes y pérdidas de tiempo de cuando los turistas extranjeros viajan solos.
Las tribus Padaung reciben servicios básicos como agua y luz, y los niños pueden ir a la escuela. Pero la condición de indocumentadas no les permite trabajar.
El turismo es la única forma para obtener dinero. Al final del mes se reparten los ingresos entre los líderes de la tribu, los operadores turísticos y las mujeres jirafa en Tailandia. Pueden ganar unos 62 euros mensuales.
Llega un momento en la vida de estas mujeres en que es imposible colocar más aros. Cuantos más tengan, más atractivas serán para los hombres. En esta cultura tienen un registro de los mejores récords de Tailandia mujer jirafa.
En una ocasión se supo que algunas mujeres jirafa alargaron sus cuellos hasta 30 centímetros. Para lograr esta hazaña debieron colocar por lo menos 32 aros alrededor de su cuello. Otras solo han llegado a colocar 27 aros y sus cuellos se ven verdaderamente largos.
Mientras que en una cultura se deforma el cuerpo para conseguir un cuello más largo, para otros es una enfermedad. Se trata del síndrome de Marfan, una patología que afecta al tejido conectivo y causa una alteración genética en el cromosoma 15, que altera partes del cuerpo. En Ucrania se detectó esta enfermedad en una joven llamada Lyudmila Titchenkova, que está considerada como la mujer con el cuello más largo del mundo.
La columna vertebral de Lyudmila tiene una curvatura de 30 grados. Para muchos es un gran atractivo, e incluso recibe propuestas para desfilar en las más famosas pasarelas del mundo.
Muchas ONG han iniciado campañas para eliminar la práctica de deformar el cuerpo de las mujeres. La lucha a favor de las mujeres jirafa sin anillos ha generado mucha controversia. Son las mismas mujeres las que se han negado a que desaparezca la tradición.
En Tailandia, mujeres jirafa sostienen que llevan una vida mejor a la que tenían en Birmania, donde huían del gobierno. Para ellas, ser mujeres jirafa sin collar no es una opción. Se aferran a su cultura, aunque no cesa la controversia por considerar que son esclavas de collares.