No es nada nuevo para los usuarios frecuentes de la web: pocos en Internet se comportan del mismo modo que en la vida real, casi todos tenemos un alter ego digital. Debido a un efecto un tanto curioso de las dinámicas en línea, es perfectamente posible ver cómo los tímidos se vuelven osados, los tolerantes fanáticos y toda una serie inexplicable de mutaciones que ocupa actualmente a los psicólogos y a los analistas del comportamiento social de las masas. ¿Y a qué conclusiones llegan los expertos?
Alter ego: el principio del placer
En su mayoría, los expertos del área coinciden en señalar un efecto instantáneo y efímero de placer que se obtiene al ventilar la propia vida con el mundo a través, por ejemplo, de las redes sociales. Una supuesta conexión inmediata que puede apuntar a un desahogo compartido o puede convertirse en un ejercicio solitario, como un espejo distorsionado en el que poder mirarse uno mismo.
El hecho de escoger qué mostrar, por ejemplo, significa que en las redes sociales realmente percibimos fragmentos de los demás: lo que ellos consideran lo mejor, lo más atractivo y lo más feliz de sí mismos. El chiste dice que en Instagram todos somos artistas, que en Linkedin todos tenemos éxito, en Facebook todos somos felices y en Twitter todos somos inteligentes; es decir, que sea cual sea la red que usemos, parece estar conectada antes que nada con nuestra autoestima.
Esto conduce, según los expertos, a una cierta frivolización de la vida privada y también del intercambio de opiniones, que se ve en algunos casos amparado en la anonimia, o en la distancia aparente que hay entre un usuario de carne y hueso y otro detrás de la pantalla. Es por eso que muchos se atreven a decir lo que en su vida offline normalmente callarían, o a hacerlo de una manera que en presencia de otros podría acarrearles un puñetazo: la sensación de ser invisibles surte en nosotros un efecto desinhibidor.
Alter ego: un problema de adicciones
Muchos expertos del tema apuntan a que el problema empieza cuando un sujeto invierte más tiempo, esfuerzo y energía en la construcción de su alter ego virtual que en su realización offline, a menudo porque se siente identificado idealmente con eso que puede ser en las redes pero no fuera de ellas. Los psicólogos llaman a esto “gratificación narcisista” y apuntan que es muy semejante a querer vivir dentro de un sueño.
En ese sueño el sujeto es tan exitoso, hermoso, popular o inteligente como él quisiera ser, y en ese sentido Internet, lejos de motivarlo a crecer y a proponerse retos, le contenta con vivir una vida paralela en digital. Allí se generan, entonces, relaciones de adicción y de dependencia, pues el sujeto descarga en la red sus emociones que no tienen en vida real una salida, como la rabia, el orgullo, la libido o el egocentrismo.
Alter ego: no todo queda en la red
El otro problema está en que dichas actitudes pueden conducir a problemas muy reales. Numerosos padres norteamericanos vigilan el desempeño de sus hijos en la red, para evitar que sean presa de personas inescrupulosas que pudieran aprovecharse de ellos y lastimarlos.
Hay numerosos relatos de citas a ciegas que conducen al delito, de stalkers o perseguidores que utilizan los recursos de la red para acosar a sus objetos de deseo, o incluso ladrones informáticos que hacen con la ingenuidad del otro su agosto. Todo un ecosistema que amerita algún tipo de supervisión, o cuando menos un alto grado de conciencia y de responsabilidad de parte de los usuarios. Todo en la vida tiene consecuencias, dentro o fuera de la red.
Lo bueno es que existen ya movimientos de protección de la confidencialidad, que buscan informar a los usuarios de los riesgos que corren ellos y su vida privada, y generar una cultura digital mucho más organizada, segura y responsable.
¿Y tú, te atreves a decirnos cómo es tu alter ego virtual? ¿Has pensado en la manera en que utilizas la red y exhibes tu vida privada?