Según el gurú en el estudio de los estilos de liderazgo, Warren Bennis, el liderazgo es la capacidad de transformar la visión en realidad.
También se define como un proceso psicosocial por el cual una persona genera una influencia positiva e inspira a un grupo de personas con el fin lograr un objetivo colectivo.
Los autores Dave Ulrich, Jack Zenger y Norm Smallwood, enumeran los atributos y fortalezas relacionados con lo que “el líder debe ser, saber y hacer”.
Capacidades de un buen líder
1. Fijar el rumbo
Los líderes posicionan su institución hacia el futuro. Prever el futuro implica predecir y jugar con diversas influencias, entre ellas la clientela, la tecnología, las regulaciones, los competidores, los inversionistas y proveedores.
Los líderes que fijan el rumbo saben y hacen, por lo menos, tres cosas: comprenden los sucesos externos, se enfocan en el futuro y convierten la visión en acción.
2. Demostrar carácter personal
Indudablemente, los líderes tienen carácter. Los seguidores necesitan líderes en quienes puedan creer, con quienes puedan identificarse y en quienes puedan tener confianza.
Es lo que se denomina también «credibilidad» y encierra, a su vez, atributos como honestidad, capacidad de inspirar, imparcialidad, capacidad de apoyar a otros.
Los líderes de carácter viven los principios de su organización practicando lo que predican; poseen y generan en los demás una imagen positiva de sí mismos y exhiben capacidad cognoscitiva y encanto personal en alto grado.
3. Movilizar la dedicación individual
Los líderes convierten una visión en hechos haciendo que otros se comprometan. Traducen las aspiraciones futuras en aquellas conductas y acciones cotidianas que se le exigen a cada empleado.
De esta manera, los empleados se comprometen a armonizar sus acciones con las metas organizacionales y se dedican a poner el corazón, el alma y la mente en los propósitos de la organización.
Los líderes han de forjar relaciones colaborativas, han de compartir el poder y la autoridad y han de manejar la atención.
Los líderes tienen que ayudar a los individuos a ver y sentir cómo sus aportes contribuyen al logro de las metas organizacionales de la entidad de trabajo.
4. Engendrar capacidad organizacional
La capacidad organizacional se refiere a los procesos, prácticas y actividades que crean valor para la organización. Los líderes tienen que ser capaces de traducir el rumbo organizacional en directivas, la visión en práctica y el propósito en proceso.
La capacidad representa la identidad de la empresa o institución educativa tal como la perciben tanto los empleados como los clientes o usuarios.
Exige líderes que exhiban por lo menos estas habilidades: forjar la infraestructura organizacional, aprovechar la diversidad, desarrollar equipos, diseñar sistemas de recursos humanos y hacer realidad el cambio.
En lo que respecta a la participación de los individuos en el área laboral, se comprende que el liderazgo tiene mucho que ver con la actitud que se asume en el ámbito laboral y con la comunicación asertiva.
Ahora bien, la comunicación, además de asertiva, debe ser continua para que las necesidades del entorno se puedan dialogar y profundizar, de modo que los involucrados puedan lograr establecer una relación sólida y estable a través de las políticas sociales y participativas e igualmente tengan espacios de convivencia saludables.
Al mismo tiempo, el líder debe influir positivamente en la planificación estratégica de la organización, porque, de este modo, estará persuadiendo a su equipo a través del ejemplo.
También deberá tener en consideración la participación equitativa de los trabajadores, por lo que debe mostrarse un genuino interés en sus niveles de desempeño, responsabilidad y constancia.
En cuanto a este aspecto, el autor Alvarado (2003) explica que el comportamiento del líder depende de su experiencia y conocimientos, es decir, reside en la actitud o la manera de ejercer la autoridad con el personal subalterno.
También se manifiesta en la conducción de una organización y en las funciones que le toca desempeñar frente a los empleados.
En este orden de ideas, Collao (2000) sostiene que el líder puede actuar con los empleados de varias maneras.
Tipos de líderes según su interacción con los empleados
1. Autocrático
Da la orden, no consulta la opinión de nadie, genera temor o indiferencia y aplica su voluntad.
La comunicación asertiva no existe y prevalece la rigidez, de manera que el poder se concentra únicamente en la figura del líder.
Ejerce un poder absoluto sobre sus subordinados, asumiendo totalmente la toma de las decisiones, sin considerar o tener en cuenta las opiniones de los demás.
2. Participativo
Es democrático, motiva al personal, promueve el trabajo en equipo, propicia las buenas relaciones, es empático y es abierto a la comunicación.
La comunicación asertiva es lo que prevalece, destacando la flexibilidad en la relación con su equipo de trabajo, a los cuales apoya en todo momento, orientándolos y motivándolos en su desempeño.
La toma de decisiones ocurre después de escuchar, guiar y considerar a su personal, fomentando los valores de la humildad, la comprensión, la interacción, la innovación y la tolerancia, entre otros.
3. Liberal
Es permisivo, pocas veces hace uso de la autoridad, permite que los empleados hagan las labores de manera holgada, sin presión, y respalda las propuestas o acciones del personal.
La comunicación es insuficiente y negativa. Se delega la autoridad y responsabilidad en los subordinados.
El líder liberal no toma decisiones ni asume responsabilidades, pues deja en manos de sus empleados la toma de decisiones sin intervenir en modo alguno. De hecho, espera que sus subordinados ejecuten su propia motivación, orientación y control.
Así las cosas, lo ideal es un estilo de liderazgo participativo que sirva para dar valor al desempeño de las actividades de los subordinados, escucharlos, motivarlos e involucrarlos en la toma de decisiones, así como darles un voto de confianza y estimular el compañerismo, la humildad, la eficiencia, la comprensión y sobre todo, el apoyo y el ánimo que para seguir adelante.
De este modo surgen individuos comprometidos con los valores de la empresa y su cultura de liderazgo participativo.
En base a esta clasificación de estilos de liderazgo, se comprende que el líder debe ser participativo y congruente con todos los trabajadores o empleados de la empresa a su cargo, tener presente la forma de comunicar las ideas, llegar a acuerdos favorables sin tener que presionar o atemorizar para lograr lo propuesto.
Al contrario, el buen líder debe motivar e inspirar a los demás y ante todo, ser entusiasta y vehemente para estimular a su equipo al logro de los propósitos planteados.
No cabe duda que un eficiente liderazgo beneficia a la empresa a cumplir con las metas y objetivos propuestos.
Hay que destacar que, al lado de las constantes críticas ante el ejercicio de un estilo de liderazgo autocrático, resulta necesaria la búsqueda y formación de líderes participativos que sepan escuchar al personal a su cargo, siendo que hoy en día, se trata de una tarea que se debe asumir conscientemente.
En definitiva, el liderazgo participativo ejercido con valores humanos como la empatía, la amabilidad, el respeto, la integridad y la honestidad, resulta ser lo ideal para mejorar el clima laboral y el entorno organizacional, pues el mismo tiene una influencia significativa y determinante en su éxito.