El chocolate es uno de los productos más antiguos que el ser humano ha consumido. Este se realiza mezclando dos productos que se obtienen de las semillas del cacao: la pasta y la manteca de cacao. El cacao tiene múltiples beneficios para la salud, pues aporta, lípidos, hidratos de carbono, ácido fólico (vitamina B9) y vitamina A, además de tener un sabor delicioso. Sin embargo, la manera en que se produce ha sido cuestionada, debido a su impacto ecológico y social, por lo que han surgido alternativas al modelo tradicional de producción.
La diferencia principal del chocolate ecológico con el tradicional está en la forma en que se cultiva, pues sufre varias modificaciones en cada una de las etapas de su producción, haciéndolo más amigable con el medio ambiente. Las personas que lo producen y los beneficios adicionales para la salud son otro factor que los diferencia, ya que emplean azúcar integral de caña y no se usa mantequilla de cacao refinada ni grasas vegetales que no sean de la manteca de cacao.
Los chocolates tradicionales suelen tener muchos aditivos, y los cultivos tienden a ser rociados con pesticidas, lo que se ha demostrado que puede influir negativamente en la salud y el ecosistema. Para estar seguro de que el chocolate es ecológico, debe poseer un certificado que garantiza que no se han usado sustancias tóxicas en su producción.
Hay tres aspectos donde la producción de chocolate tradicional impacta de manera negativa en nuestra sociedad:
Muchos agricultores y trabajadores de cacao ganan menos de 1,25 euros al día, ubicándolos muy por debajo de la línea de pobreza internacional, estimada en un mínimo de 2 euros al día, lo que contrasta con las ganancias el mercado global del chocolate, estimado en unos 103.000 millones de dólares.
Los terrenos donde se cultiva son propiedades familiares, pero quienes pagan los sueldos son los intermediarios internacionales. A esto se le suma lo delicado que son las plantaciones de cacao, que están fuertemente influenciadas por el clima, por lo que no siempre se puede asegurar la cosecha.
Se calcula que los productores de cacao solo reciben entre un 3% y un 7% del precio de venta de una barra de chocolate, mientras que las fábricas de chocolate y los distribuidores reciben hasta un 40% y un 35% respectivamente.
Relacionado con el punto anterior, muchas familias se ven en la necesidad de mandar a sus hijos a trabajar el cacao, puesto que sus ganancias no son suficientes y terminan llevando a cabo actividades peligrosas, como usar machetes o entrar en contacto con sustancias químicas. Se estimó que en el 2015 unos 1,2 millones de menores en Costa de Marfil y 0,9 millones en Ghana trabajaban en actividades relacionadas con la producción del cacao.
Además del peligro, estos niños no logran escolarizarse, lo que impide a los jóvenes salir de la pobreza. Muchos niños de países vecinos también son captados para trabajar con la promesa de tener un sueldo para mantener a sus familias, pero terminan trabajando en situación de esclavitud lejos de sus familiares.
Con el aumento de la demanda de cacao a nivel mundial, se ha recurrido a la deforestación para crear lugares aptos para su cultivo. El cacao solo se cultiva en áreas tropicales, por lo que las áreas silvestres y bosques tropicales se han visto gravemente afectados.
El impacto de la producción de chocolate propició en el año 2013 el inicio de un proyecto para la ecologización de la industria del cacao, implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Como ya ha quedado expuesto, este tipo de chocolate presenta una serie de ventajas para el consumidor, para la industria y para el tejido social: