La torre Eiffel, símbolo de París, Francia, y el monumento más visitado del mundo, conlleva en sí mucha historia, pero constructivamente hablando, es decir, a partir de su diseño y construcción.
¿Será solo una obra de ingeniería? El común pensar es que sí, que solo es una obra de ingeniería. Pues no y veamos porque…
«La Torre Eiffel es una estructura diseñada por el ingeniero francés Alexandre-Gustáve Eiffel con motivo de la Exposición Universal de 1889 en París, organizada para conmemorar el centenario de la Revolución Francesa.
Inicialmente, Eiffel había presentado su proyecto de torre a los responsables del Ayuntamiento de Barcelona, para que se construyera en esa ciudad española con motivo de la Exposición Universal que se celebraría en 1888; pero a los responsables del ayuntamiento barcelonés les pareció una construcción extraña y cara, que no encajaría en la ciudad. Rechazaron el proyecto.
Tras la negativa de Barcelona, Eiffel, presentó su proyecto a los responsables de la Exposición Universal de París, para que sirviera como arco de entrada y centro de atención de la exposición. Aceptaron construir la torre, aunque sin mucho entusiasmo, y únicamente, con el carácter de una construcción temporal, por lo que se fijó el año de 1900 como la fecha límite para que fuera desmontada» (1)
Aparentemente el monumento, iba a tener un triste final, pero los planetas se alinearon y salvaron al ingeniero Eiffel de que su proyecto fuera demolido, ya que se encontró una utilidad práctica para la misma por parte del ejército francés, quien solicitó sirviera de base para el montaje de antenas de telecomunicaciones. ¡Eureka!
La torre Eiffel es una estructura de hierro diseñada por los ingenieros Maurice Koechlin y Émile Nouguier, con una imagen rústica pero funcional y práctica, acorde a la tendencia de la técnica constructiva de la época.
Pero para el ingeniero Gustave Eiffel, su constructor, eso no era suficiente. Había que dotarla de una imagen artística, por lo que decidieron contratar al arquitecto Stephen Sauvestre. (2)
De tal manera que, «los cuatro arcos de celosía, añadidos por el arquitecto Sauvestre por motivos estéticos, sirvieron para dar mayor importancia simbólica a la torre, como impresionante marco de entrada a la exposición» (3), objeto de su construcción.
Se convirtió así en una obra de ingeniera y en una obra de arquitectura simultáneamente, por cierto, adelantada en diseño y concepción a su tiempo.
Como se menciona al inicio, la torre Eiffel fue construida para conmemorar el centenario de la Revolución Francesa, que fue el fin de la monarquía y de su arquitectura aristocrática.
Este monumento, de ingeniería y arquitectura fue, además, un póstumo homenaje, un siglo después, a todo aquello a lo que dicha revolución se opuso.
Parafraseando a Arnold Hauser, con la Revolución Francesa la arquitectura se convirtió en una confesión de fe política y, entonces, por vez primera, se encarece de manera expresiva que la arquitectura debe de ser una parte de los fundamentos de la estructura social, contribuir a la felicidad del público en general y convertirse en posesión de toda la nación. (4)
Más de un siglo después de su construcción, la torre Eiffel es un hermoso monumento de arquitectura, de ingeniería y signo de una nación y su revolución.
Ricardo Reyes Anariba es arquitecto por la Universidad Albert Einstein, San Salvador, El Salvador. Amante de la literatura y el arte, escritor por hobby y chef apasionado. Primeros libros: “Un hombre simplemente extraordinario” y “Amor elijo quedarme contigo”. | Twitter |