La literatura utópica nos describe el Estado ideal desde un punto de vista social, político y científico.
Se puede decir que este tipo de literatura nació en el siglo dieciséis con la publicación de “Utopía” (1516) de Tomas Moro. Como buen renacentista, este pensador inglés recuperó el pensamiento clásico inspirándose en dos fuentes: la tradición cristiana y la cultura grecolatina.
Dentro del pensamiento cristiano bebió, al menos, las ideas utópicas de tres lugares. En primer lugar del libro del “Génesis”, en donde se describe el Edén, un lugar arbolado que suministra todos los alimentos que el ser humano necesita para vivir en felicidad.
Más adelante, en el “Libro de los Reyes” se dice que bajo el mandato del rey Salomón el pueblo judío vivía sin temor, sin enemigos y bajo su parra y su higuera. Por último, en “Hechos de los Apósteles” el evangelista Lucas señala que las primeras comunidades cristianas eran comunitarias y ninguna persona disputaba nada que no fuera suyo.
En cuanto a la cultura griega, Tomas Moro profundizó en las ideas que Hesíodo abordó en “Los trabajos y los días”. Allí nos describía un pasado remoto –la Edad de Oro– en donde el hombre vivía tranquilo y sin preocupaciones.
A partir de estas fuentes, Moro considera la existencia de una isla –Utopía– con un gobierno asambleario, en la que hay tolerancia religiosa y en donde las labores agrícolas están garantizadas mediante un sistema de turnos.
Lingüísticamente el vocablo “utopía” tiene un doble significado, por una parte “outopia” significa “lo que no está en ningún lugar” y, por otra, “eutopia”, que puede traducirse como “el buen lugar”.
El siguiente relato utópico lo encontramos en el libro cuarto de “Los viajes de Gulliver” (1726) de Jonathan Swift. Allí es donde aparece por vez primera la palabra “yahoo”, no para referirse a un motor de búsquedas de internet, sino a unos caballos sabios y apacibles que se refieren a los humanos de forma despectiva.
Otra lectura utópica obligada son los capítulos XVIII y XIX de “Cándido” (1759), en ellos el escritor francés Voltaire relata la travesía de Cándido y Cacambo por el país de El Dorado.
En el siglo XX se publicaron las tres obras más conocidas de la literatura del totalitarismo: “Un mundo feliz”, “1984” y “Fahrenheit 451”.
En la primera, Aldoux Huxley nos describe un mundo sorprendente, perfectamente estratificado y dividido en dos castas: los Alfas, los mejores en todos los sentidos, y los Épsilon, los inferiores.
La novela “1984” fue publicada a mediados del siglo veinte por George Orwell. En ella se nos muestra una sociedad controlada por los Ministerios de la Verdad y la Policía del Pensamiento, que manipulan los documentos oficiales para que se ajusten a la oratoria oficial del partido, y persiguen hasta la extenuación a los disidentes.
En esta sociedad controlada por el líder –el Gran Hermano- se conocerán Winston Smith y Julia, dos personajes cansados de la opresión estatal que acabarán siendo descubiertos, arrestados y torturados.
En “Fahrenheit 451” el escritor Ray Bradbury nos catapulta hasta el siglo veinticuatro, en una sociedad donde la lectura está prohibida y en la cual los bomberos tienen la misión de destruir los libros.
Afortunadamente aparece la figura del héroe, personificada en Guy Montag, un bombero que se revela contra las normas establecidas y no duda en arriesgar su propia vida para salvar los libros. Este acto de valentía tendrá fatales consecuencias para el protagonista.
En su huida, Montag conocerá a los hombres-libro, que aseguran la continuidad del pensamiento mediante la memoria eidética, la transmisión del libro de un ser humano a otro mediante el lenguaje hablado. Una curiosa forma de retornar a los inicios de la literatura universal.