El 14 de febrero de 1937, a las 13:00 horas, el Emanuele Filiberto Duca d’Aosta, crucero ligero italiano, partía de su base en Palma de Mallorca y ponía proa hacia Valencia. En él iba el jefe de la Segunda Escuadra Naval, el almirante Romero Bernotti.
El zeppelin en la Primera Guerra Mundial:
Dirigibles llenos de bombas devastando ciudades
Era este crucero el buque insignia de la Sexta División de la Marina de Guerra Italiana. Al mando se encontraba, en esta ocasión, el capitán de navío Alberto Da Zara. A corta distancia navegaba el, también crucero italiano, Raimondo Montecuccoli.
Debido a la corta distancia que les separaba de las cotas peninsulares, en la Isla de Mallorca, se encontraba la base estratégica de los italianos en España, en ayuda de los militares sublevados contra el legítimo Gobierno de la Segunda República Española.
En las bases creadas en la isla se encontraba, dispersa por varios campos la Aviación Legionaria Italiana, mandada, desde el inicio de la guerra, por el general Velardi. Desde allí los bombarderos italianos realizaban continuas incursiones contra las poblaciones de la Comunidad Valenciana.
Tras dejar el Puerto de Palma de Mallorca, los dos cruceros pusieron rumbo a Valencia, tomando todas las precauciones necesarias para ocultar sus movimientos, y su rumbo. Tras una navegación en zigzag, que duró, aproximadamente, ocho horas, se encontraron a la vista de la costa Valenciana. Momento en que, siguiendo el orden de combate preparado de antemano, los dos cruceros se separaron.
El Raimondo Montecuccoli, quedó atrás, manteniéndose a unas 20 millas de la costa en misión de vigilancia, mientras el Duca d’Aosta ponía, decididamente, proa a Valencia, situándose a unas cuatro millas del Puerto de Valencia.
Amparado en la oscuridad de la noche, y con las luces apagadas, a las 21:45 horas, comenzó a disparar, manteniendo sus salvas de artillería durante ocho minutos. Parece un tiempo breve, pero la realidad es que en esos ocho minutos, el crucero lanzó 125 proyectiles de 152 mm, que hicieron blanco en las instalaciones portuarias y en el cercano casco urbano.
Nadie esperaba, en la ciudad, este ataque por mar, por lo que el mismo causó un autentico pánico, entre la población. Las defensas costeras reaccionaron y junto a las piezas del cañonero Laya, abrieron fueron contra el Duca d’Aosta. Los disparos no harían muchos daños, pues tan solo un proyectil impactó cerca del portalón de babor, causando daños menores.
Si serían dañinos los proyectiles del crucero italiano, que alcanzaron el Hospital Provincial, la estación de ferrocarril, diversas casas, e incluso un comedor para niños del Socorro Rojo. Las fuentes republicanas dieron como cifras del ataque 25 muertos y numerosos heridos.
Tras el ataque, el Duca d’Aosta, ante los disparos enemigos, emprendió la retirada, a toda máquina, y cubierto por una nube de humo que le protegía de los disparos, más pareciendo una huida que una retirada, tras tan corte combate. Se reunió con el Raimondo Montecuccoli, y ambos pusieron rumbo hacia Italia, bordeando Palma de Mallorca, llegando al puerto de La Spezia el 16 de febrero a las 15:00 horas, donde se repararían los daños del crucero.
Así terminaba la “hazaña” de uno de los cruceros más modernos ─había entrado en servicio en 1935─ de la Marina de Guerra Italiana, que curiosamente tras su participación en la Segunda Guerra Mundial, fue entregado, como reparación de guerra, a la Armada Soviética.