Acechan en el umbral de cada capítulo esperando el más mínimo desliz para entrar en acción. Los tenemos de todos los tipos, desde execrables hasta rencorosos, pasando por grotescos, inadaptados y perspicaces.
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Los escritores han apelado a la moral y han buceado en los rincones más oscuros de nuestra alma para crear las historias de terror más espeluznantes y los personajes más indeseables con los que uno no desearía toparse.
Un lugar privilegiado en este breve recorrido lo tiene el “Señor Tenebroso”, ese que no “No-debe-ser-nombrado”, Lord Voldemort, el aborrecible enemigo de Harry Potter.
Gandalf, el personaje de JR Tolkien, tampoco quiere mencionar a Sauron, otro de los malos más malísimos de la literatura de ficción. Un engendro conocido como el “señor Oscuro de Mordor” o “el Ojo que todo lo ve”.
Los amantes de las aventuras de Sherlock Holmes seguramente reservarían un puesto de honor al profesor Moriarty, un genio del delito que tan solo puede ser aprehendido por alguien que esté a su altura intelectual.
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Pero si hay un autor que ha sabido dar vida como nadie a los villanos ese ha sido William Shakespeare. Puso en negro sobre blanco a algunos de los más infames personajes de la literatura.
¿Cómo olvidar a Claudio, el tío de Hamlet que no dudó en matar a su hermano para hacerse con el trono de Dinamarca; a lady Macbeth, cuya ambición incitó a su esposo a asesinar al rey Duncan; o a Yago, el confidente de Otelo, que le hizo creer que su mujer le era infiel?
Desde Moscú hasta Sevilla
El mal no conoce líneas divisorias ni nacionalidades, así en la literatura rusa está encarnado por Rodión Raskólnikov, el protagonista de “Crimen y castigo” de Fiodor Dostoievski. Como dice este autor, todo pecado necesita su castigo o su perdón.
Entre los más odiosos de la novela danesa se encuentra Jean-Baptiste Grenouille, de la novela “El perfume”, de Patrick Süskind. Un joven curtidor y perfumista francés que percibe el mundo, en todos sus matices, a través del olfato; un sentido que le llevará a convertirse en un asesino en serie.
Entre nosotros, posiblemente, el villano más memorable sea el libidinoso Don Juan, el protagonista de “El burlador de Sevilla” de Tirso de Molina.
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Los malvados también pueden aparecer en cualquier época histórica, incluida el colonialismo. Fue precisamente ese marco temporal el que eligió Joseph Conrad para ambientar “El corazón de las tinieblas” (1898), con un inolvidable, al tiempo que infame, señor Kurtz.
Ellas, si se lo proponen, son las villanas más malvadas
La literatura tampoco nos ha privado de las hacedoras del mal y tenemos personajes femeninos que trascienden fronteras. Una de las más célebres es, sin duda, Cruella de Vil, la despiadada perseguidora de los “101 Dálmatas”.
Si echamos la mirada más atrás nos tenemos que detener en Medea, el personaje creado por Eurípides y símbolo de la venganza más irracional. Cuando Jasón la deshonró al prometerse en matrimonio con Glauce, no titubeó en envenenarle y matar a continuación a sus propios hijos.
El novelista francés Alejandro Dumas dio vida a Milady de Winter, una atractiva y aparentemente inofensiva mujer que se acomodó confortablemente al lado del mal en “Los tres mosqueteros”.
Para finalizar, desempolvamos a una de las más ignominiosas mujeres de la literatura, una villana que haría estremecer al mismísimo mal: la señora Danvers. ¿Cómo olvidar la interpretación cinematográfica de este ama de llaves bajo la dirección de Alfred Hitchcock?